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La Ciudad |HISTORIAS DE UNA VIAJERA AUDAZ, DE PASO POR LA PLATA

La loca aventura de viajar y vivir arriba de un Mehari

A los 55 años, la docente Laura Ferri dejó todo y se largó a recorrer el continente

24 de Octubre de 2014 | 00:00

Laura Ferri -55- es una vecina de Necochea que hizo unos 100 mil kilómetros al volante de su auto Mehari para recorrer distintas rutas de Argentina, Chile, Uruguay y Brasil. En pocos días partirá de esta Ciudad para establecer un nuevo hito: salir sin fecha de retorno con destino a Perú, Ecuador y Colombia. Asegura que no necesita de mucho dinero para cumplir su sueño y que transformó el interior de su auto en un diminuto hogar, ordenado y con los elementos necesarios para vivir el día a día. “Alquilé mi casa y vendí todos mis muebles, pero sé que me iré ganando la vida con mis libros, cosas que tejo o haciendo percusión con mis tambores”, afirma la viajera.

La exploradora realizó la mayoría de los viajes en soledad, aunque asegura que se fue cruzando con centenares de personas con las que pudo establecer un vínculo de camaradería. En su itinerario que casi nunca fue planificado se detuvo particularmente en escuelas rurales donde contó sus experiencias para acuñar en los chicos la frase: “si, se puede”.

“La Plata es la primera ciudad a la que viajé con mi Citroën Mehari 73 hace casi 7 años, acá viven mis hijos Micaela - 30 - y Facundo - 29 - y por eso me resulta importante transmitir el mensaje de que se puede viajar sola por los caminos de mi casa, la tierra”, afirma la mujer que aprendió a manejar en el Rambler Ambassador de su padre cuando tenía 16 años y que hace unos años decidió renunciar a la docencia para cumplir su sueño.

Laura también se sumó a las travesías solidarias con el grupo Mehari de Argentina y fue descubriendo en las salidas que cada vez le pesaba más el hecho de tener que regresar. Y un día se dijo a si misma ¿qué pasa si no vuelvo?.

“Lo primero que hay que perder es el miedo de no tener y yo me atreví a dar el salto después de preguntarme qué quería hacer y cómo quería vivir; renuncié a mi trabajo y analicé con qué dinero viajaría porque no soy ni artesana ni artista”, asegura.

El tiempo para pensar fue una puerta que se abrió y le mostró distintos caminos: ideó calcomanías, editó un libro y, hasta con la percusión de los tambores que suenan como el océano y los truenos, descubrió que la gente se le acercaba para charlar o dejarle algo de dinero.

imprevistos y solidaridad

En suma, aunque los viajes fueran en soledad se sorprendió al verse siempre acompañada. “La gente que se quiere ir es la que vive en las ciudades; la del interior vive hermanada con la tierra y es muy abierto a compartir, muchos me tendieron una mano cuando necesité algo o me invitaron a comer con ellos aunque tuvieran poca comida”, sentencia Laura.

Entre los lugares que más le gustó visitar menciona El Maitén - Chubut -, Laguna Negra en el parque Nahuel Huapi y distintos pueblos de Córdoba y Santa Fe.

Los imprevistos también fueron parte del día a día, pero Laura sostiene que está preparada para hacer frente a lo que pase. Por eso recuerda con una sonrisa cuando se le rompió un cilindro del auto en un barrio de Córdoba al que creía peligroso y sin embargo encontró solidaridad y una respuesta rápida; cuando le estallaron los vidrios del parabrisas o el día que se perdió en el camino de una montaña que parecía conducir a la nada misma. “Primero lloré, pero después me dije que la tierra era mi casa y que si había camino habría gente que me ayudaría en algún lugar de esa zona”, apunta Laura, que se presentará hoy a las 18 en el Círculo de Periodistas de la Provincia para contar sus vivencias.

El Mehari puede alcanzar los 80 kilómetros por hora si no hay viento en contra ni subidas en el camino. Tiene un buche con herramientas y repuestos porque si bien Laura no tiene muchos conocimientos de mecánica, tiene algunas habilidades para superar desperfectos menores. En donde iba el asiento trasero, improvisó una cama. También hay una bolsa de dormir y dos pequeños muebles, uno con artículos de limpieza y otro con utensilios de cocina. Laura guarda la ropa en bolsas ecológicas y en particular tiene apartada una con todo lo que utiliza cuando llega a una playa. Tampoco faltan los mapas, las cremas, sus libros de cabecera; sahumerios y el equipo de mate.

“Los grandes -dijo- tenemos los sueños dormidos quizás por haber vivido en contradicción con lo que quisimos hacer y lo que efectivamente hicimos; sin embargo cuando dejamos de lado el miedo, el enojo y la culpa y nos amigamos con nosotros mismos recuperamos la calma, la libertad”.

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