La vida de los barrios, transformada por la previa de los muñecos de fin de año
La trastienda de un ritual que moviliza a platenses de distintas generaciones
Adrián Catanzaro, Javier Romero. Tomás Tau, Ramiro Lucas, Lucas Iglesias, Jorge Coria, Leandro Petriella, Oscar Alderete y María, algunos de los vecinos que construyen un Gato con Botas de Schrek en la ramba de 532
26 de Diciembre de 2010 | 00:00
Pasó Navidad e inició en los barrios una carrera contra reloj: la que lleva a concretar cada uno de los 154 muñecos que arderán con el fin del 2010. Una carrera que moviliza a platenses de distintas generaciones y que cambia, durante unos pocos días, el paisaje de barrios enteros, movilizados en torno a los momos. "La tendencia ahora es arrancar un poco antes, para trabajar más tranquilos. Pero sabemos que vamos a terminar el mismo 31 a última hora", dicen Bruno Quatela y Ezequiel Berra, dos de los integrantes de un grupo de chicos que construye sobre la rambla de 32 un Pinocho de Schrek.
Como Bruno y Ezequiel, miles de platenses reeditan por estas horas un fenómeno nacido en los barrios de La Plata para el que todos los engranajes están bien aceitados: "se empieza a trabajar en diciembre, ideando el personaje que se va a construir. Después de distribuyen las tareas y si a uno le toca cuidar el muñeco durante las noches, otro dibuja, otro pega papel y otro pide dinero a los vecinos del barrio", dice Adrián Catanzaro, integrante de un grupo de Tolosa que construye al Gato con Botas de Schrek.
El lugar donde se construyen año a año los muñecos también es el escenario donde tienen lugar encuentros de amigos, episodios destinados a convertirse en anécdotas a ser rememoradas durante años y hasta romances. Y donde el paso de los años se recuerda en función de los muñecos construidos.
"Empezamos hace siete años: hicimos un hombre saliendo de la crisis económica mundial. Después hicimos otros personajes, de Madagascar, de Chicken Little, de Ben 10. Y tenemos millones de anécdotas. Hasta esta semana uno de los chicos que está trabajando en el muñeco estaba tocando el acordeón y se acercó una señora que pasaba y a la que no conocemos diciéndonos que quería que la acompañara cantando una canción de Los Piojos. Así que la acompañamos y cantó", cuentan los constructores del Gato con Botas.
Como en la mayor parte de los muñecos de la ciudad, allí se reparten las tareas y siempre hay quienes trabajan más y quienes se comprometen menos. Pero para unos y otros, los muñecos son un punto de reunión ineludible, durante las 24 horas del día.
"Al muñeco hay que cuidarlo, porque sino pueden venir de otros barrios y romperlo. Para eso una de las primeras cosas que se hace es construir una casita para que alguien se pueda quedar toda la noche", dicen los que se dedican al armado de los momos.
¿Y los vecinos que no participan directamente en el armado?: "la mayoría de las veces se interesan y colaboran a su manera. Por ejemplo, siempre nos acordamos de un señor mayor que se aparecía en el muñeco y nos traía jugo. A veces lo hacía a la tarde, otras a la madrugada. No decía nada, pero nos convidaba jugo, que era su manera de ayudar", recuerdan Bruno Quetela y Ezequiel Berra.
En otros casos, la colaboración es monetaria: pequeñas contribuciones que ayudan a correr con los gastos de muñecos de valores variables.
"Hay mucha diversidad en ese sentido: tenés muñecos que están diseñados por arquitectos y a los que les ponen mucha plata y otros que están hechos a pulmón. Pero todos tienen un costo que hay que solventar mediante la contribución de los vecinos", cuentan.
De ahí que el ingenio para conmover a los que pasan no descanse: Bruno Quatela y Ezequiel Berra buscan lograrlo escribiendo chistes en una pizarra y mostrándolos a los automovilistas que pasan. Al pie de los chistes viene el pedido de una colaboración. El objetivo es concretar un nuevo muñeco. Y sobre todo, divertirse.
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