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Deportes |FUERON PAREJOS. NINGUNO HIZO MÁS QUE EL OTRO

El clásico se niveló hacia abajo y esta vez le sirvió más a Gimnasia

El Lobo, con los mismos hombres, mejoró un poco. El León, por los cambios y por un tiempo inicial muy flojo, deslució su imagen. Agustín Silva transmitió seguridad y fue la figura.

22 de Septiembre de 2014 | 00:00
ROMÁN MARTÍNEZ PERSEGUIDO POR ROJAS Y MUCHOS COMPAÑEROS DE AMBOS ESPERANDO LO QUE SUCEDA. UN CLÁSICO PAREJO QUE PASÓ CON MUY POCO DE FÚTBOL
ROMÁN MARTÍNEZ PERSEGUIDO POR ROJAS Y MUCHOS COMPAÑEROS DE AMBOS ESPERANDO LO QUE SUCEDA. UN CLÁSICO PAREJO QUE PASÓ CON MUY POCO DE FÚTBOL

OPINION
Por MARTIN MENDINUETA

El clásico 152 de la era profesional, válido por el torneo local, poco, casi nada, tuvo que ver con el que definió la suerte de ambos en el sendero de la Copa Sudamericana. A pesar de la escueta diferencia en el marcador final, el del martes pasado fue nítidamente para Estudiantes. Este, en cambio, fue parejo. De menor relieve técnico, con profundos baches de aburrimiento, pero valioso para calmar el ambiente albiazul, un tanto agitado por los magros resultados.

No hubo goles. Felizmente, tampoco incidentes. Y con ese cero a cero que pareció conformarlos a partir del minuto treinta del segundo tiempo, cada uno volvió a su realidad competitiva evaluando los matices de la actuación. Estudiantes quedó en deuda. Jugó flojo el capítulo inicial, no tan vehemente, con mucha imprecisión, escasa convicción ofensiva y mostrando errores de entidad en la marca de mitad de cancha hacia atrás. Por todo eso, y más allá de un claro repunte en el tramo inicial del complemento, se quedó fastidioso. No era para menos.

Gimnasia lo tomó mejor. Desde su modesta actualidad, lo valoró más. Después de lo mal que había jugado en ese escenario cuatro días antes, haber mejorado bastante en el semblante general fue, sin dudas, un importante paso hacia adelante. Muy temprano, a los 23 minutos, perdió a Osvaldo Barsottini (ya es uno de sus líderes) por lesión y no lo sintió. Oliver Benítez, un joven que hace bastante viene mostrando signos de evolución, se acopló sin problemas a un equipo sano. Ni perfecto, ni brillante, pero combativo y, al mismo tiempo, bien predispuesto para ir en busca del gol.

Las muy buenas respuestas de Agustín Silva impidieron que el huésped concretara ese negocio que le hubiera venido bárbaro para cambiarle drásticamente el estado anímico.

Tomando rápidamente nota de algunas flaquezas albirrojas, con un poquito del fútbol técnico de Jorge Rojas, más la intimidante personalidad de Omar Pouso (se hizo respetar ante Gil Romero y Prediger) y un Pablo Vegetti más parecido al de las primeras fechas que al de las jornadas coperas, los de Troglio atacaron varias veces con peligro.

El “Gori” se mostró como nunca en este semestre: seguro, ágil, suelto e irradiando una imagen de confiabilidad que los hinchas albirrojos todavía comentan con merecidos elogios.

El problema fueron sus compañeros. Salvo Guido Carrillo (su desgastante tarea merece la recompensa del gol), el resto cayó en el pozo de las imprecisiones. El de Magdalena volvió a ser reconocido por los hinchas porque se cansó de ganar en el juego aéreo, pivoteó de manera eficaz y le complicó la tarde a Juan Quiroga. Los ingresos de Diego Vera y Joaquín Correa sembraron optimismo en las tribunas, aunque más allá de alguna combinación prolija, nada hizo quebrar la paridad.

UN POCO DE PAz

¿Por qué le sirvió a Gimnasia? Porque tranquilizó su frente interno, donde la queja empezaba a levantar el volumen. El golpe de la eliminación fue duro y Troglio sabe que algunas críticas también le apuntan. Ahora tiene que trabajar buscando la mejor cosecha de puntos posible.

Facundo Oreja, Oliver Benítez y Diego Nicolaievsky, por sus destacados rendimientos, serán los tres que más contentos estarán hoy en la rueda de mate matutina.

PROLONGAR LA EFICACIA

¿Por qué nadie se fue contento en Estudiantes? Porque “regaló” un tiempo completo, el empate no le modificó el cuadro de situación en la tabla y, al mismo tiempo, tampoco ratificó esa idea que de local no perdona. Leandro Desábato, genuino capitán que no usa el brazalete, fue hasta el hueso en la autocrítica y tiene razón. Los vaivenes pronunciados en el carácter del equipo lo están privando del despegue definitivo. Es eficaz, pero sólo de a ratos. Prolongar sus buenos momentos, primeros tiempos ante Boca y Gimnasia por la Copa, por ejemplo, constituye el gran desafío para su conductor táctico. Pellegrino también lo advierte así.

Otro clásico más para la memoria de la ciudad. El de la carátula 152 no será muy buscado en los archivos. El paso del tiempo cubrirá de polvo y olvido este cero a cero desnudo de relieve creativo.

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