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Revista Domingo |INTERÉS GENERAL

Famosas amas de llaves

13 de Abril de 2014 | 00:00

Por LIZ SPETT

lizspett@gmail.com

Estoy por adentrarme en la obra de Proust. Intentaré no guiarme solamente por la variable ”me gusta”, “no me gusta” o “me gusta más o menos”. Cuento para ello con la orientación de mi profesor de literatura. Casualmente, encuentro una nota de la españolísima Rosa Montero en el diario El País, donde habla de un libro que acaba de leer. Se trata de las memorias de Celeste Albaret, el ama de llaves del escritor, donde cuenta intimidades, anécdotas, confidencias del francés, que escribía de noche y dormía de día. Además de ser un tipo demasiado atado a una madre que lo crió, un padre que no entendía ese peculiar sentimiento que su esposa le dedicaba al pequeño- Marcel- y una criada que lo asistió hasta en su lecho de muerte. Celeste ocupó un lugar importante en la dimensión proustiana. En el filme, La gran Belleza, el protagonista también conversa y pide consejos a la mucama, a quien escucha con atención.

Pero no es Proust quien me interesa en la ocasión, sino su ama de llaves y todas las que ocupan ese lugar para ilustres conocidos. No es lo mismo servir por un sueldo a un escritor que ya ha cosechado reconocimiento que a mí, por ejemplo. Y muchas como yo, que siempre la apechugamos como podemos.

A estas amas de llaves o personal de servicio, cuando les sobreviven a sus empleadores, alguna editorial ávida de nuevos saberes sobre el difunto, ofrece una buena retribución para repasar vida y obra del que partió, desde otra perspectiva. Que para mí resulta más sabrosa que la primera cocción; la que todos ya conocen.

Esa mirada, seguramente tan teñida de recortes como la académica, permite trazar otro mapa más humano del muerto. Es el caso de Fanny Uveda, la mujer que vivió cuarenta años con la familia Borges. Saber que el escritor comía sólo arroz con manteca con queso rallado y agua sin gas, me lleva a la conclusión de que no residía en el paladar su sofisticación, por cierto. La dejaba para sus textos. Que jugaba con su gato Beppo le agrega, una cuota de humana animalidad a su inobjetable pluma.

Jovita Iglesias, la mucama de la pareja Bioy Casares- Ocampo tampoco se guardó lo que tenía para decir. En “Los Bioy” se despachó con lo que había callado de “esa extraña pareja” donde ella le llevaba diez años y él no se privó de hacérselo notar. Con amor según dice Jovita, pero no se privó de nada el señor de la casa.

Flaubert comienza “Un corazón sencillo” de este modo: “A lo largo de medio siglo, las burguesas de Pont-l’Evéque le envidiaron a madame Aubain su criada Felicidad. Por cien francos al año, guisaba y hacía el arreglo de la casa, lavaba, planchaba, sabía embridar un caballo, engordar las aves de corral, mazar la manteca, y fue siempre fiel a su ama -que sin embargo no siempre era una persona agradable”.

Muchos recordarán a Mammy, la criada negra de Scarlett O’Hara, en Lo que el viento se llevó. A propósito de esto último, saldrá a la venta una precuela basada en la vida de la fiel servidora.

Es claro que en la actualidad esta no es una tarea que se cumpla solamente por amor ni devoción a un empleador, como ninguna otra lo es. Existe una paga, una retribución que se ajusta a las leyes del mercado capitalista. En una jornada completa no deja de haber rispideces, como en tantas otras tareas.

Sin embargo, ser partícipe y espectador de la vida privada de ciertos escritores no deja de agregarle un plus a esta labor que tiene sus complejidades. Entiendo que la dialéctica del amo y del esclavo hegelianas se suaviza, porque se teje una red de afectos e intimidad poco frecuentes. En los casos antes mencionados las organizadoras del hogar, asumen un papel protector. Decime si eso no se parece a lo que comúnmente llamamos madre, el lado bueno de una madre. Porque también existe, siempre según la literatura, el lado B, el lado malo. Recordemos el texto “Las criadas” de Jean Genet. Ese ése basado en un hecho real, el del asesinato cometido por la hermanas Papin a sus patronas. Que más que asesinato fue una revolución en Francia. Una materia prima que le sirvió a Lacan para escribir su tesis sobre la paranoia.

Asistir a la intimidad de los escritores les permitió a estas mujeres todo- terreno, transmitir sus experiencias de vida bajo el mismo techo y hasta hacerse un poco famosas. No es poco.

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