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Dulce hogar para los sin techo

Nancy Maldonado, la que rescata en La Plata a gente “en situación de calle”. Unas 25 personas se albergan en su parador, donde les ofrecen techo, comida y posibilidades de trabajo “pero afecto, primero que nada”. Una idea sostenida por la generosidad, con más de 60 voluntarios que no cobran nada

17 de Agosto de 2014 | 00:00

Por MARCELO ORTALE

Ella dice que “cada vez que tocan timbre, abrimos la puerta sabiendo que nos llega una historia dramática”, pero que se siente fortalecida para enfrentar cada una de esas situaciones. “Estoy fuerte porque veo que se puede…” explica Nancy Maldonado en su parador de la calle 6 y 36. Y ese “se puede” lo repetirá varias veces a lo largo de la entrevista, como para que todos se convenzan de que no es tan difícil ayudar.

En su parador los desamparados tocarán timbre y recibirán techo y comida, les darán posibilidades de bañarse y una cama para dormir abrigados. Inclusive, tratarán de conseguirles trabajo. “Pero lo principal es el afecto que se les puede dar. Es lo primero que valoran, porque es lo que más necesitan. Afecto, contención. Muchos de ellos, a poco de estar acá coinciden en murmurar “hogar, dulce hogar…”

Ella no tarda en entrar en materia. Una materia que se escribe con historias humanas. “Siempre me involucré colaborando con las necesidades, trabajé en los comedores comunitarios, iba a los geriátricos a brindar ayuda. Pero el clic fue en agosto de 2009, una noche muy fría. Iba con mi auto por 11 y 49 cuando dos mujeres en el semáforo se ofrecieron para limpiar el vidrio. Me llamó la atención que fueran mujeres. De dónde sos, dónde vivís, le pregunté a una de ellas. Vivo ahí, dijo y me mostró un zaguán cercano. No puede ser, pensé, vivían en la calle. Eran dos hermanas, alcancé a ver una colchoneta en el zaguán…”

Nancy vivía entonces en Arturo Seguí, con sus padres –Nelson Maldonado y María del Carmen Martínez-: “Así que esa misma noche me fui a Seguí y le conté a mi madre lo que había vivido… Ella me contestó de inmediato: hagamos algo… Tenemos que ir”. Así que convocaron a algunos vecinos, hicieron varios termos de café, juntaron frazadas y se vinieron esa misma gélida noche para La Plata. “No teníamos ningún plan, ningún itinerario planeado. Estábamos en tres autos y recorrimos de cualquier manera el centro”.

Esa noche encontraron en diagonal 73 y 56 el primer hombre. “Se llamaba Alfonso, tenía várices y varias partes de las piernas ulceradas. Mi cuñada que es radióloga lo llevó a la guardia de un hospital, allá lo bañaron, le curaron las heridas y así empezó mi fundación, que se llama Sumando Voluntades. Yo vi que no había ningún lugar para tanta gente que dormía en las calles, no existía ningún parador. Así que arrancamos, hicimos la fundación, le dimos personería y desde entonces no paramos más”.

Dice que tuvo la inicial ayuda de un político, pero que ahora no cuenta más con ese ni ningún otro aporte de la política. “No sólo eso, tampoco estoy detrás de ningún cargo político. Se puede hacer perfectamente un montón de cosas, se puede ayudar, sin apoyos políticos. Lo puedo asegurar porque lo estamos haciendo, con el apoyo de los voluntarios y de la generosidad de mucha gente y de muchas empresas que colaboran”

Catalina Ortega, la familia Monzón, los Moschen, los Contreras, los Palacios, los Alvarez, son los habitantes de Seguí que se sumaron de entrada para ayudar. Ellos fueron el núcleo de los actuales 64 voluntarios que donan tiempo, trabajo, comida y apoyos de toda índole a la Fundación Sumando Voluntades.

El parador está abierto entre las 18 y las 9 de la mañana. A la tarde se ofrece una merienda, luego los alojados podrán leer en la biblioteca muy surtida de obras, ver televisión o asistir a talleres de pintura y música que se dictan; luego cenarán y más tarde duermen. “Todos los años exponemos los cuadros que se pintan acá”, cuenta. A la mañana siguiente, los alojados desayunan y salen, algunos a trabajar y otros a buscar trabajo.

