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Hoy todo es distinto

Por EZEQUIEL FERNANDEZ MOORES

Hoy todo es distinto

Hoy todo es distinto

26 de Mayo de 2015 | 01:22

Los más irónicos cuentan que, cuando se lo veía deambulando por la cancha, con su andar algo lento y pesado, sin resolver nada, y aferrado al celular, Roger Bello, veedor boliviano de la Conmebol, buscaba en realidad si alguien podía facilitarle el nuevo teléfono de Julio Grondona. Pobre Bello. A su compatriota Roger Osuna, tesorero eterno de la Conmebol, jamás le había sucedido algo así. Los viajes dorados como veedor de la Conmebol ahora son suyos. Viáticos, buenos hoteles y buenas comidas. Hasta que llegó el Superclásico. Y “Don Julio” que ya no está. Bello parecía buscarlo desesperado. Porque “con papá vivo –como dijo días atrás “Julito” Grondona, presidente de Arsenal-, el partido se completaba a las 48 horas”.

Seguramente hay algo de exagerado en esa expresión que ahora, ya muerto, adjudica a Grondona y a su mítico “Todo Pasa” dotes todopoderosas. Es una exageración que, paradójicamente, desliga a Grondona del resto, como si él no hubiese tenido nada que ver con los males de un fútbol argentino que, además, parece estar en racha. Un jugador que muere contra un muro. Otro con muerte súbita. Y el Superclásico de la Bombonera. Un viejo dirigente con oficio sudamericano me dice que, tal vez, con Grondona vivo, la Conmebol habría tenido aquel jueves una mejor estrategia. Que fue inútil malgastar la espera eterna después del gas pimienta queriendo hacer jugar a River. Porque Marcelo Gallardo se mantuvo siempre firme. El DT de River fue acaso el más lúcido durante la histeria, no casualmente el único, o uno de los pocos, que hablaba sin necesidad de taparse la boca. Sabía que ese partido no podía seguir. Que no tenía por qué dar ventajas. Por eso, si en aquella larga espera del jueves hubo negociación secreta (siempre la hay), la gestión de la Conmebol, me dice la fuente, debería haber apuntado no a reanudar allí mismo un partido imposible, sino acordar con un River bajo presión sobre cómo, cuándo y dónde se jugaban los 45 minutos faltantes. La TV, siempre más impúdica, apuró que el partido se reanudaría el sábado siguiente.

Se fue el paraguayo Nicolás Leoz después de 27 años al frente de la Conmebol, seis períodos consecutivos, y asumió su compatriota Juan Angel Napout. Siempre Paraguay para equilibrar entre los dos poderosos, la Argentina que no tiene más a Grondona y el Brasil que tampoco tiene más a Ricardo Teixeira

El Mundo Boca, fanatismos al margen, se enoja cuando la prensa afirma que la sanción de la Conmebol fue leve. “Es la segunda vez en este siglo” que la Conmebol determina el ganador de un partido cuando todavía quedan 45 minutos por delante. Y es la primera en toda su historia que, con esa decisión, deja al perdedor directamente eliminado de un torneo. Hay que añadir la sanción económica más alta posible (200.000 dólares). Y, si bien no hubo clausura, se agrega también la prohibición de ingreso de público más importante (ocho partidos sumando local y visitante). Con los tres puntos, es la sanción más dura en la historia de la Conmebol. Lo dice el periodista y abogado Leandro Vila. Vila acepta la gravedad de lo sucedido, pero recuerda que ya jugadores de otros equipos y autoridades arbitrales fueron agredidos en otros numerosos partidos. Y que, en algunos casos, debieron dejar el campo, pero el partido siguió. Que hubo agresiones que comenzaron al llegar al aeropuerto y siguieron en cancha con bengalas, monedazos y cantos xenófobos. Que hubo grescas masivas, invasiones de fanáticos al campo y equipos con jugadores mal inscriptos. También hubo policías golpeando a jugadores visitantes en el entretiempo en el vestuario. Y hasta murieron aficionados en las tribunas. Y que nunca se tomó una triple sanción tan dura como la que recibió Boca.

