Un penal infantil le dio el premio que merecía

Por MARTIN CABRERA
COMENTARIO

Estudiantes ganó como local y recuperó la sonrisa que se le había desdibujado la semana pasada en la derrota ante Huracán. Superó 1-0 a Nueva Chicago con enorme sufrimiento y sin sobrarle nada. Volvió a sumar de a tres y desde lo numérico podría cerrar la fecha dentro de los diez primeros equipos del torneo. Bien para analizar al equipo desde lo estadístico.

De todos modos el equipo de Gabriel Milito volvió a mostrar los mismos errores y falencias de los últimos partidos. No sabe cómo encontrar los caminos al arco y carece de un conductor capaz de hacer jugar al equipo. Por eso ayer sufrió más de la cuenta para ganarle a un rival evidentemente inferior en cuanto a individualidades y que disputó todo el segundo tiempo con un jugador menos, por la correcta expulsión de Sebastián Grazzini. Demasiadas ventajas que no tendrá en todos los partidos.

Y cuando parecía que la noche terminaba de la peor manera y los hinchas ya habían perdido la paciencia en las tribunas, llegó un grosero error del ingresado Rodrigo Espíndola. Con su brazo izquierdo elevado y separado de su cuerpo frenó un centro de Ezequiel Cerutti que posiblemente hubiese tenido la misma suerte que los 153 que antes habían probado sus compañeros: en la cabeza de algún central o a las manos del arquero Alejandro Sánchez. Fue penal y clarísimo, que Fernando Espinoza no dudó un instante en cobrar. Diego Mendoza, que había sido el mejor del equipo hasta ese minuto 34 se la pidió al Pocho Cerutti, la acomodó y le pegó fuerte al palo derecho del “1” del Torito. Gol y justicia para el equipo que, con mil errores, al menos había intentado ganar el partido.

Estudiantes logró el gol y aunque al partido le quedaban diez minutos, todo se acabó en ese instante. Nueva Chicago ya no tuvo argumentos para cambiar una historia que parece estar escrita desde hace varias fechas atrás: su descenso a la B Nacional. Sólo tuvo que controlar un poco la pelota como para no pasar sobresaltos. Milito movió al banco de suplentes y siempre tuvo los tres puntos en el bolsillo.

UN EQUIPO SIN CONDUCTOR

Antes de esa jugada que terminó abriendo el partido, el Pincha mostró ser un equipo tibio de tres cuartos de cancha en adelante. No tuvo explosión en los metros finales, tampoco un jugador capaz de dar un pase entre líneas, y ni siquiera uno que pueda ganar en el mano a mano. Entonces cada avance terminó en la intrascendencia de un pase mal dado o un centro sin precisión.

En el primer tiempo tuvo un par de chances como para vulnerar a un rival que vino a La Plata con la idea clara de llevarse un punto. Al minuto, de cabeza, Carlos Auzqui casi supera al arquero. De todos modos las más claras estuvieron en los pies y la cabeza de Diego Mendoza. A los 17 el delantero falló un mano a mano. Y a los 27 el travesaño le dijo que no cuando había ensayado un cabezazo.

En los segundos 45 minutos la inoperancia ofensiva fue ganando la batalla. Hasta un sector del campo el equipo fue prolijo, con los dos laterales en posiciones ofensivas, un David Barbona como generador de fútbol y tres extremos dispuestos a lastimar. Pero al fútbol se juega con sorpresa y Estudiantes no la tuvo.

Para su fortuna el rival le dejó abierta la puerta para ingresar al área. Con el penal de Diego Mendoza lo pudo ganar y fue justo. Pero para decir que este equipo transmite seguridad todavía falta muchísimo.