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Las cinco vidas de Ernesto Sábato

1 de Mayo de 2011 | 00:00

Las cinco vidas de Ernesto Sábato

por Sebastián Martínez Daniell*

Con ese dejo de pesimismo y amargura que trasluce lúcidamente su obra literaria, Ernesto Sábato se marchó de la vida pública argentina dejando detrás de sí los varios caparazones que lo arroparon durante su vida: la del prometedor científico y dirigente comunista; la del escritor reconocido; la del referente en temas políticos, y la del prócer casi centenario, algo olvidado y solitario, que se refugió en la pintura hasta encontrar la muerte.

Si el ejercicio de diseccionar una vida y descomponerla en partes fuese lícito, se podría decir que la existencia de Sábato evolucionó de fase en fase, y que cada etapa exhibía una cara distinta y una función social nueva que iban reemplazando a las anteriores.

La estricta biografía cuenta que el joven Sábato tuvo dos pasiones declaradas, de las cuales terminaría claudicando: las ciencias físicas y el ideario marxista. Y en el desarrollo de ambas fue brillante.

Como investigador de las radiaciones atómicas recibió becas para trabajar en París y en Massachusetts; como dirigente político fue secretario general de la Federación Juvenil Comunista, delegado en un congreso mundial realizado en Bruselas y uno de los pocos jóvenes argentinos llevados a Moscú para estudiar en las Escuelas Leninistas.

Sin embargo, poco después de cumplir los 30 años, una crisis existencial lo llevó a dudar de todos los dogmas (científicos y políticos) en los que había depositado su fe juvenil. Abandonó la física, se alejó del Partido Comunista y se refugió en las letras y la pintura.

Al tiempo que su repudiado primer peronismo terminaba de consolidarse como la principal fuerza política de la Argentina, Sábato terminó de quitarse los ropajes de su primera vida y adquirió una nueva armadura: la literatura.

Con la publicación del ensayo "Uno y el universo" perdió su condición de inédito. Pero la consagración le llegaría en 1948 con su primera novela, "El túnel", que fue motorizada por el cenáculo de la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, con la anuencia de Jorge Luis Borges y una recepción aclamatoria, que hasta incluyó elogios del existencialista francés Albert Camus.

El resto de la historia es más o menos conocida. A partir de entonces, y durante tres décadas, Sábato se convertiría en una figura central de las letras argentinas. "Hombres y engranajes", "El escritor y sus fantasmas", "Romance de la muerte de Juan Lavalle", "Abaddón, el exterminador" y, especialmente, "Sobre héroes y tumbas", son algunos de los pergaminos que le ganaron un sitial de privilegio en la literatura argentina del siglo XX.

Si bien Sábato fue quedando, como casi todos los demás, paulatinamente a la sombra de Borges (quien hablaba cordial y respetuosamente de él en público pero lo mencionaba sarcásticamente en privado), la talla de su obra compitió durante unos treinta años a la par de las mejores plumas locales de la centuria: Roberto Arlt, Adolfo Bioy Casares, Rodolfo Walsh, Julio Cortázar, Silvina Ocampo, el ya olvidado Eduardo Mallea y unos pocos más.

La década del '80 y el retorno de la democracia marcarían la tercera etapa en la vida del Sábato público. Hay dos fotos que sintetizaron esta época. Una, de 1984, lo muestra entregando el informe de la Conadep sobre la desaparición forzosa de personas.

Esta imagen es la que prefieren sus admiradores: la que lo eterniza como un símbolo de la defensa de los valores democráticos. La otra foto es anterior, de 1976. A su derecha están Borges y Jorge Rafael Videla. Se tomó durante un almuerzo que el cabecilla del golpe de Estado compartió con escritores.

Esta imagen es la que empuñan los detractores de Sábato para mostrarlo como un hombre de ideas débiles y contradictorias.

Durante los años '80, ambas fotos eran habitualmente esgrimidas en los debates sobre el rol del intelectual en la Argentina. Pero lo cierto es que, casual o causalmente, la entronización de Sábato como figura de referencia política se fue dando de modo paralelo a su pérdida de peso como figura de referencia literaria.

De a poco, a medida que la democracia se fue asentando, la obra de Sábato fue perdiendo interés para los círculos de letras. Las nuevas generaciones de escritores no lo tenían como modelo, los críticos lo minimizaban, los académicos no lo tomaban en cuenta como material de estudio, y su propia producción literaria fue mermando: cada día publicaba menos con un impacto cada vez menor.

Su voz era cada tanto buscada por los medios, pero no para hablar de literatura, sino para que despotricara contra lo que él llamaba la "atrocidad" de las políticas neoliberales. Lo cierto es que Sábato fue perdiendo su lugar canónico en las letras argentinas, y su retiro en Santos Lugares, donde empezó a dedicarse íntegramente a la pintura, comenzó a ser el de un hombre apartado del mundo.

Esta fue la cuarta existencia de Sábato. La del escritor cuyas obras empiezan a ser olvidadas. Es cierto que mantuvo hasta sus últimos días cierto bronce ganado con glorias pasadas, pero sus textos ya no los veneraba casi nadie, tenían pocos nuevos lectores y escasísimos estudiosos.

La quinta vida del escritor comenzó este 30 de abril de 2011 y será póstuma. En los próximos días, ante la herida fresca de su muerte, se escucharán panegíricos y repasos exhaustivos sobre su vida, su obra y su figura. Quizás alguien recuerde que alguna vez escribió que "vivir consiste en construir futuros recuerdos".

Pero una vez que se apaguen los fuegos fatuos del funeral, sólo el tiempo dirá si su recuerdo lo presentará en la memoria colectiva como ese hombre brillante, polémico, ambiguo, pesimista y contradictorio que supo sobresalir en la historia reciente de la Argentina, o si será desplazado a un lugar secundario del canon cultural. Pero, aún en el peor de los casos, ya puede decirse que su obra no será olvidada en la fosa común del olvido.

*Sebastián Martínez Daniell es periodista y escritor. Es autor de las novelas "Semana" y "Precipitaciones aisladas", y de varios relatos que integran antologías de narrativa argentina contemporánea.

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