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Tienen ese no sé qué las callecitas de Buenos Aires

Por EDUARDO TUCCI

Tienen ese no sé qué las callecitas de Buenos Aires

Los autos del Super TC 2000, a fondo por la 9 de julio durante la competencia final

2 de Abril de 2012 | 00:00

Todavía retumban en nuestros oídos los 430 caballos de fuerza de los Súper TC 2000, poniéndole la mejor música a una postal inimaginable frente al magnífico Teatro Colón, acelerando a fondo delante del Tortoni, buscando salir de la mejor manera en Diagonal Norte entre la Catedral y el Cabildo y girando a la derecha de un viaje desde la Avenida de Mayo a la 9 de Julio.

Asistimos a una aventura única, con una fascinante escenografía prestada por el centro porteño, que presentó un marco de público imponente en una fecha que ya quedó marcada en la historia de los grandes acontecimientos del automovilismo nacional.

En lo deportivo, Toyota demostró por qué es el actual campeón y ha logrado, con la de ayer, tres victorias consecutivas, contando la última competencia del 2011. El entrerriano Mariano Werner, uno de los pilotos de la nueva generación que se consagró ganando dos veces el título de la Fórmula Renault y corre de igual a igual con los monstruos del TC de cuatro litros, ayer supo esperar su momento y sobreponerse a algunos problemas mecánicos en su auto, para finalmente aguantar la arremetida final del Focus del brasileño Carlos Cacá Bueno y consagrarse como el histórico vencedor del gran Premio de Buenos Aires.

Había tres candidatos "puestos" por la mayoría luego de las pruebas clasificatorias del sábado a la tarde: Christian Ledesma, José María Pechito López y Facundo Ardusso. Los tres coquetearon con la punta pero por diferentes motivos tuvieron que irse antes a los boxes. Finalmente, la lucha se planteó entre el vencedor -que había largado desde el cuarto lugar- y Cacá Bueno, un histórico de los autos con techo y multicampeón en Brasil que buscó el liderazgo hasta los últimos metros, pero no le alcanzó. El tercer escalón del podio fue para Jorge Trebbiani, con el otro Focus del equipo PSG -Por Siempre Guido, en homenaje al piloto trágicamente fallecido en Balcarce Guido Falaschi-, devolviéndole el protagonismo a los vehículos de la marca del óvalo.

Para destacar, la arremetida de Néstor Girolami, que largó último y llegó a involucrarse entre los diez primeros. Y la perseverancia de Altuna para no perder el tren de punta.

ESPECTACULO SENSACIONAL

Más allá de la carrera en sí, que tuvo un final electrizante, todas las miradas quedaron puestos sobre un espectáculo sensacional. "Yo corrí en el circuito callejero más emblemático de todos, el de Mónaco, pero esto es diferente. Acá podés pasar con comodidad a un rival, y además esta es una gran ciudad que nos puso una multitud a los costados de la pista", decía muy temprano Pechito López, uno de los pilotos de primera línea que, además de ser una marca registrada aquí, tiene roce internacional.

El cordobés, a bordo de un Fiat Línea fue uno de los que le encontró la vuelta de entrada al callejero -como Ledesma, el ascendente Ardusso y Bueno, entre otros-, y pese a tener larga experiencia en esto de devorar kilómetros a más de 200, exclamó: "Me pasó algo extraño, es difícil explicar lo que se siente arriba del auto en cada vuelta".

Entre las expresiones de sorpresa y las revelaciones de los propios protagonistas frente a una carrera tan especial, los autos del Súper TC 2000 demostraron toda su categoría a pura potencia. Un sonido único -todos los autos tienen motores V8, caja de sexta y cambios en el volante, como la Fórmula 1-, llegaron a los 245 kilómetros por hora de velocidad final e hicieron vibrar el corazón capitalino.

UN CALLEJERO ESPECIAL

El trazado, que se presentó mucho más ondulado que lo esperado, mucho más ancho que cualquier callejero, tuvo sectores clave que ya el sábado eran el comentario dominante en los boxes. El sobrepaso más lógico para la mayoría estaría en la frenada en la 9 de Julio, frente al Colón, pero también había que estar muy atento en Diagonal Norte y Bolívar y en Avenida de Mayo y 9 de Julio.

El público que llenó las tribunas desde las 7 de la mañana y después deambuló a lo largo de los 3.080 meros de largo del trazado para encontrar el mejor lugar, tuvo su recompensa pese a que algunos protestaron por los "baches" en el diagrama de la prueba, sobre todo el sábado. De todas formas, llevarse en las retinas la imagen de un Ford a fondo con el Cabildo de fondo, o al Toyota campeón girando como si nada con el Teatro Colón de fondo y al Chevrolet del velocísimo Christian Ledesma haciéndole un moño al Obelisco terminaron conformando las fotos multicolores y rugientes que nadie olvidará fácilmente.

Se estaba corriendo en el corazón político, económico, cultural y financiero de la gran capital. El estruendo de las máquinas casi se equiparaba con el de la multitud -¿un millón personas en las dos jornadas?-, que se dio cita para la fiesta del deporte motor. Ya a las 9:30 cuando el padre Alejandro Russo desde la Catedral, y previo a oficiar la misa de Ramos, bendijo autos y pilotos, y la pista dibujada por muretes y mallas de dos metros de altura era una locura. Ni que hablar cuando pasado el mediodía la veintena de estruendosos autos del Súper TC 2000 se pusieron en posición para el lanzamiento. Ahí, la locura fue total.

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