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Liliana Herrero: exaltada, apasionada, desorbitada

A los 66 años, la entrerriana se sigue rebelando contra las formas canonizadas de cantar y grita, con su voz sin moldes, para celebrar la vida

Por MARÍA VIRGINIA BRUNO

18 de Abril de 2015 | 01:46

-Estoy asustada, doctor…

Su voz áspera, arrolladora, parece quebrarse, bajar en intensidad y expresividad, hasta sonar como la de un niño inocente y preocupado. Liliana Herrero está en la sala de espera de un hospital donde, del otro lado, a su marido Horacio González, el presidente de la Biblioteca Nacional y uno de los fundadores de Carta Abierta, le están haciendo diálisis, después de haber sido operado de urgencia semanas atrás debido a una hemorragia renal. Mientras dialoga con EL DIA por teléfono, con la excusa de un recital que ofrecerá mañana en la Ciudad, la cantante le transmite sus preocupaciones al médico. Del otro lado de la línea se percibe su intranquilidad pero también su fortaleza de mujer, ahí, al pie de su compañero, con compromiso y convicción.

“Disculpáme, querida, sigamos con lo nuestro. Estamos atravesando un momento delicado, es algo de público conocimiento, y que no pretendo ocultar. Sé que Horacio está contento sabiendo que yo estoy charlando con una periodista por un concierto y que ésto, en definitiva, es una apuesta más a la vida. Lamento que sea así pero yo quiero contribuir con toda la seriedad porque para mí un recital es una cosa importante, así como estar al lado de mi marido. Es una renovación de la vida, hay que seguir adelante”. No había nada que disculpar.

Referente de la renovación estética de la canción argentina, con una singular y transformadora manera de interpretar y reinterpretar el folclore más tradicional desde una mirada contemporánea, Herrero se incomodó cuando la Negra Sosa, en más de una oportunidad, la nombró como su sucesora. “Es una expresión incómoda. Yo le dije ‘Mercedes, usted no debe decir eso’ porque es muy complejo el tema de la sucesión o de la herencia artística. ¿Quién es el depositario de una voz tan fundamental y preciosa como la de Mercedes? Puedo ser yo pero también pueden ser miles de mujeres más”, aseguró.

“Si me pidieran calma en relación a la música, de verdad, no la sabría tener”

Buceando permanentemente en el rock nacional, un género con el que entabló una relación estrecha sobre todo por el vínculo que siempre mantuvo con Fito Páez (Liliana dice que ella es una “decisión” del rosarino porque fue él quien la impulsó a hacer música profesional ), la entrerriana nunca se ha dejado seducir por las etiquetas y se sigue rebelando contra las estructuras. En “Maldigo”, por caso, su último y provocador disco, la también filósofa le da voz a profundas letras de Atahualpa Yupanqui, Miguel Abuelo, Juan Falú, Fernando Cabrera, Violeta Parra y Aníbal Sampayo a través del “grito de disconformidad que está en el interior de todos los cantos”.

-¿Cuál es el sentido de tu maldecir?

-Refiere a que la voz y el canto están casi sin molde, sin canon, es una voz que está casi arrojada a un grito. No hay un modelo. ¡Yo ya ni sé cómo se debe cantar! En todo caso sí sé que el canto de cada uno tiene que sostenerse siempre sobre la pregunta ¿qué significa cantar? Y esa es una pregunta que yo me formulo cada vez que me subo a un escenario.

-¿Cantar sería, entonces, una bonita manera de maldecir?

-Siempre es maldecir. Como es búsqueda, siempre estás en el límite de la afinación, del grito, de la plegaria, del rezo, del llanto y de la carcajada. Entonces el canto, pensado así, tiene ese retiro voluntario de las formas más establecidas del canto.

-Pero antes de cantar hay que buscar una canción. ¿Cómo se argumentan tus búsquedas?

-A veces es una frase, un poema entero o desarmado. Me gusta cruzar versos, no respetar sus estructuras... Estoy dispuesta a que el sentido del texto se pueda correr y que aparezca otro sentido, tal vez, con una acentuación distinta, o con la suspensión de una frase, un verso, una palabra o el silencio mismo, también.

-¿Una intervención transformadora?

-Yo quiero ver si hay otras voces en esa canción, la quiero interrogar, la quiero hacer estallar, quiero pensar mi propia vida y mi pensamiento sobre la música sobre la base de esa canción. Ver qué se me ocurre, cómo la puedo intervenir, en qué universo sonoro la puedo poner. Son muchas cosas las que estoy pensando en el momento en el que elijo una canción. A veces me sale, a veces no, y por eso las abandono.

-¿Buscás que tu versión sea mejor que la original?

-No, yo no pienso eso. Nunca me planteo “yo ahora le voy a dar una vuelta y la voy a embellecer”. Yo pienso que las versiones originales son magníficas y que me han estimulado para poder pensarlas para mí. Lo que yo hago es buscarle otra grieta, otra hendija por la que puedo escuchar una sonoridad distinta.

-¿Te gusta ese diálogo permanente con el pasado con el que convivís?

-A mí me parece que esa es la única tarea que yo tengo, ya que yo no soy una compositora. Conversar con el patrimonio musical y poético de un pasado, que no está perdido sino que está esperándonos, para que podamos interrogarlo nuevamente. Esa es la tarea que yo me he impuesto: lo que yo deseo hacer.

-¿Esa es la inquietud filosófica que te hace andar?

-Sí. Yo pienso que el pasado, eso que ocurrió hace tantos años, no tiene sentido sin las preguntas del presente, y, a su vez, las preguntas del presente ya no pueden ser hoy en día si no son en referencia a aquellas cosas que ocurrieron en la infancia. Entre esa tensión, algo siempre aparece…

-¿Y ahí se da la conexión entre tus dos facetas: la filosofía y la música?

-Sí. Yo creo que el diálogo entre la música y la filosofía se da en la reflexión sobre el tiempo. Para mí ahí hay un vértice: una reflexión sobre el tiempo y la existencia misma.

-¿Qué imágenes o sonidos recordás de tu pasado como claves en la elección de la música como modo de expresión?

-Tengo como pinceladas de la infancia de mi padre escuchando música como un enloquecido, con una fusta dirigiendo una especie de orquesta invisible. Es una imagen que tengo muy presente, poderosísima: Es la imagen de alguien exaltado, apasionado, desorbitado y yo también siento que la vida mía, y la música, se mueven en esos universos. Yo también soy así. Si me pidieran calma en relación a la música, de verdad, no la sabría tener.

*******

En La Plata, mañana a las 20 en el Galpón de Encomiendas y Equipajes, 18 y 71, junto a su banda y con Diego Rolón como invitado especial, Liliana Herrero repasará el largo camino andado hasta su más reciente material, una mezcla de temas viejos y nuevos pero repensados, con las transformaciones propias del ser tocados en vivo “hasta el exceso”, puestos a consideración y experimentación, siempre listos y sujetos a una nueva aproximación.

“La única tarea que yo me he impuesto es conversar con el patrimonio musical y poético de un pasado, que no está perdido sino que está esperándonos, para que podamos interrogarlo nuevamente”

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