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Información General |SECRETOS CARCELARIOS

Tras los pasos de bandidos rurales

Rescatan de antiguos legajos carcelarios las verdaderas historias de los llamados "gauchos malos"Por NICOLÁS MALDONADO

Tras los pasos de bandidos rurales

Bernardo Keuthen (izquierda), Ana María Amerio (sentada) y parte del equipo del Museo y Archivo Histórico del Servicio Penitenciario Bonaerense, A cargo de la investigación

27 de Septiembre de 2009 | 00:00
Fueron hace tiempo los perpetuos fugitivos de la ley. Juan Moreira, Hormiga Negra, los hermanos Barrientos, el Tigre del Quequén... Durante la segunda mitad del siglo XIX, su fama de hombres violentos inspiraba respeto en todo el interior de la Provincia entre la frontera con el indio y el incipiente brazo de la Justicia. A punta de cuchillo, algunos llegaron a convertirse en verdaderas leyendas, todavía vivas en sus pagos. Otros se extinguieron como sombras en las cárceles modernas de un país donde ya no tenían cabida. Un siglo más tarde, un equipo de investigadores del Servicio Penitenciario bonaerense trabaja para rescatar sus historias entre antiguos legajos carcelarios como quien persigue fantasmas.

Embarcado en ese proyecto desde 2007 -junto a la Biblioteca Nacional y el Archivo Histórico de la Provincia- el Museo del Servicio Penitenciario se ha propuesto desbrozar los hechos del mito en torno a las principales figuras del bandolerismo rural. Pero además, descubrir otros personajes ya olvidados, propios de un fenómeno que no lo ha sido menos: el de los gauchos malos.

¿Quiénes eran esos hombres y por qué, de pronto, hacia finales del siglo XIX, comenzaron a proliferar en territorio bonaerense? Tal fue la inquietud de partida para una minuciosa investigación que busca, más allá de los prontuarios individuales, reflejar la violenta transformación de una Argentina cuando empezaba a ser otra.

"A medida que los caudillos se convierten en cosa del pasado y Argentina entra en el camino de la modernización como país proveedor de materias primas al mercado internacional, el gaucho tradicional pierde espacio. Y en medio de ese paisaje, que lentamente se va poblando de establecimientos rurales y alambrados, empieza a ser visto como un personaje marginal", explica Bernardo Keuthen, investigador jefe del Museo y Archivo Penitenciario.

Clic para ampliar"El proyecto de poblar para gobernar, enfocado hacia la inmigración europea, no incluía al gaucho. Es así que las autoridades políticas de turno buscan caminos para sacarlo del medio: la Guerra del Paraguay, el conflicto con los aborígenes, las líneas demarcatorias de frontera -señala Keuthen-. De esa época es aquella frase de desafortunada de Sarmiento, cuando después de la batalla de Pavón le sugiere a Mitre que 'no ahorre sangre de gaucho, que es buen abono para la tierra'".

"El gaucho estaba condenado a integrarse o desaparecer. Algunos pudieron amoldarse a ese nuevo modelo de país; pero hubo otros que se rebelaron, dejando en el camino un reguero de crímenes", dice el investigador al recrear el contexto del que surgieron Juan Moreira, Hormiga Negra y el Tigre del Quequén, pero también otros forajidos cuyos nombres resurgen hoy gracias a esta nueva investigación.

A LA SOMBRA DE MOREIRA

Cuando se habla de bandidos rurales, el nombre de Juan Moreira se impone sobre todos. Durante décadas, la literatura, el teatro y el cine adornaron su figura hasta eclipsar a los demás. Pero a su sombra, existen numerosos casos parecidos al suyo; entre ellos, el de los integrantes de su propia banda. Casi nada se sabía de éstos hasta que meses atrás, los investigadores del Museo Penitenciario los hallaron en antiguos libros de entradas de la Cárcel de Mercedes. Buena parte de la historia del delito bonaerense del siglo XIX se encuentra allí, en letra manuscrita y en volúmenes que pesan más de doce kilos.

Moreira muere en Lobos en 1874 al intentar huir de una partida policial cuando se encontraba en un burdel. Para entonces debía varias muertes a la justicia, pero se lo buscaba por dos homicidios cometidos junto con su banda pocos días antes en Navarro: los del estanciero José Melquíadas Ramallo y uno de sus peones.

Clic para ampliarPerdidos en la historia, los detalles de ese último crimen resurgieron, lo mismo que sus cómplices, a partir del trabajo del Archivo Penitenciario. "Gracias a los expedientes, sabemos que para cometer ese último crimen, un ajuste de cuentas, Moreira reclutó a una banda integrada por el Paraguayo Mariano Benítez, Simón Ardiles, Julián Andrade y Máximo Romero. Si hoy es posible reconstruir sus historias es porque tres de ellos terminaron en el penal de Mercedes", comenta Bernardo Keuthen.

"En muchos casos, los gauchos malos eran hombres que alguna habían sido funcionales a los políticos en épocas en que los comicios y las alianzas se dirimían a cuchillo. Tal es el caso del propio Moreira, que había sido hombre de confianza de Adolfo Alsina hasta que éste lo dejó de lado al juntarse con Avellaneda", comenta Ana María Amerio, la directora del Museo del Servicio Penitenciario.

LA MALA FAMA DE HORMIGA NEGRA

Sin tratarse de un desconocido -ya que fue uno de los gauchos malos más célebres de su tiempo y en San Nicolás, sus pagos, todavía se lo recuerda-, de Guillermo Hoyo u "Hormiga Negra" se conoce menos la historia que la leyenda. Acaso entre los pocos datos fehacientes de su largo enfrentamiento con la ley se encuentren los que acaba de recabar el Archivo Penitenciario bonaerense. Y en ellos, lejos del forajido temerario del mito, aparece como un pobre anciano perseguido por su mala fama.

"Nos encontramos con un Hormiga Negra que, ya retirado del camino del crimen y viviendo con su familia en sus pagos de siempre, termina detenido en 1902 en la cárcel de San Nicolás. Se lo había procesado por el asesinato de la mujer de un almacenero del pueblo, Lina Pensa de Marzo. El siempre negó su responsabilidad en el hecho, y tampoco había pruebas, pero todas las miradas lo incriminaban", cuenta Keuthen.

"Lo cierto es que tres años más tarde, un juez llega a la conclusión de que el asesinato lo había cometido otra persona, un tal Martín Díaz. Al ser detenido, éste confiesa que ese día estaba pronto a cometer el robo cuando vio salir del almacén a Hormiga Negra y se aprovechó de su mala fama para cubrirse. Incluso le solicita al juez que le permita disculparse con Hoyo por haberse valido de su pasado malevo para incriminarlo", relata el investigador.

Como muchos de los miembros de esa estirpe de bandidos rurales, Hormiga Negra había nacido con Rosas y murió bajo el mandato de Yrigoyen. Entretanto, la "Argentina había cambiado mucho -dice Keuthen-. Quizás Don Hoyo murió añorando un país donde el gauchaje todavía imponía sus propias reglas".

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