El parador es para hombres y mujeres, mayores de edad. Cada historia merecería una novela, una película, una obra de teatro. Nicolás (28) es hijo de un empresario de nuestra zona. Sufría severos problemas de adicción. Lo encontraron mal durmiendo en una guardia de un hospital. “Necesito dormir” dijo, cuando lo despertaron. Lo llevaron al parador. “Nos costó muchísimo sacarlo, pero pudimos finalmente. Un día lo encontramos chateando con una joven mexicana. Se enamoraron. El logró ir para allá totalmente curado. Resulta que se casaron y el vive en México, trabajando de remisero. Tienen un nene y son muy felices”, cuenta Nancy.

Casi todas las historias que cuenta tienen como un final feliz… ¿Siempre es así?

“No, no siempre es así. Muchas veces ocurre que vos querés cambiar el mundo y a veces no podés. Por eso recurrimos en varias oportunidades al apoyo que nos dan desde la facultad de Psicología”

¿Cómo enfrentan las eventuales emergencias médicas que pueden tener? ¿Cuentan con algún respaldo?

“Tenemos un seguro de vida y contamos con asistencia médica, con el servicio de SUM. Y llegado el caso acudimos al hospital Reencuentros”

¿Cuál serían las características promedio de las personas que llegan al parador?

“Habitualmente son personas de 60 años de edad que vienen marcados por alguna desgracia familiar o laboral. Algunos de ellos, además, tuvieron historias muy desgraciadas en su infancia, fueron violados, o su pareja los dejó. Acá encuentran contención y tienen dos meses para reponerse, porque ése el tiempo de internación en el parador, son dos meses”

¿Les han conseguido trabajo?

“Sí, en muchos casos. Por ejemplo logramos que los restaurantes o cafeterías del Policlínico y del Ministerio de Seguridad estuvieran a cargo de ellos. Han hecho cooperativas y les va bien. También estamos relacionados con la Red Solidaria de La Plata”

¿La gente de La Plata ayuda?

“Tremendamente. Nos ayudan desde el hospital San Martín, los Guanzetti, los Fanelli, los Asprela, la gente de Belén, de la panadería Lean, de la Montserrat, del Rey del Dulce y de la Flor de Gorina. Muchos de ellos vinieron a ver lo que hacemos en el parador y nos entregan comida. Vení todas las noches y llevate lo que nos sobra, nos dijeron de una panadería. Está el caso de Cristina Barros Schelotto, la mamá de los mellizos, sabe, Cristina cocina todos los miércoles en su casa para 80 personas. Pasamos por la casa y buscamos esa comida, que es la misma que comen sus hijos y nietos. Ella está encantada de cocinar para la gente de la calle… Esas cosas no se saben, pero existen…”

Con la ropa pasa lo mismo, acá se ve un guardarropas muy surtido…

“Claro que sí. La gente de La Plata es muy solidaria. Pero mire, también nos manda ropa una empresa EAM de Miami, que repara aviones. Nos manda zapatos y distintas prendas… Claro que se puede… Con gran parte de los que nos donan hacemos las ferias americanas el primer y segundo domingo de cada mes, acá, de 12 a 17. Eso nos ayuda mucho y podemos pagar el alquiler del parador”

¿Cuál es su proyecto de vida? ¿Qué es lo que busca?

“Mi proyecto es que no haya más gente en situación de calle… Y otro sueño mío es poder comprar esta casa, la del parador, que la alquilamos. Si, voy a insistir… se puede…”

¿Cuál es uno de sus deseos inmediatos?

“Agradecer. Quiero agradecerle al vecino, al comerciante, al voluntario que no cobra y viene con ganas. Porque ese es el secreto, creo: que acá no se paga y entonces venís porque tenés ganas. Y resulta que cuando te vas, te das cuenta que te llevás mucho más de lo que das…”

¿Qué le ha dejado esta experiencia hasta ahora?

“Vea, tengo una hija de 18 años que se llama Sol. Ella trabaja todo el tiempo para la fundación. Lo que yo siento es que le puedo dejar un ejemplo… nada más que un ejemplo”.

***

En varias oportunidades, durante la entrevista, los ojos de Nancy Maldonado se humedecieron y su voz se entrecortó. Sobre todo cuando contó historias como la que vivieron hace poco, cuando rescataron a varias personas que pasaban la noche guarecidos en algunos cajeros automáticos. Y allí encontraron a un hombre que dormía. “Lo despertamos, le dijimos hola… Y él nos miró y nos dijo: me quiero morir”. O cuando habla de gente que se peleó con su familia, que pierde un trabajo y que “cuando perdés un trabajo, tu próxima casa es la calle”. Frente a esa realidad, esta joven mujer creó un espacio cálido –“no un galpón con camas” como ella dice- una casa de familia, un dulce hogar para los sin techo de La Plata

Contacto:
Fundación Sumando Voluntades
fundacionsumandovoluntadeslp@gmail.com

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