Increíble reventa de entradas ante la propia policía

ASUNCION, Paraguay (Enviado especial).- A cara descubierta, con total impunidad, como si se tratara de algo absolutamente legal, decenas de revendedores de entradas se paseaban entre los automóviles detenidos por el semáforo con luz roja de la avenida Presidente Perón. Trabajaban uno a diez metros del otro, sincronizados, sabiendo perfectamente hasta donde podían dejarse regatear los precios de las localidades para el partido de anoche. Ante semejante cuadro de situación, los efectivos de la Policía Nacional sólo atinaban a observar. La escena parecía repetida y eso la hacía absolutamente normal para los transeúntes de la agitada zona comercial.

Una platea lateral, cuyo valor impreso con el sello de la Conmebol era de 40.000 guaraníes (algo más de cuarenta pesos argentinos) a las doce del mediodía se vendía a 60.000, a las tres de la tarde a 85.000 de la moneda paraguaya, y dos horas antes del partido directamente a 25 dólares estadounidenses. Así de simple, así de vergonzoso. No era dos, ni cinco ni veinte, casi un centenar de revendedores fueron vistos por este diario trabajando a un ritmo incesante, cuando ya las radios locales habían informado que estaba casi todo agotado para este choque tan importante.

En la ciudad donde está radicada la coqueta sede de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) la grosera presencia de los revendedores pasó desapercibida únicamente para los encargados de abortar esa añeja metodología.

MERCADO LIBRE

Nada parece demasiado rígido por estas tierras y el tema de las entradas no es la excepción. En esta capital todo se consigue, más tarde o más temprano, pero se consigue. Cualquiera se acerca a preguntar qué es lo que el turista está buscando. Artículos electrónicos, ropa deportiva, relojes (es impresionante la variedad en la oferta callejera montada sobre cajones de madera), fruta de estación, sombreros, paraguas y lo que se le ocurra. Eso de la veredas libres para el peatón directamente no existe en la alocada calle Palma.

Bien podría definirse como un reino del comercio desordenado, tipo feria, donde pedir una boleta oficial puede provocar hasta una broma en quien está del otro lado del mostrador. En plena cuenta regresiva para el gran festejo del bicentenario de la independencia nacional, los paraguayos son libres de vender lo que se les ocurra.