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ELDIA |LA CIUDAD

Amado y Silvia, otro matrimonio que se las bancó todas

Cumplir sesenta años de casados es un logro para celebrar. Si ese matrimonio, además, se inició en la adolescencia, tuvo siete hijos, se animó a emigrar desde el Paraguay y se forjó en una vida de sacrificios, el mérito es aún mayor. Es la historia de Amado y Silvia.

24 de Octubre de 2014 | 00:00
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A AMADO Y SILVIA LOS LLENÓ DE FELICIDAD EL HECHO DE HABER LLEGADO A CUMPLIR 60 AÑOS JUNTOS
A AMADO Y SILVIA LOS LLENÓ DE FELICIDAD EL HECHO DE HABER LLEGADO A CUMPLIR 60 AÑOS JUNTOS

Una larga mesa de impecable mantel blanco y vajilla al tono recibió, en una noche al aire libre, espléndida, y bajo la luz de las velas que bordeaban la pileta de natación, a los 50 invitados. La reunión se llevó a cabo en el parque de una casa de San Carlos y el motivo de la convocatoria fue homenajear a Amado - 79 - y Silvia -75 -, que estaban cumpliendo justo ayer mismo sus bodas de Diamantes, es decir, nada menos que 60 años de casados.

El veterano matrimonio es rico en historia y anécdotas. A lo largo de seis décadas conoció días intensos, momentos de extrema dicha, miedos y enormes sacrificios. El resultado de toda esa experiencia se sintetiza en una convivencia que logró encontrar los puntos de acuerdo a partir del amor y el conocimiento mutuo y que se resume, por sobre todas las cosas, en 7 hijos, 18 nietos y 12 bisnietos.

casamiento “por las dudas”

El largo relato de esta unión comienza en una colonia de agricultores en Paraguay, al promediar el siglo pasado. Amado Cálcena y Silvia Díaz eran vecinos de esa población y asistían a la misma iglesia evangelista. Allí, en el templo, se conocieron cuando los dos eran adolescentes, y allí también se casaron, el 23 de octubre de 1954, después de que los padres de ambos, muy estrictos a la hora de observar los preceptos religiosos, vieron que el romance iba muy en serio. “Quisieron que seamos marido y mujer enseguida, por las dudas”, contó el esposo con picardía y su mujer lo acompañó con una carcajada.

Ella con 15 años y él con 19, en el Paraguay edificaron su primer hogar, y enseguida, sin perder mucho tiempo, empezaron a llegar los chicos. Ahí, en esa colonia rural nacieron los primeros cinco hijos. Amado trabajaba y mucho pero el dinero no era suficiente para esa familia ya muy numerosa.

En 1970 se produjo la gran oportunidad para los Cálcena. Amado fue tentado por sus hermanos, que vivían en la Argentina (él es el único que no es argentino). Le aseguraban que en estas tierras sobraba trabajo. La familia juntó todo aquello que podía mudar, que no era mucho, y se instaló en La Plata. Con el dinero que había logrado ahorrar antes de viajar, Amado compró el terreno y se levantó una pequeña casa, la misma que, aunque ampliada con los años, todavía sigue ocupando la pareja en 52 entre 153 y 154.

Finalmente resultó como sus hermanos le habían dicho: el mismo día en que compró el terreno salió a buscar trabajo; se ofreció para cavar pozos en distintas construcciones del centro platense y ahí nomás lo contrataron. “Desde entonces no paré de trabajar, pero hubo momentos duros, en que yo estaba afuera, en obras de otras ciudades, y Silvia tenía que arreglarse como podía para darle de comer a los siete chicos, porque acá tuvimos dos hijos más”, recordó Amado, quien fue, además de albañil raso, capataz y encargado de edificios.

Tanto esfuerzo, de todos modos, tuvo sus frutos. Los hijos y los nietos del matrimonio llevan todos una vida sin sobresaltos, y ellos, desde hace tiempo jubilados, atienden todos los días el pequeño almacén que montó ella hace un poco más de veinte años.

las claves del amor

Mantienen los dos la misma fe evangélica de su juventud y esa espiritualidad se cuela en cada frase del matrimonio. Ambos creen que el ingrediente principal de la fórmula que los unió todos estos años es su “amor a Cristo”.

Igual, admitieron haber tenido sus diferencias. “No es nada fácil que una relación dure tanto tiempo, pero primero los hijos y después los nietos, contribuyen a sostenerla”, explicó Amado, mientras que Silvia señaló que “hay veces en las que hay que aguantarse algunas cosas” pero, subrayó, “todo se soluciona cuando desde el principio se tuvo el enamoramiento que tuvimos nosotros”.

En el momento de describirse uno al otro, Silvia definió a su marido como un hombre “muy respetuoso, cariñoso y afectuoso” y le destacó también “su excelente buen humor”. En cambio, Amado, dijo que su esposa “es una mujer enérgica, de firmes decisiones y de una sola palabra” y admitió, además, que “nunca me hubiera acostumbrado a estar con una persona sin carácter, que no tomara las riendas por su cuenta”.

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