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Opinión |ESTO QUE PASA

El lecho contaminado del caos serial

15 de Diciembre de 2013 | 00:00

Por PEPE ELIASCHEV

Twitter @peliaschev

Es difícil encontrarle el nombre preciso. ¿Turba? ¿Horda? ¿Malón? Todos estos sustantivos fueron usados, una manera de comprobar que la Argentina no consigue explicarse a sí misma. En el país donde las torturas más salvajes fueron llamadas “apremios ilegales”, no es sorprendente que haya quien haya usado la frase “grupos de inadaptados”, o “minoría de intolerantes” para identificar a quienes en esta última quincena se han venido exhibiendo impúdicamente, como excrecencia lacerante de una Argentina a la que el actual gobierno denomina “un país de buena gente”.

POBREZA ENIGMATICA

Atrapada por una pobreza tan insultante como absurda, la Argentina sigue siendo, sin embargo, una tierra bendecida por su suerte. Sólo la mirada aldeana y ensimismada que prevalece aquí impide advertir que niveles de indigencia crucifican a países de otras latitudes, en Africa, en el Medio Oriente, en América Central y el Caribe, en Asia. Los millares de forajidos argentinos que hace semanas exhiben triunfales ante las cámaras la mercadería robada, así como los miles de violentos predadores que estos días atormentaron el centro de Buenos Aires con la excusa de que era el día “internacional” (sic) del hincha de Boca, patentizan un estado de cosas que es imprescindible poner de relieve.

Es cierto que el atraso de los partidos políticos, o -si se quiere- su progresiva irrelevancia, fueron dando lugar a la hegemonía de la muchedumbre. Nombre elegante para el vetusto concepto de “masas populares”, esa muchedumbre anónima que renuncia a ser representada y no le da mandato a nadie, es el sujeto político de la era del populismo. La Argentina empezó a vivirlo desde fines de los años Noventa y la cuestión se viralizó de manera apabullante al comenzar el nuevo milenio. El país no ha salido de ese estadio primitivo y envenenado.

OTROS PAISES

Se suele alegar que los espasmos de ciega y destructiva anomia social se verifican en muchas partes del mundo. Es un consuelo mentiroso. Esas devastaciones han sido pocas, puntuales y rápidamente contenidas. En Londres como en Río de Janeiro, estallidos sociales con severa capacidad depredatoria ocurrieron, pero la cauterización fue inmediata y contundente. La Argentina, en cambio, vive hace ya tres lustros recostada sobre el lecho contaminado del desorden y el caos serial.

Acicate poderoso del despedazamiento del tejido social es la herramienta de una exigencia voraz asociada a la amenaza. Este país ha sacralizado las demandas al punto de convertirlas en icono religioso. Bajo el lema perverso de que cuando hay una necesidad debe haber siempre una ley satisfaciéndola, la Argentina no se alarma excesivamente del destructivismo social. Una mayoría silenciosa la tolera tácitamente como expresión de un reclamo legítimo.

Por eso, el calor de fines de noviembre y el siempre tenebroso diciembre pone a burbujear el espeso caldo de los aprietes policiales. Entre fines de enero y comienzos de febrero se escuchan las amenazas docentes: aumentos o no hay comienzo de clases.

La Argentina tiene una destreza imbatible para escabullirse entre la espada y la pared, maestra mundial en el jugar con fuego. Si el miedo más abismal fue el ánimo que impregnó a la sociedad en las décadas del terror cotidiano, esa sensación de indefensión se ha replicado ahora, a pesar de los fastos oficiales por los treinta años de democracia. Totalmente protegida de amenazas exteriores y catástrofes naturales de gran escala, en la Argentina se vive con miedo. ¿País paranoico? ¿Apocalíptico? ¿Desmesurado? Lo único evidente, más allá de conjeturas y divagues seudo intelectuales, es que las vociferaciones violentas que sacuden a la Argentina no se desprenden del hambre hiriente que sacude a pueblos desesperados por el raquitismo de sus niños.

LATITUDES LEJANAS

Claro que hay indigencia en la Argentina, pero las turbas de estas semanas buscan calzado caro (“altas llantas”) y televisor es de plasma, electrodomésticos y smartphones. No se vio a nadie robando leche o pan para los vientres de los indigentes. Empero, hay pobreza y mucha.

En 1983, cuando la Argentina reanudaba el protocolo de la rutina de la democracia, la pobreza alcanzaba al 19.1 por ciento de su población, mientras que en la indigencia vivía el 5.4 por ciento. El año pasado, 2012, la pobreza alcanzó a 26.9% y la indigencia al 5.8 por ciento. Estos datos han sido recopilados por el Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la Universidad Católica Argentina. Las cifras de 2013 serán peores que las de 2012. Es un fracaso indesmentible, al margen de las pamplinas indecentes de “la década ganada”.

El Gobierno ha sido imbatible en la guerra de las retóricas. ¿No es llamativo el aplacamiento de la guerrilla verbal contra “los medios hegemónicos”? Aparentemente conforme con salvar el ropaje de la puesta en escena, el grupo gobernante ha logrado ganancias estratégicas sustanciales, al margen de las piruetas “democratizadoras” de los medios con que entretuvo a legiones de creyentes muy crédulos. Lo cierto son las efectividades conducentes, como lo demuestran las ganancias estratégicas de conglomerados económicos abocados a obra pública (Electroingeniería dispone del Canal 360 y de Radio del Plata), petróleo (Grupo Uno, Vila-Manzano, radio, cable y TV ) y casinos (el Grupo Indalo de Cristóbal López, radio y cable). La mítica “madre de todas las batallas” contra esos medios supuestamente hegemónicos, sólo en apariencia enderezada a asegurar diversidad, pluralismo y acceso a la información, se salda con la consolidación de una plutocracia mediática conectada a los negocios privilegiados con el Estado.

Es innegable que el surco profundo dejado por el desmadre de 2001 aún determina los derroteros de la Argentina. Este viernes 20 de diciembre, el tribunal oral federal número 3, integrado por los jueces Guillermo Gordo, Miguel Pons y Fernando Ramírez, deberá absolver o condenar al ex presidente Fernando de la Rúa en la causa por el supuesto pago de sobornos en el Senado, en 2001. Si De la Rúa sale indemne de la decisión, un inmenso aparato caerá como un piano desde un décimo piso. El peronismo en general, y el kirchnerismo en particular, hicieron escarnio de De la Rúa durante una década. Casi todo el numeroso y gravitante sector no radical de la Alianza (con Chacho Alvarez al frente) se pasó al kirchnerismo en 2003, como si el Gobierno de 1999 a 2001 nada tuviera que ver con sus responsabilidades. Excepciones fuertes han sido los casos de Graciela Fernández Meijide y Rodolfo Rodil, entre muy pocos. Al invitarlo a De la Rúa este 10 de diciembre a la Casa Rosada la Presidenta esté tal vez adelantándose a lo que sabrá este viernes 20. ¿Jugarreta del destino o deliberada decisión de unos jueces astutos? Un 20 de diciembre de 2001 De la Rúa renunció a la Presidencia de la Argentina, superado por una pueblada en cierto modo comprensible en sus razones, pero desmesurada y brutal en sus consecuencias monstruosas. ¿Vendrá la rehabilitación tras doce años de pura intemperie? Enigmático país la Argentina, siempre demorado en los odios del pasado, pero permanentemente dispuesto a cabalgar en los siete jinetes del apocalipsis.


www.pepeeliaschev.com


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