Barenboim, ovacionado en el Colón

Profeta en su Tierra, Daniel Barenboim recibió una verdadera ovación el martes en el Teatro Colón, al frente de la segunda presentación de la West-East Divan Orchestra, en el marco de la tercera edición del Festival Música y Reflexión.

Con la ductilidad de los grandes, Barenboim dio gala del mejor estilo clásico, conduciendo a un grupo de jóvenes y talentosos artistas que ejecutaron con precisión y sentimiento la trilogía de las últimas sinfonías de Wolfgang Amadeus Mozart.

En una función que se transmitió al país entero a través del servicio de streaming del Colón, la excusa para que el escenario se encontrara inundado de pequeños micrófonos y cámaras colgantes, el primer coliseo nacional estuvo colmado, y contó con la presencia de varias figuras de la farándula vernácula que, sin embargo, quedaron opacadas frente al talento natural del director y sus casi cuarenta músicos, a quienes cuidaba en una actitud paternal.

Fundada en 1999 por Barenboim y Edward Said, la West-Eastern Divan Orchestra nació en Weimar, Alemania, como un workshop conjunto de músicos israelíes, palestinos y otros artistas árabes, un proyecto que materializaba la esperanza de reemplazar la ignorancia con educación, conocimiento y aprendizaje. Así, personas que sólo interactuaban entre ellos a través del prisma de la guerra, se encontraron de repente viviendo y trabajando juntos como iguales, atravesando a través del arte sus diferencias políticas e ideológicas. A través de esta experiencia que, al mismo tiempo, se convirtió en todo un evento, rápidamente estos músicos formaron parte de una orquesta legendaria que, desde entonces, gira por el mundo llevando, además de música de calidad, un mensaje de unión esperanzador.

“Estoy convencido de que hay cada vez más cosas de la música que son explicables. Lo único que no es explicable es su inexplicabilidad. Esa inexplicabilidad puede ser lo más interesante. Y del mismo modo que no podemos superar del todo esa inexplicabilidad, tal vez la música no disipe la complejidad del mundo, pero sin duda puede ayudarnos a descifrar esa complejidad y a comprenderla en sus propios términos. Música es cuando todos los elementos musicales, desde todo punto de vista, entran en una unidad, de modo que hay lugar para cada individualidad pero también una permanente conexión. La posibilidad cierta de realización de esta unidad es una lección que resulta válida más allá de la música. Creo que es posible llegar a semejante unidad, teniendo el tiempo, la curiosidad, el interés y los conocimientos”, reflexiona Barenboim, en el texto que abre el programa de mano del Festival de Música y Reflexión.

REFLEXIONAR CON LA MUSICA

Para Barenboim (Buenos Aires, 1942), la particularidad de reflexionar con la música -el objetivo con el que nació este esperado festival hace ya tres años- no pertenece sólo a quienes la hacen sino también a quienes la escuchan.

“Para leer un libro no basta con mirar las palabras sino que hay que convertir las palabras impresas en construcciones mentales a fin de entender el relato. Igualmente, no basta con oír la música sino que también hay que escucharla para comprender la narración musical. Escuchar, por tanto, es oír acompañado de pensamiento. Por supuesto, existe un pensamiento estrictamente musical, que tiene la música por objeto. Pero, ya sea que se la toque o se la escuche con la necesaria participación del intelecto, pensar la música quiere decir también pensar una relación con el mundo”, remarcó.

El martes, en el Colón los pensamientos parecían rebotar de butaca en butaca, con un programa dedicado íntegramente a Mozart (1756-1791) con las sinfonías N° 39, en Mi bemol mayor, K.543; N°40, en Sol menor, K.550; y la N° 42, en Do mayor, K.551 “Júpiter”.

Bocas abiertas, corazones saltando a la par de las melodías y pieles reaccionando al estímulo de la emoción fueron algunas de las sensaciones comunes de cientos de espectadores que, al unísono, juntaron y separaron sus palmas hasta quedar enrojecidas, en señal de agradecimiento por casi dos horas de verdadero placer.

Barenboim entrando y saliendo del escenario, sonriente y visiblemente conmovido por las ovaciones, coronó la velada con caballerosidad, entregando a todas las señoritas de la orquesta una rosa del ramo que una acomodadora del Colón le entregó en manos en reconocimiento, quizás, de su figura, trayectoria y compromiso social.

Esta edición, el Festival de Música y Reflexión incluirá la participación de su solista honoraria, Martha Argerich, a quien se suma este año la presencia del tenor alemán Jonas Kaufmann, una de las máximas figuras de la lírica actual. La celebración incluirá además dos conciertos especiales en homenaje a los centenarios de dos grandes músicos argentinos, Alberto Ginastera y Horacio Salgán, y un simposio en el que se debatirán problemáticas actuales y del que participará el ex presidente de España, Felipe González, con quien desde hace años comparten, con Barenboim, “discusiones en un mundo que no da respiro”.

Las localidades para todas las funciones del Festival de Música y Reflexión -que van desde los 130 a los 3600 pesos- se encuentran a la venta en la boletería del Teatro Colón, Tucumán 1171 (4378-7109), de lunes a sábado de 10 a 20 y los domingos de 10 a 17. También se pueden adquirir vía telefónica al 5254-9100 o por la web www.teatrocolon.org.ar.