El de los técnicos, un torneo aparte

Por EDUARDO TUCCI
ENFOQUE

En un fútbol súper revolucionado, el arranque de la competencia oficial plantea, entre otras tantas expectativas, que pasará esta vez con los DT, cuanto tiempo tendrán para llevar adelante sus planes y hasta donde llegará la paciencia de una actividad cada vez más vulnerable. Las últimas temporadas ha dejado al descubierto que no debe haber profesión tan inestable ni tampoco una función tan vulnerable. El apuro sigue gobernando y resulta prácticamente imposible escapar en el fútbol argentino a la trituradora que consume directores técnicos como si nada. Este verdadero tembladeral ha generado cifras para el asombro: el último torneo, que por ser más largo prometía mayor estabilidad para los DT, se devoró 71 entrenadores y de todos los clubes que pasaron por primera, 23 apostaron por los cambios.

La histeria dominante no sabe de formatos. Torneo corto o con más fechas es igual. Casi nadie apuesta a un proyecto y lo que gobierna es la inmediatez a punto tal que un sólo entrenador –Ricardo Zielinski—ha conservado su puesto desde 2011 a la fecha en Belgrano de Córdoba mientras muchos clubes ya ni se acuerdan con que DT arrancaron la última temporada.

Los números son concluyentes al respecto y avalan la poca estabilidad de los cascoteados coach. 192 adiestradores en total, entre fijos e interinos, han ocupado al menos una vez el banco de los suplentes en los 33 planteles que durante los últimos cinco años pasaron por la “A”. El récord quedó para Newell´s que utilizó 12 profesionales –Sensini, Johansen, Torrente, Sergio Giovagnoli, Cagna, Martino, Berti, Lunari, Raggio, Gallego, Picerni y Bernardi en un lustro. Una verdadera locura

La “silla eléctrica” en que se ha transformado el banco de los relevos que comparten los DT hace prácticamente imposible recordar los nombres de los profesionales a cargo de los equipos cuando arrancó la temporada anterior. Parece lejano pero Colón apostó a comienzos de 2015 por “Mostaza” Merlo, hoy desocupado y prácticamente al margen de la actividad; Jorge Almirón era la esperanza Roja en Avellaneda y ahora está en Lanús; Pellegrino se encontraba a cargo de Estudiantes y hoy dirige a Independiente mientras Newell´s y Argentinos Júniors dejaban todo en manos de Américo Gallego y Pipo Gorosito que ya tampoco están.

Las urgencias dominan un escenario que Gustavo Alfaro –después de dirigir a Tigre—describe ácidamente: “Ser entrenador no es fácil. Los dirigentes no sólo se bajan del tren y te abandonan, sino que terminan tirándoles piedras al tren”. Mucho antes –en enero de 2001—Carlos Bilardo trazaba un cuadro de situación totalmente corroborado por la realidad: “Que día a día aumente la cantidad de técnicos que no terminan sus contratos ya no sorprende a nadie...y se trata de una realidad que aumentará con los años. Ni siquiera los títulos y el prestigio te aseguran algo...Acá si la popular te insulta y después la platea también, ya no sabés si llegás a completar cinco partidos”.

Frente a este panorama todos imaginan que el que está comenzando será un semestre difícil ya que si el certamen largo no garantizó la continuidad mucho menos podrá fortalecerla el torneo que se avecina, más corto que el anterior. Para lo que viene se suman caras nuevas para la primera división, como Rondina (Arsenal), Grelak (Quilmes) y Delfino (Temperley) más los debuts de Camoranesi, en Tigre y Bassedas en Vélez Sarsfield.

Los directores técnicos no paran de quejarse, la mayoría cargan contra los dirigentes y Victorio Cocco, presidente de la Asociación que los nuclea lo explica de esta manera: “Los dirigentes no tienen paciencia. Muchos conductores de los clubes han perdido sentido común y razón mientras otros dirigentes se dejan ganar por su espíritu de hinchas. Algunos llegan improvisados; otros, porque son empresarios con plata, pero sin capacidad, y se creen los salvadores”.

¿Se mantendrá la tendencia en este 2016? El mensaje de las urgencias ha quedado instalado en el fútbol criollo y se interrumpen ciclos a toda velocidad, sin medir el trabajo ni tampoco la calidad de los recursos con que se cuenta. Cuando los puntos no llegan la única salida que le queda a los entrenadores es la puerta: se tienen que ir.