Hay algo de cierto en ese razonamiento. Pero es difícil comparar los tiempos. La Libertadores de antes era pura batalla campal. Tiene un historial de doping masivos, jugadores que ingresaban a la cancha con alfileres y piedras en la mano. Y hasta un recordadísimo partido (Santos-Peñarol en 1963) en el que árbitro y jugadores visitantes acordaron dejarse perder para salir vivos de la cancha. Ni siquiera allí hubo descalificación de equipo. El partido volvió a jugarse. Hoy todo es distinto. Por muy graves que sean, algunos episodios son anécdotas de jardín de infantes comparado con lo que sucedía antes. La televisión por un lado, mayores controles por otro y los tiempos de mayor corrección política que imponen hasta los patrocinadores obligaron a los dirigentes a tomar conciencia. A cuidar el negocio. A ello se sumó una nueva conducción de la Conmebol. Se fue el paraguayo Nicolás Leoz después de 27 años, seis períodos consecutivos, y asumió su compatriota Juan Angel Napout. Siempre Paraguay para equilibrar entre los dos poderosos, la Argentina que no tiene más a Grondona y el Brasil que tampoco tiene más a Ricardo Teixeira. Una Sudamérica débil que, en plena elección este viernes en la FIFA, luchará por mantener sus cupos para los Mundiales. Si pierde medio cupo, como afirman algunos, no será por Boca. La amenaza de la quita lleva muchos años y la muerte de Grondona facilitaría la eventual decisión de Joseph Blatter, otro eterno, porque también él será reelegido esta semana en la FIFA.

El domingo contra Aldosivi, rival modesto, y sin público en la cancha, porque la sanción llegó también al orden local, un Boca aturdido ni siquiera pudo mantener su objetivo ahora redimensionado, tras la eliminación de la Libertadores. Perdió el invicto. Y despidió del peor modo posible, en la Bombonera al menos, a Daniel Osvaldo, estrella fugaz. Sin el ruido que distrae de las tribunas, Boca desnudó crisis de liderazgo. Desde el Vasco Arruabarrena golpeado porque el plantel ni siquiera atendió su pedido de acompañar a River a la salida de la Bombonera. Hasta Agustín Orión, saludador de la barra, y el siempre quejoso Fernando Gago. Ni qué decir del presidente Daniel Angelici, que ya no sabe a qué programa de TV ir, incluida Mirtha Legrand, para decir que Boca no es responsable de lo que pasó contra River, y que tampoco fueron responsables Fernando Di Zeo ni Mauro Martín, barras amigos.

Boca, se sabe, es un club más politizado que nunca desde que pasó a manos del Pro de Mauricio Macri. Ex y actual presidente Pro, vicepresidente Pro, otros miembros de la Comisión Pro, gerentes de áreas técnicas Pro. Es el partido que, con alianzas, buscará ser gobierno en las elecciones presidenciales de octubre próximo. Esto, más las elecciones en el propio Boca y en la Ciudad de Buenos Aires, provocaron en estos días un sinfín de especulaciones y condicionaron también informes en algunos medios, según el color que se defienda. Acaso Boca, que pactó en año electoral con su barra más poderosa, pudo haber sido perjudicado de modo intencional, y la agresión no fue un simple acto de fanatismo ciego o puja interna de barras, como dicen algunos. Pero Boca, aún sabiendo que el clima iba a ser más caliente, no supo o no quiso controlar lo que sucedía en su propia casa. El Mundo Boca agrega otra preocupación, tras la renuncia destemplada de Angelici en la AFA. “Lo que nos faltaba, hacer la gran Daniel Passarella que terminó descendiendo a River, ahora sólo nos falta tirarnos en contra de la AFA y que nos perjudiquen también en el campeonato”, dicen hinchas preocupados. Pueden estar tranquilos. Así como no lo pudo encontrar Bello la noche de la Bombonera, Grondona está muerto. Hay que aprender a arreglarse solitos.

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