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Espectáculos |A 25 años de “Nevermind”

El ruido de las entrañas

El emblemático álbum de Nirvana y de una era canalizó el sentimiento de furia de una generación

El ruido de las entrañas

El ruido de las entrañas

26 de Septiembre de 2016 | 02:28

L a depresión, la rabia y la angustia reventaron las listas de éxitos gracias al grito desesperado de Nirvana en “Nevermind”, el disco que cumplió este fin de semana 25 años de su lanzamiento y que, con su rock atormentado y herido, llevó el estilo “grunge” al apogeo de su revolución.

Liderado por un mártir ateo y arrastrado por el huracán de “Smells Like Teen Spirit”, tal vez la canción más importante e influyente del rock de los años 90, Nirvana voló muy alto con “Nevermind”, pero su éxito también encaminó a su cantante Kurt Cobain a un laberinto de autodestrucción del que no saldría con vida.

El origen del grupo se sitúa en 1987, cuando se unen en Aberdeen, una ciudad a unos 180 kilómetros de Seattle, el bajista Krist Novoselic y el vocalista y guitarrista Kurt Cobain, cuya infancia en una conflictiva familia se traduciría en una personalidad frágil y con serios problemas.

Pese a ser el lugar de nacimiento de Jimi Hendrix, Seattle no era, históricamente, un foco emblemático del rock estadounidense. Sin embargo, las cosas estaban cambiando y desde la segunda mitad de los años 80 surgieron bandas como Melvins, Soundgarden, Mudhoney y Pearl Jam que, bajo el liderazgo de Nirvana, darían forma al “grunge” como hijos reconocidos del punk y el “hardcore” y decididos a romper algún tímpano a base de ruidosos guitarrazos.

Y “Nevermind” llegó en un momento inmejorable. En los ochenta había arrasado el pop de sintetizadores; los miembros de Guns N’ Roses estaban demasiado ocupados entre peleas y polémicas; y el heavy metal, pese al fabuloso éxito de Metallica con “Black Album” (1991), perdía impulso y se enrocaba poco a poco en su propio público.

Lo que emergía era una nueva generación, desinteresada en los sonidos totalizantes del rock de esa era de artistas consagrados y rebelándose como cada generación ante los dictámenes de lo establecido: entre los jóvenes había hambre de autenticidad, de música genuina que les hablara a las entrañas.

EN EL PAIS DE LA FURIA

Y eso es lo que trajo el emblemático disco: inadaptación, problemas de autoestima, soledad, incomprensión, apatía y nihilismo estallan en “Nevermind”, que apela con cólera a ese sentimiento de frustración, la contracara de una época de boom de consumo, para conectar con la frustración de una juventud acosada y perdida que describió Michael Azerrad en la biografía “Come As You Are: The Story of Nirvana” (1993).

“Los veinteañeros buscaban música hecha por ellos mismos, algo que expresara lo que sentían. Un impactante número eran hijos de un divorcio. Sabían que iban a ser la primera generación de EE UU en tener poca esperanza de estar mejor que sus padres, que sufrirían los excesos fiscales de (el presidente Ronald) Reagan en los años 80 y pasarían su plenitud sexual bajo la sombra del sida”, escribió. “Se sentían incapaces de rescatar un medioambiente asediado y pasaron la mayor parte de sus vidas con Reagan o (George) Bush (padre) en la Casa Blanca, padeciendo un clima represivo en lo sexual y lo cultural. Se sentían indefensos para afrontar todo eso”, añadió.

“Cuando salió nuestra música, creo que fue una combinación de ‘porreros’, ‘skaters’ y chicos abandonados que vieron a un grupo de chicos abandonados tocando música que sonaba como si estuviéramos cabreados. Creo que mucha gente se identificó con eso”, apuntó el baterista de la banda Dave Grohl, que fundaría la exitosa banda Foo Fighters tras la muerte de Cobain.

La catársis emocional del turbio estado de ánimo de Cobain, que canalizó el lado B hastiado y violento de los 80 y los 90, no purificó su espíritu. Por el contrario, “la música me ha dañado físicamente en dos sentidos. Tengo una irritación en el estómago, provocada por la rabia y los gritos”, dijo en una ocasión Kurt Cobain.

Y agregó con su habitual humor descarnado y voraz que “también tengo escoliosis, una desviación de la columna, que se ha agravado con el peso de la guitarra. Siento dolor a todas horas, lo cual contribuye a la rabia de nuestra música. En cierta manera le estoy agradecido”.

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