“Busco evitar el encasillamiento estético”

Hay mucho de linyera en él: la barba descuidada, quizás, o la sonrisa felina, pícara, callejera; o esa disposición a la constante migración, con un bolso de música al hombro. Y también, en los sonidos de su último disco, de pertenencia declarada al universo tanguero y a la calle pero de clasificación elusiva: un álbum sin hogar pero, lejos de la tragedia, juguetón, mezcla de géneros lúdica e inclasificable.

“Intento gozar de la libertad lo más posible, para evitar el encasillamiento estético”, dice la inconfundible voz de Daniel Melingo al otro lado del teléfono, con ese aire a Tom Waits criollo. Y completa: “Por eso aparecen distintos tipos de ritmos, de estructuras, de orquestaciones, de letras y de literatos que utilizo en el álbum. La libertad es una de las herramientas más importantes que tiene este álbum”, desmitificando la idea del rockero que se pasó al tango.

La libertad hace al linyera, también al musical: el concepto es el corazón de la estética del disco “Linyera“, último opus de Melingo que presentará mañana en nuestra ciudad, y que abre con “La canción del Linyera”, tanguero foxtrot de Ivo Pelay y Antonio Lozzi recuperada para la ocasión. Una celebración de la libertad del outsider que concluye al grito hímnico de “linyera soy”.

DE GIRA

Especie de outsider del sistema (aunque, dice, no se siente así: “Eso son palabras mayores”), Melingo goza de gran reconocimiento fuera del país a pesar de ser tanguero, o quizás por serlo.

“El tango no sólo es porteño, es un lenguaje universal, que nos reconoce a todos los argentinos, es una idiosincrasia musical y filosófica, y eso es lo que atrae en Europa. Que no es de antes de ayer: lleva cien años ese romance con el mundo”, explica Melingo su llegada al Viejo Continente, una gira que el director Mariano Galperín retrató en su documental ficcionado “Su realidad” (ver aparte).

Una de las facetas que revela la película ganadora como largo argentino en el último Festival de Mar del Plata es la del Melingo performático, dueño del escenario, encarnado sobre las tablas a un linyera casi clown que lleva en la boca un cantar que se refleja en esa particular risa-resistencia ante las fortunas adversas.

“Puedo desglosar lo que yo hago en lo rigurosamente musical; y en lo performático, que es mi parte más intuitiva, lo menos académico”, dice Melingo, y explica que “con ese soporte que es la música, esa seguridad, ese trampolín que me da la canción, me lanzo hacia un vacío que no conozco. Tal vez esa es la combinación del juego que hago en mis conciertos”.

Su actuación festiva y juguetona sobre el escenario le sirve, además, para despojar al tango de su mito trágico: “Es una manera también de romper ese percal, esa dureza, esa presencia tan estructurada del tango, y verlo desde otro punto de vista”, afirma, y reflexiona que “seguramente tenga algo que ver con mi trayectoria en Los Abuelos de La Nada, Los Twist, porque yo ahí aprendí muchas cosas, al lado de Miguel Abuelo”.

“Cosas que fueron haciéndose parte de mi acervo musical: no sé muy bien de dónde vienen mis influencias”, dice el músico-linyera, “pero sin dudas las podemos encontrar en el presente. Miguel Abuelo, y todos los Abuelos, tienen mucho que ver, como también haber compartido escenario con grandes como Charly García, Hugo Cipolatti... Todo me fue dando una experiencia para después tomar el lugar como frente de una banda”.

Mañana desde las 21, Melingo traerá su performance marginal a El Teatro Bar (43 entre 7 y 8), en el marco de la gira nacional para promocionar “Linyera”. Aunque, claro, promete que, además de tocar lo nuevo, como hiciera en Europa, desestructurará un poco el show y repasará sus viejas canciones.

Pedro Garay