La Navidad vence al miedo

Escribe Monseñor DR. JOSE LUIS KAUFMANN

Nadie puede negar que la humanidad está acosada por grandes miedos.

Cuando la ciencia y la técnica traspasan las fronteras del bien y pactan con la inmoralidad, es el mismo ser humano – inteligente y libre – que genera y desarrolla las causas de los miedos más atroces. El ser humano, a quien Dios ha coronado de gloria y esplendor, dándole el dominio sobre todo lo creado (cf. Salmo 8), se ha extralimitado y ha abusado de su inteligencia y de su voluntad, usando las cosas creadas en detrimento de la vida misma, transformándose así en depredador y destructor de la naturaleza.

También el llamado “progreso” puede ser una fuente de terribles miedos para toda la humanidad

Es más: con el desarrollo del poder ilimitado de los científicos, nadie está en condiciones de prever un control seguro sobre los descubrimientos del ingenio humano.

Es el caso, por ejemplo, del uso de la energía nuclear y de su poder destructor, que el ser humano todavía no sabe si podrá llegar a controlar. Por todo lo cual, arribamos a concluir que también el llamado “progreso” puede ser una fuente de terribles miedos para toda la humanidad.

Pero aun si valoramos los incalculables descubrimientos positivos que el desarrollo científico y técnico dieron al mundo, no podríamos ocultar que muchas veces ese progreso no ha sido una ayuda eficaz para que la gente tenga una vida más humana sino todo lo contrario.

Es decir que, con frecuencia, en la misma urdimbre del desarrollo intelectual también predominan la injusticia, el egoísmo, el fundamentalismo, el liberalismo, el afán de dominio, las ideologías, los privilegios que olvidan las necesidades de los demás...

Ese progreso se convierte en una peligrosa amenaza contra la naturaleza cuando corroe profundamente la moralidad, la ética, la justicia y la convivencia social.

¿Será posible revertir y orientar los peligros que amenazan al mundo? ¿Dónde está la clave de la esperanza? ¿Hay una respuesta valedera?

¡Ciertamente! Nos baste recordar que en una oportunidad, “se desató un fuerte vendaval... y Jesús les dijo: ‘¿Por qué tienen miedo?’ ¿Cómo no tienen fe?...” (Mc 4, 37 ss).

La clave está en abrirse a Jesús que vino, que viene y que vendrá; en dejar que Él entre en nuestras mentes y corazones, en ser dóciles a los designios de Dios. ¡Con Él se vencen todos los miedos!

El ser humano por sí mismo no es capaz de alcanzar el equilibrio necesario para vencer todos los peligros y los miedos. ¡Es necesario dejar que Jesús sea anunciado y recibido por todos! ¡Sólo Jesús es la Salvación!

Recién cuando el misterio de la Navidad sea celebrado por todos sin distinción en el mundo entero, cuando Jesús sea reconocido como el vencedor de la muerte y adorado como único Dios con el Padre y el Espíritu Santo, y cuando la humanidad sea una familia unida en el amor solidario, entonces el desarrollo de la ciencia y de la técnica tendrán la diafanidad del mediodía y la paz será estable.

Dios respeta su obra y, en consecuencia, a todo ser humano, ofreciendo a cada uno la posibilidad de ser plenamente feliz. Sólo es necesario abrir el corazón para que Jesús nazca y viva en él.

La presencia de Jesús en cada corazón humano es ¡Feliz Navidad para todos!