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Séptimo Día |CULTURA

Vargas Llosa sube a las tablas para actuar en España

El prestigioso escritor peruano protagoniza su más reciente obra teatral, “Los cuentos de la peste”, inspirada en los relatos del “Decamerón”, de Giovanni Bocaccio. No es la primera vez que el Nobel incursiona como actor

1 de Febrero de 2015 | 00:00

Mario Vargas Llosa confiesa que siente el pánico de la inseguridad y todos los días se pregunta si ha tomado la decisión correcta. La literatura no tiene secretos para el premio Nobel. Pero el autor peruano rara vez viste la piel de un actor.

Vargas Llosa, de 78 años, ha subido a las tablas para protagonizar su más reciente e inédita obra teatral, “Los cuentos de la peste”, que se representa en el Teatro Español de Madrid desde el 28 de enero hasta el 1 de marzo. El estreno coincidió con la publicación del libro homónimo (”Los cuentos de la peste”, Alfaguara), que salió a la venta el jueves.

No es la primera vez que el escritor pisa un escenario, lo hizo otras veces en España pero participaba como un relator que leía parte de la historia. En 2011 actuó en el montaje de su obra “Las mil noches y una noche” en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.

En “Los cuentos de la peste”, inspirada en los relatos del “Decamerón” de Giovanni Boccaccio, Vargas Llosa retoma su faceta de actor. “Para un escritor de ficción que se ha pasado la vida soñando historias, de pronto convertirse en personaje de una historia aunque sea por ese tiempo fugaz de una obra es una experiencia realmente extraordinaria”, contó Vargas Llosa el jueves, durante la presentación de la pieza en Madrid. “Siento nervios, muchos nervios, terror, pánico, miedo... Me pregunto cada día si no ha sido una locura meterme en esto”, añadió.

PREOCUPADO POR NO DEFRAUDAR

Vargas Llosa tampoco es el primer ganador del Nobel de Literatura que prueba suerte como actor. El dramaturgo italiano Darío Fo y el británico Harold Pinter lo hicieron en el pasado. Pero admite que sí está interesado en leer la opinión de la crítica sobre su papel y conocer la reacción del público.

“Espero la reacción de la crítica, pero no es esencial”, explicó. “Toda mi preocupación tiene que ver no sólo con recordar (el texto), sino al mismo tiempo recordar las instrucciones del director, no desentonar con el trabajo de mis compañeros en el escenario y la enorme inquietud de no defraudar a los espectadores”.

El humor, el amor y las relaciones entre las clases sociales son las claves de esta pieza que recoge la esencia del espíritu del “Decamerón”: la lujuria y la sensualidad exacerbadas por la sensación de crisis, de abismo abierto, de fin del mundo.

Vargas Llosa se traslada a la Florencia de 1348 y da vida al Duque Ugolino, quien se encierra con otros personajes en una villa a las afueras de la ciudad italiana. La peste bubónica está diezmando la población. Los personajes intentan salvar la vida mientras se cuentan historias unos a otros.

LA MUJER IDEAL

Ugolino inventa una mujer ideal de la que se enamora durante la representación. Ella es Aminta, condesa de la Santa Croce, interpretada por la actriz española Aitana Sánchez-Gijón. Musa teatral del escritor, Sánchez-Gijón ha compartido escenario con Vargas Llosa en sus aventuras teatrales previas.

“Ha sido una gran suerte para mí poder trabajar con una persona que no sólo es una magnífica actriz, sino además buena compañera, muy generosa con mis deficiencias de actor”, señaló de Sánchez-Gijón. “Ella me ha cuidado y ayudado mucho, y me hace sentir menos inseguro”.

Una de las particularidades de la producción es que el escenario está en el centro de la sala, como si fuera el ruedo de una plaza de toros o un circo. El público rodea por completo a los actores, con la intención de integrarlos en el espectáculo.

El director Joan Ollé recordó que la obra ofrece un ejercicio insólito, que es ver cómo el autor de un texto recita en directo sus propias palabras. A veces incluso cambiándolas por culpa de un olvido.

Para Vargas Llosa, la interpretación es solo un reto más. Y no lo cambia por su oficio de escritor. “La libertad que tiene un escritor que escribe es infinitamente más grande que la que tiene un actor actuando o representando un papel. La libertad de un actor no desaparece pero está muy confinada”, dijo. “Son experiencias más distintas que parecidas”.

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