16 de Noviembre de 2005 | 00:00
Cuando las expulsiones de Goux y Licht dejaron a Gimnasia
en inferioridad de condiciones, Jorge San Esteban se convirtió en
un hombre de hielo. Sacó pecho y se bancó todo, siendo el respaldo
que el Lobo necesitaba para una hazaña como la que terminó festejando
anoche en Quilmes.
En estos términos, cuando era más fácil el descontrol, el histórico
Coco de El Carmen brindó una exhibición de cómo un marcador central
puede mantener una estructura defensiva desmoronada en número y
contagiarle serenidad a una formación que fue por todo cuando la
lógica indicaba que lo mejor era aferrarse al empate.
San Esteban terminó siendo el símbolo de este Gimnasia que ahora
es más puntero que nunca, aunque hubo más, porque también corresponde
destacar la experiencia de Carlos Navarro Montoya, la dinámica de
Nicolás Cabrera, el criterio de Esteban González, la clase de Lucas
Lobos y la potencia de Gonzalo Vargas.
Sólido el Mono, como siempre. Le llegaron poco y nada, como en partidos
anteriores, y en esas circunstancias tan especiales para un arquero,
a los 30 minutos del primer tiempo le sacó una pelota de gol a Turdó,
que llegó y metió el frentazo. Una garantía.
Esforzado Diego Herner, quien debió atender la punta, por donde
Quilmes se repitió en cierto momento del partido, y también auxilió
metiéndose al área para cerrar y también para colaborar en los pelotazos
cruzados sobre el área. Con más trabajo todavía en el segundo tiempo.
Muy firme también Marcelo Goux, recostado sobre la punta izquierda.
No dio respiro, los apretó a todos y a cada uno de los que llegaron
por su punta. Fuerte, seguro y sin vergüenza para pegarle lo más
lejos posible a la pelota cuando no daba para asegurar la salida.
Una infracción sobre Santiago Bianchi le costó la expulsión.
Cabrera se movió como carrilero por la derecha, abierto. Le costó
de a ratos, porque no se movió con la libertad de otras veces, pero
cuando entró en acción asustó a la defensa que esperaba. Hábil,
rápido y decidido para encarar y buscar por arriba la cabeza de
Delorte.
Les costó recuperar a Matías Escobar y a Esteban González. El primero
se multiplicó en la franja central, aunque sin la cuota de efectividad
de partidos anteriores, porque corrió más buscando la pelota que
con ella en su poder; al tiempo que Teté creció en el complemento,
cuando se movió más adelantado.
Algo parecido le pasó a Lucas Licht, que le metió ritmo a su ida
y vuelta por el costado izquierdo, pero sin mayor presencia en los
metros finales. No pudo desbordar y tampoco meter pelotazos por
arriba. Para colmo de males, reclamó un lateral y lo expulsaron.
Muy controlado, tampoco Lobos encontró los espacios para mover la
pelota con profundidad. Así y todo, cuando entró en acción, el estratega
de los Triperos se hizo notar con gambetas propias de un crack.
Y sobre la media hora del primer tiempo recibió un tiro libre de
San Esteban y exigió a fondo a Ramírez. Aseguró el gol de la victoria
con clase, tocando la pelota a un costado cuando el arquero viajaba
para el otro costado en el penal que definió el partido.
El uruguayo Vargas buscó por todo el frente del ataque, y aunque
le costó mucho entrar en acción, cuando se iba el primer tiempo
sorprendió llegando por atrás para conectar un centro. Lo hizo todo
bien el goleador, que cabeceó abajo, pero la pelota se fue junto
a un palo. Cuando Gimnasia se quedó con nueve, le dejó el lugar
a Gentiletti.
Alejandro Delorte, que bajó la pelota repetidamente en el área de
Quilmes, se perdió un gol increíble en el primer tiempo cuando entró
sólo y con el arquero como único obstáculo, falló en la definición
porque no hizo otra cosa que entregársela a Ramírez.
Entraron Jorge Cervera, quien manejó con inteligencia la pelota
cuando el lobo tenía dos jugadores menos; mientras que Santiago
Gentiletti y Ariel Franco metieron todo para que la diferencia numérica
se notara lo menos posible.
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