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Séptimo Día |ESCENARIO INTERNACIONAL

La vergüenza de los ataques con ácido en la India

Entre dos y tres agresiones con líquidos corrosivos se producen cada día en el país asiático y, según los expertos, no son denunciados. En la mayoría de los casos, las víctimas son mujeres que quedan desfiguradas, y los verdugos, pretendientes despechados que actúan por venganza

13 de Abril de 2014 | 00:00
LA JOVEN LAXMI FUE ATACADA CON ÁCIDO POR UN PRETENDIENTE DESPECHADO QUE LE DESFIGURÓ EL ROSTRO CUANDO TENÍA 14 AÑOS
LA JOVEN LAXMI FUE ATACADA CON ÁCIDO POR UN PRETENDIENTE DESPECHADO QUE LE DESFIGURÓ EL ROSTRO CUANDO TENÍA 14 AÑOS

El drama de los ataques con ácido no sólo es un problema en la India. También subsiste en algunos de los países vecinos, como Pakistán, pero el gigante asiático ha sido el primero de la región que ha dado un paso para afrontarlo con la adopción de una legislación específica de resultados, no obstante, inciertos.

El cambio de marco legal se debe, en buena medida, a una campaña de presión de grupos humanitarios, que apoyaron el reclamo de algunas víctimas para que el Parlamento y el Tribunal Supremo ordenaran restringir la venta de ácido y pusieran coto a su empleo. El ácido es muy accesible en la India, donde el litro cuesta nada más que medio dólar y suele utilizarse para limpiar cañerías e inodoros.

La campaña desembocó en una ordenanza que estableció, en julio pasado, compensar con 5.000 dólares a las personas que sufrieran ese tipo de ataques, y que exige a los vendedores de productos como el ácido sulfúrico que agenden siempre la identidad del comprador.

Pero los sectores de la sociedad civil que impulsaron la campaña consideran que el nuevo marco legal es aún insuficiente, por lo exiguo de la compensación económica y la falta de estadísticas fiables que puedan dar fe de que se ha puesto freno a esta salvaje modalidad de agresión.

“Todavía no sabemos si se han reducido o no los ataques porque la policía los registra junto a otros delitos, como la violación y los acosos y abusos sexuales” explica Alok Dixit, que dirige “Stop Acid Attacks”, una ONG que se dedica a ayudar a las víctimas. “Tendremos que esperar varios meses para poder saber si se ha producido un cambio de tendencia”, agrega Dixit, quien apunta, además, que las cirugías estéticas pueden costar hasta 50.000 dólares, diez veces más que la compensación acordada.

AYUDA PARA LAS VÍCTIMAS

Junto a tres amigos, Dixit creó “Stop Acid Attacks” en marzo de 2013 después de tomar conciencia de la gravedad del problema a raíz de un caso que, en el año 2000, causó un gran impacto en su localidad natal de Kanpur, cuando él tenía apenas once años de edad.

“Desde entonces me interesa el asunto, que no me pude sacar de la cabeza. Después de estar un tiempo en el Ejército me dediqué al periodismo para denunciar la suerte de estas mujeres”, recuerda Dixit, que en la actualidad tiene 25 años y se dedica en cuerpo y alma a la ONG.

Dixit encontró el amor junto a la joven Laxmi, quien sufrió un ataque con ácido de un pretendiente despechado que le desfiguró el rostro cuando tenía 14 años, en 2005. Laxmi y Dixit encabezan la lucha en la India contra los ataques con ácido.

Dixit afirma que “Stop Acid Attacks” únicamente se financia con aportes privados que permitieron a la organización alquilar un pequeño departamento en un barrio popular de Nueva Delhi desde donde él y sus compañeros despliegan sus campañas de concienciación y atención.

“Aquí viven o vienen con frecuencia una docena de víctimas de la capital, a las que asesoramos y cuidamos, pero estamos en contacto con otras 50 personas que han sufrido ataques del mismo tipo en toda la India y a las que también prestamos apoyo”, asegura. “Nuestras operaciones consisten en ir adonde se ha producido un ataque para denunciarlo y concientizar a la población”, agrega.

La sede de la ONG asimismo recibe a víctimas que tras sufrir el ataque padecen abandono familiar o rechazo social. Una de esas víctimas es Sapna Kumar, de 21 años y cuyo caso es uno de los más comunes entre los ataques de esta naturaleza. “Alguien que tenía diez años más que yo quería casarse conmigo. Pero yo no me quería casar porque prefería seguir estudiando. Entonces él empezó a amenazarme por teléfono y me decía que, si no nos casábamos, me mataría”, recuerda la joven Sapna. “Hasta que el 7 de agosto pasado, cuando volvía a casa al caer la tarde, él se acercó en moto con un amigo, y me roció el ácido”, agrega, antes de subrayar que “desde el principio, la Policía quiso convencerme de que no lo denunciara, pero yo me empeñé”.

VIDAS DESTROZADAS

También el caso de Shaheen Jahan (30) es paradigmático. “Me casé por amor. El problema surgió cuando entré a trabajar en una oficina y el jefe empezó a hacerme preguntas incómodas. Me llamaba a su despacho y me hablaba durante horas y horas. Adiviné -explica-, que lo que quería de mí no era otra cosa que sexo”.

“Un día no pude más y se lo conté a mi marido, que fue a ver a mi jefe para que me dejara en paz. Poco después, el 9 de noviembre de 2009, mi jefe me atacó con la ayuda de otra persona”, lo que además de dejarla desfigurada, también le arruinó el matrimonio. “Mi marido se separó de mí”, relata angustiada.

Aunque los ataques por cuestiones de género son la inmensa mayoría -y en buena parte no son denunciados por presiones de las familias, tanto de las víctimas como de los verdugos-, tampoco faltan los que tienen su origen en otros conflictos.

El caso de Rupa Devi (21) es distinto a las de su compañeras de piso en la ONG; a ella la atacó su madrastra “que pretendía que hiciera todo el trabajo de la casa pero yo me negaba. Mi verdadera madre murió cuando yo tenía solamente dos años de edad. Y, desde que mi padre se casó con ella, mi madrastra nunca nos trató bien, ni a mí ni a mis hermanos”, expresa.

Rupa cuenta que, tras perpetrar el ataque, el 2 de agosto de 2008 y cuando dormía, su madrastra estuvo un año y medio en la cárcel, pero fue liberada tras retirar la víctima los cargos en su contra, algo que no sirvió en nada para mejorar las relaciones en el seno familiar, sino todo lo contrario.

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