Incidentes que no empañaron la fiesta

Los desbordes de pasión fueron los que apenas mancharon una fiesta que debió haber sido mucho más abierta. El alambrado desoldado detrás del arco del Bosque, el acrílico roto sobre el banco de suplentes que le corresponde al visitante, y una butaca arrancada y arrojada al campo de juego, fueron los hechos que sin dudas pudieron haberse evitado, pero que no por ello debe camuflar con un manto de violencia lo que en realidad fue una fiesta deportiva tanto fuera como dentro de la cancha.

En el juego ambos equipos se brindaron al límite, y fueron esas mismas pasiones las que llevaron a que tras el segundo gol de San Carlos, un plateísta enfurecido por la situación, arrancara una butaca y la arrojara al campo de juego. La Policía intervino inmediatamente y se llevó detenido al ofuscado plateísta, mientras el partido continuó jugándose normalmente.

El otro acto de violencia se dio en el gol agónico de Miguel López, que determinó el 2-2 final. En el festejo los plateístas golpearon el acrílico y éste se partió. Allí debió pararse el partido, porque el descontrol ganó a los jugadores, y lo que pudo haber pasado prácticamente desapercibido, terminó con la expulsión del arquero Lacerre por agresión.

Con el pitazo final y el empate consumado, un grupo de hinchas abrió un hueco en el alambrado para ingresar al campo de juego a reclamar su trofeo. Otra vez el accionar policial evitó que la cosa pasara a mayores y todo pudiera terminar en paz. El clásico lo merecía.