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Por ALEJANDRO CASTAÑEDA
La cosa está muy confusa. Hasta las aves migratorias han perdido el rumbo. El cambio climático, los cielos tormentosos y las persecuciones aduaneras han desorientado a los pajarracos. Los más andariegos no terminan de acomodarse a un mapa viajero que cada vez exige más prevenciones y más formularios. Las golondrinas, puntuales como ninguna, han resuelto esperar en la frontera que la cosa mejore. Vienen cascoteadas y agotadas, esquivando los obstáculos de un continente que ya no es como antes, cuando ellas, dueñas absolutas del espacio, dejaban que su instinto las llevaran entre ríos, montañas y ciudades, desafiando las tormentas de arriba y las tormentas de abajo, atadas solamente al rito milenario de ir de un lado a otro en busca de una primavera florida y violenta que cada vez trae menos ramos y más coronas.
Los animales se mimetizan con los habitantes de los territorios que van dejando atrás. Vuelan, miran y aprenden. Pero están despistadas, dicen los especialistas. No son las únicas que ignoran para dónde disparar. Las señales que reciben desde la tierra no les permiten hacerse muchas ilusiones. Hasta el cielo es confuso. Las golondrinas aguardan entre las ramas alguna contraseña que las convenza. El miedo ronda su espera. En un escenario con tanto depredador suelto, la hospitalidad es sospechosa. Los pajaritos, que sólo saben luchar contra el viento y la distancia, se sienten víctimas de un planeta que, amenazado por un furioso recalentamiento, ya ni siquiera puede conservar al cielo como lugar intocable.
El fenómeno de aves migratorias con almanaques atrasados se viene observando durante los últimos años con diversas especies en la Región Algunos viejos vecinos de City Bell lo advirtieron días atrás: a una altura del año en que suelen estar ya instaladas, las golondrinas seguían sin hacerse presentes en la Ciudad. Y aunque actualmente se puede ver algunas sobrevolar el cielo platense, ornitólogos y observadores confirman que esta demora es repetida y extendida: así como algunas especies llegan con atraso, otras tardan en partir. “El corrimiento no sólo se advierte con las golondrinas sino también con los chorlos, que migran desde Alaska a la Patagonia, las tijeretas, los churrinches, el benteveo, la calandria real, el halcón peregrino y el mochilero, entre otras especies migratorias”, reconoce el director del Museo Ornitológico de Berisso, Julio Milat.
Es que no está la cosa para churrinches ni chorlitos. En los nidos hay preocupación. Todo el vecindario se ha sumado a un clima de despiste general que va de las nubes a los despachos. Los funcionarios están en la luna, la oposición pronostica tempestades y hay anuncios de borrascas y desgracias si la bandada oficial tiene que migrar en busca de una amable primavera. El tema desborda. Y la campaña asegura más quilumbus que cumulus nimbus. No sólo el benteveo y la tijereta, dudan. Si hasta la Calandria Real, que tiene que volver sí o sí a la Patagonia, como dijo Milat, anda con ganas de quedarse un tiempo más por aquí.
Ante la avalancha de halcones peregrinos que ya pelean por el cielo del 2015, los plumajes más pacíficos han preferido demorar su arribo en busca de alguna certidumbre oficial que los libere de cepos y trampas. “Si bien el mecanismo que les indica a las aves el momento de migrar es el alargamiento o el acortamiento de los días, lo que las empuja a hacerlo es el cambio de temperatura”, explica Milat. “Si no hay variaciones marcadas, las aves tienden a quedarse donde están”. Como ahora la diferencia entre verano e invierno se acortó, las golondrinas entonces alargaron su partida y recién en octubre empezaron a llegar las más apuradas, con termómetros dudosos, algo de miedo y muchas precauciones.
Las aves migratorias están desorientadas. También ellas. ¿Hacen tiempo o no se animan a mudarse a una comarca con tanto buitre y escopeta?
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