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La fama, ese anzuelo que arrasa con todo

25 de Octubre de 2014 | 00:00

Por Alejandro Castañeda

POLVO DE ESTRELLAS, de David Cronenberg.- Cine retorcido y sacado, a ratos cínico y a ratos patético, otra perla de un director extravagante que sugiere mirar sus películas “desde el punto de vista de la enfermedad” y del impacto físico y psicológico que experimentan los cuerpos. Su cine reflexiona sobre el “horror corporal” y tiene a la violencia y la “nueva carne” –así la llama- como presencias ineludibles. Aquí, la enfermedad es la obsesión por la fama. Estamos en un Hollywood exuberante, artificioso y demencial. Con una insoportable estrella infantil, una hermanita con marcas en todo el cuerpo, un padre sanador, una madre sobre protectora y una actriz que vive su retiro con soledad y dolor. Cronenberg retrata sin piedad a ese mundo. Su cine es tan frío, que ni siquiera llega a conmover su desfile de muertes inocentes y violentas, su sangre y sus crudezas. Hay incesto, chicos que padecen, un pasado que angustia, muertos que acechan, desgracias y personajes al borde. Los celos, la hipocresía, la depresión y la soledad se suman a un menú superpoblado de excesos. Cronenberg transita con su carga de locura y patetismo, de humor desenfrenado y tragedia. Como en “Método peligroso”, un film anterior, despliega otra vez sus viejas obsesiones: el sexo culposo, la violencia, las tensiones entre el cerebro y la pasión, entre el espíritu y el cuerpo, entre la culpa y el poder. Y nos dice que la fama es un anzuelo envenenado que aniquila todo. (** ½).

EL DEBER Y EL AMOr

LA ESPOSA PROMETIDA, de Rama Burshtein .- Estamos en el seno de una familia jasidica ultra ortodoxa de Tel Aviv. Shira tiene 18 años y se la ve feliz. Le eligieron su futuro marido y a ella le gusta. Pero el destino se interpone: su hermana mayor muere y deja a un marido viudo y a un bebé recién nacido. Y la madre decide que Shira se case con su cuñado para que la familia no se fracture. El film, respetuoso y descriptivo, es no sólo un profundo drama individual sobre la conciencia y los sentimientos, sino también una reflexión sobre vínculos y sometimientos en una sociedad donde el amor parece plantearse como un hecho subsidiario, por debajo del placer y el mandato familiar. La directora es ultra ortodoxa y retrata, con parsimonia, rituales y costumbres. Los presenta para que la mirada ajena conozca y trate de entenderlo. No hay cuestionamientos y mucho menos cualquier atisbo de mensaje feminista. Sin énfasis ni discursos, Shira asume con dudas primero y alegría después, ese desafío. Ella se interroga y los otros personajes –el padre, el rabino ayudante, la tía- van sumando sus puntos de vista. El drama es hondo y la realizadora lo presenta sin énfasis, concentrado y detallista. La última secuencia es sugerente: después de la ceremonia, una Shira perpleja parece preguntarse: ¿esto es un pacifico final o un inquietante principio. (*** BUENA)

FURIA VENGADORA

EL JUSTICIERO.- Denzel Washington interpreta a un misterioso McCall, un hombre de pasado turbio que ha iniciado una vida nueva y tranquila. Vive solito, trabaja en un corralón, no habla con nadie, todos los días se toma un té en el bar de la esquina y lee. Allí conoce una prosti joven y desamparada que es explotada por unos rufianes rusos. Cuando se entera que la han desfigurado, McCall deja el té a un lado, se calzará el viejo traje de justiciero y volverá a la calle. Historia conocida a la que el realizador Antonio Facqua sabe sacarle algún provecho. Una música bien puesta, unos personajes bien pintados, energía y ritmo, todo sirve para redondear un aceptable entretenimiento. Lo mejor es el fenomenal Denzel Washington, uno de los grandes actores de este tiempo, un intérprete clásico que llena la pantalla con su magnética presencia.

Es una pena que el film pase del buen clima intimista del comienzo al desfile de peleas inverosímiles de la segunda parte. Facqua nos quiere hablar de un tiempo donde hasta el más pacífico es capaz de verse desbordado por la furia y la venganza. “No vino a pedirnos ayuda sino a pedirnos permiso”, dice una ex compañera suya; sabe que no es el instinto sino la dura calle la que convoca a este justiciero implacable y hastiado. (*** BUENA)

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