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En las familias, la prolongada falta de clases se vivió con angustia

Algunos padres improvisaron deberes para sus hijos. Para todos, las rutinas se vieron profundamente alteradas

30 de Marzo de 2014 | 00:00

Marina Pabón va a recordar el último paro docente como un período de intranquilidades familiares que nunca antes había experimentado. Es que tanto ella como su marido trabajan y había un período de alrededor de 40 minutos en que no tenía a nadie con quien dejar a Noelia, su hija de 7 años. “No tenía más remedio que dejarla sola en casa. Nos llamábamos por teléfono todo el tiempo, pero nunca estuve tranquila”, dice Marina y casi enseguida agrega: “a pesar de todo apoyé en todo momento a los docentes en su reclamo y creo que el paro no duró tanto tiempo y los días se pueden recuperar”.

Marina admite que toda la rutina de su casa se vio alterada. Y reconoce que muchas ideas pasaron por su cabeza a medida que el paro se extendía.

“En estos casos se piensa en muchas cosas, entre otras, la de pasar a los chicos a un colegio privado. Yo lo pensé en esta oportunidad, como también en paros anteriores. Pero lo cierto es que los colegios privados laicos son muy caros y los más accesibles, que son los confesionales, no me convencen. Así que una vez más descarté la idea y prefiero que la nena se quede en la escuela pública”.

Los días sin clase obligaron a Mariana a improvisar tareas para la nena: “hubiera querido tener más tiempo para hacerle hacer deberes, pero por los horarios del trabajo no pude, así que trataba de estimularla a leer libros y mirar programas educativos en la televisión”, dice.

DEBERES DEL AÑO PASADO Y EXCURSIONES

Para Virginia Añamuro, vecina de City Bell y madre de Adela (7) y Dante (10) Cataniese, el prolongado paro cambió por completo la vida de la familia.

“Si hubiera pasado hace unos meses, cuando estaba trabajando en relación de dependencia hubiera tenido problemas con los horarios, pero como ahora estoy trabajando por mi cuenta pude dedicarme a ayudar a los chicos a aprovechar el tiempo, porque sobre todo el más grande vivió todos estos días con angustia, porque quería volver a la escuela”, dice.

Añamuro cuenta que lo primero que hizo fue recuperar los libros del año anterior y buscar si habían quedado ejercicios para hacer sin completar. Cuando vio que quedaban varios puso a los chicos a resolverlos y ella misma los corregía.

“También traté de organizar salidas didácticas, para evitar que los chicos se pasen el día encerrados en la casa, donde se aburren y promover que hagan algo que les permita aprender. Así, fuimos a recorrer varias veces el Parque Pereyra, fuimos al Zoológico y a la Biblioteca de Bellas Artes, a una jornada especial que se hace una vez al año en la que abren sus archivos al publico”, cuenta.

La preocupación por un paro tan prolongado provocó que “muchos padres que están en la comisión del colegio plantearan su deseo de pasar a los chicos a una escuela privada. Es algo que en una situación así siempre escuchás y algunos lo concretan y cambian a los chicos. Generalmente cuando eso pasa es porque los padres tienen situaciones laborales difíciles y no pueden manejar tanto tiempo sin clases”.

Algunos padres creen que los 17 días del paro no se van a poder recuperar en el aula y otros, en cambio, se muestran mucho más optimistas.

“Todo depende del grado que curse el chico. Por ejemplo, en mi caso, Dante estuvo todo el tiempo preocupado porque sabía que perder días de clases le iba a suponer un problema más adelante. El está en quinto grado. En cambio, Adela, que está en segundo, tiene menos problemas y vivió este período con mucha menos preocupación”.

Para algunos especialistas, el tiempo perdido va a ser difícil de recuperar y se va a necesitar el acompañamiento de las familias para lograrlo.

Uno de los aspectos que más preocupa es la frustración de los chicos que, ansiosos por iniciar el ciclo lectivo, debieron esperar 16 días para hacerlo.

En ese lapso, Dante Cataniese le dio vueltas al asunto hasta que le transmitió a su mamá un pedido: “que lo cambie a otra escuela estatal, pero donde no haya paro”.

Para Dante, que se define como un amante de la fotografía que anda de acá para allá sacando fotos con su tablet, las actividades que programaron durante el paro no alcanzaron para compensar la angustia que le provocó diferir el inicio del ciclo escolar.

“Quería ver a los compañeros, empezar el año de una vez y estudiar. Le encantan todos los temas ambientales y sobre todo la historia reciente de la Argentina. Pero yo, aunque les programé algunos ejercicios para que no se aburran, no estaba en condiciones de darle clases de esos temas”, dice la mamá.

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