Festejos por la hazaña del Lobo, a la distancia

Nací y viví en La Plata hasta mis 31 años. El 8 enero de este año dejé mi familia, amigos y mi ciudad en busca de un sueño. El amor me trajo a Porto Alegre. Después de 6 meses de distanciamiento nunca sentí tantas ganas de volver a mi ciudad como en este domingo 12 de julio y, no encontrando otro medio, escuché el partido del Lobo por internet

El amor a distancia existe, y si bien es más dificil de sustentar, estos 1200 km que me separan del Bosque no impidieron que, este domingo, mi garganta se desatara en llanto al gritar los goles del Lobo; como en los viejos tiempos, cuando La Plata acobijaba mi vida, cuando el Lobo me enseñaba el significado de las palabras Dignidad, Lealdad y Fidelidad.

Y fué así que aprendí que a un amigo no se lo abandona, que es justamente en las malas cuando más nos necesita. Y fué así que un 15 de octubre de 2006, tras 7 puñaladas en el corazón, yo estuve ahí, tras 90 minutos de agonía, al lado de mi amigo, que lejos de estar muerto, quedó herido. Se que muchos no comprenden el significado de mis palabras, y por esa razón ‘ellos’ podrian ser llamados de ‘fair-weather friend’, frase en inglés que significa ‘amigo solo en las buenas’.

Pero no quiero desviarme del motivo principal que me llevó a escribir. El asunto es como explicar el resultado del domingo en una instancia en la cual todo era desfavorable para el Lobo, a excepción de su hinchada.

Y fue así que se alzaron dos preguntas. ¿Como fue posible dar vuelta un resultado y hacer 2 goles en los últimos 3 minutos del 2do tiempo? La respuesta es simple: "Franco Niell". Y ¿como comprender que un jugador pueda haber convertido 2 goles de cabeza con tan solo 1,62 m de altura? La respuesta también es simple: "Convicción y Corazón".

Porque el Lobo es puro sentimiento y si así no lo fuera, como se podría explicar el ‘por qué’ de una hinchada tan apasionada que se aferró a la frase ‘nacimos para sufrir’ pero que, sin embargo, aun cree, aun sueña, aun acompaña, reza, cumple promesas. Y de eso tengo mucho para contar. Con, por ejemplo, mi hermano que un día le llevó el cuadro de San Expedito y entregó en mano al Tete Gonzalez; y otro día, más precisamente el domingo pasado, madrugó, viajó a capital y llegó a la Iglesia del Santo de las Causas Imposibles (San Expedito), cuando el cura aun dormia... mientras mi hermano, como muchos otros, soñaba despierto.

Pero hoy, después del merecido festejo, es tiempo de reflexión. Después de la última batalla ganada tras muchas decepciones. Porque si el Lobo ganó el domingo y continua en la A, es gracias a sus jugadores, quienes tuvieron en sus manos, o en sus pies, la gran presión de levantar la moral del club. Pero ¿es sólo de los jugadores la responsabilidad de engrandecer a nuestra institución? Claro que no. ¿Como pudo Gimnasia pasar de una campaña tan brillante como la del 2005 a decaer, hasta tocar fondo, y casi descender a la B? Todos sabemos a quienes apuntar.

Todos sabemos que si un país está en crisis no es por culpa de su pueblo trabajador, sino de la incompetencia e inoperancia de sus dirigentes. Aunque, en verdad, existe una frase que nos compromete a todos ‘cada pueblo tiene el gobierno que se merece’. Entonces es hora de reaccionar. Es hora de querer merecer algo mejor para nuestro club.

Y para ir terminando, luego de 6 meses sin ver a mi familia y sin visitar el Bosque querido, no puedo dejar de dar agradecimientos. En primer lugar agradezco al Lobo por haber apagado miles de velas encendidas por quienes preparaban el gran velorio, sin saber que el Lobo aun respiraba.

Agradezco a mi padre por haberme llevado a la cancha junto a mis hermanos cuando éramos pequeños y por habernos permitido dar rienda suelta a nuestra pasión. A mi madre, que siendo extranjera y tras 36 años viviendo en La Plata, lloró ante el tercer gol de Gimnasia. A mi hermana, por haberme llamado desde el hotel de capital donde trabaja, al borde de las lágrimas y queriendo huir para subir al primer Costera que pasara y unirse, así, a los festejos en La Plata. A mi hermano por no haber desistido nunca de su ilusión y haber alentado junto a la hinchada en representación nuestra, ya que no pudimos estar ahí.

Y por último, agradezco a mi tio, que con sus 89 pirulos es el mejor ejemplo de lo que significa ser un verdadero hincha, porque aun sigue yendo a la cancha (si, aunque no lo puedan creer) pero que en esta ocasión dijo: "No, esta vez mejor lo escucho desde casa porque esto puede terminar en infarto".

Sabias fueron sus palabras y con ellas voy terminando mi historia. ¿O alguien tiene dudas de que este fue el partido más infartante y electrizante en la historia del club? Claro que no cabe duda. Y quienes sobrevivimos a este partido, quienes no infartamos, aun tenemos muchos años de vida para seguir creyendo, soñando, acompañando, rezando, cumpliendo promesas. Pero sobre todas las cosas para seguir Alentando.