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Martín Matroni: el ganador de la gente

A pesar de las encuestas y el fervor de sus fans en las redes sociales que lo veían triunfador, el platense perdió anoche la final de “MasterChef” contra Alejo. Humildad, talento y un estilo elogiado, claves en esta joven promesa de la cocina local

Martín Matroni: el ganador  de la gente

Martín Matroni: el ganador de la gente

Por MARIA VIRGINIA BRUNO

27 de Agosto de 2015 | 02:13

Dice que desde hace casi dos meses, cuando el certamen televisivo empezó a ponerse aún más sabroso, Matroni dejó de ser su apellido. Martín de “MasterChef”, desde entonces, ha sido la identificación con la que se fue ganando el cariño de los espectadores hasta convertirse en su preferido. A pesar de haber perdido anoche en el duelo final de la competencia de Telefé contra Alejo Lagouarde, a esta joven promesa de la cocina local ya se le empiezan a abrir puertas dentro del universo culinario y por eso vive esta experiencia como un verdadero campeón, el de la gente, quien lo eligió por su talento y humildad.

Nacido y criado en Tolosa, Martín tiene 30 años y un pequeño hijo de seis, Renzo, quien se sorprendió cada una de las noches al ver a su papá “metido” en el televisor. Hincha de River, la “oveja negra” de una familia Xeneize, de chico mamó el gusto de la cocina gracias a su abuela materna quien le enseñó lo básico del arte culinario más tradicional.

Autodidacta, leyendo y saltando de receta en receta en el inabarcable mundo de los videos online, el joven que cursó sus estudios primarios en 1 y 38 y los secundarios en 9 y 38 conoció la gastronomía moderna en su adolescencia y no dudó en elegirla como su base, el estilo en el que más cómodo se siente y en el que buscará delinear, de ahora en más, su perfil profesional.

“Yo fui a buscar que alguien que supiera cocinar me dijera que yo servía para esto. Soy una persona introvertida, tímida, a veces insegura y por eso necesitaba que alguien especializado me diera ese aliento. Gracias a Dios lo encontré y, a pesar de no haber ganado, superé ampliamente las expectativas que tenía cuando entré”

Todo lo que sabe vino solo: nunca hizo un curso, de hecho, ese era uno de los requisitos para participar de “MasterChef”, el exitoso reality de Telefé al que ya había intentado ingresar sin suerte en la primera edición, y de cuya segunda, que terminó anoche con la coronación de Alejo, se ubicó en segundo lugar, en una competencia en la que participaron casi seis mil personas.

Antes de su experiencia televisiva, la vida de Martín se desarrollaba entre su empresa de venta de productos descartables y las clases de taekwondo, disciplina en la que ostenta el preciado cinturón negro. Pero ahora su realidad será diferente porque el objetivo con el que entró al programa se cumplió.

“Yo fui a buscar que alguien que supiera cocinar me dijera que yo servía para esto -reconoció en diálogo con EL DIA-. Soy una persona introvertida, tímida, a veces insegura y por eso necesitaba que alguien especializado me diera ese aliento”.

-¿Y lo encontraste?

-Gracias a Dios, sí. Y a pesar de no haber ganado superé ampliamente las expectativas que tenía cuando entré. No puedo estar más que agradecido.

El envío del canal de las pelotitas, uno de sus máximos caudales de rating en un año negro para la señal en cuanto a audiencia, se desarrolló durante veinte emisiones. Sin embargo, la competencia se grabó durante dos meses y medio, de lunes a viernes, en jornadas de doce horas. Para el platense, además, estaba la Autopista, lo que le sumaba, diariamente, dos horitas. “Eso fue lo más agotador”, contó Martín, aunque no sólo fue cansancio físico. “La presión a la que estábamos sometidos era terrible. Demasiado exigente, mucho más de lo que se ve en las cámaras”, contó.

-Hay como un creencia popular que dice que la producción les avisa con anticipación sobre las pruebas que les tocarán...

-Sí. De hecho yo, cuando miré la primera edición, era uno de los que creía eso. Pero pude comprobar que es una competencia totalmente real, jamás nos avisaron lo que nos iba a tocar, en el mercado eran los dos minutos exactos, nunca tuvimos una ayuda.

Donato De Santis, Christophe Krywonis y Germán Martitegui fueron los jueces con los que el platense convivió durante su paso por “MasterChef”. Referentes cada uno en su estilo, con diferencias bien delimitadas, Martín los definió: “Christophe es la persona que te enseña más técnica; con Donato aprendí la parte de relajación y cómo estar más cómodo en la cocina, manejar los tiempos y ese tipo de cuestiones; y Germán es, sin dudas, el más exigente y tiene una cocina en la que todo es muy estético, muy cuidado, minimalista”. Pero a la hora de elegir a uno no dudó: Martitegui, cuyo restaurante fue elegido como uno de los cien mejores del mundo, es su norte dentro y fuera del programa.

-Christophe, en una prueba, te dijo que en el hospital se comía mejor, entre otras críticas no muy elogiosas... ¿Cuánto hay de show dentro del programa?

-(Risas). Y, al ser un programa de televisión, tiene que tener mucho de show. Pero más allá de eso, fuera de cámara, ellos se acercaban y te hacían una devolución, te aconsejaban. En ese sentido, siempre estuvimos contenidos.

A pesar de esa contención de la que habla, y del aprendizaje continúo, sobre todo con los prestigiosos referentes que pasaron por el envío (Iwao, Roberto Petersen, Dolli Irigoyen, Juliana López May, Narda Lepes, Fernando Trocca y Fernando Rivarola, entre otros) y de los que “se aprendían cosas con tan solo mirarlos”, hubo un momento en el que pensó en bajar los brazos.

-¿Alguna vez tuviste ganas de abandonar?

-Sí. En el programa de los macarons (prueba de eliminación: salvado) yo estaba demasiado cansado y pensé en abandonar. Porque era mucho el esfuerzo, era lucharla y pelear por un sueño. Pero saqué fuerzas de adentro y seguí. El jurado, en ese momento, me vino a alentar, me gritaba que siga, que no pare. Lo mismo con mis compañeros.

Sincero, el platense dice que entró sin intenciones de hacer amigos, sin embargo, hoy en día, puede reconocer que se equivocó. Con el también local Alan, quien el día de su eliminación lo elogió públicamente y ansió su triunfo, forjó una bonita amistad, un sentimiento que también lo une a Francisco, Jacinto y Sebastián, todos ex participantes.

-¿Cómo vivís el paso de ser un chico normal a que te pidan fotos por la calle?

-¡Me encanta! Lo único es que perdí el apellido (risas), ya no lo tengo más. Ahora soy Martín de “MasterChef”, pero me gusta porque es muy raro que me encuentre con alguien que me diga algo malo. Todavía no pasó. Cuando voy a buscar a mi nene a la escuela, es una locura cómo los compañeritos se me tiran y me abrazan. ¡Todavía no lo puedo creer!

-A la gente le gusta tu humildad...

-Yo me mostré, desde un primer momento, como soy en mi casa, con mi familia, amigos. En todo momento traté de rescatar y resaltar esa simpleza que hay en mi vida. No me la creo ni nada.

-Un perfil totalmente diferente a Alejo...

-Es muy buen cocinero, muy tranquilo para cocinar. Pero como persona tiene una forma totalmente opuesta a mi forma de ver la realidad. Creo que por eso fue el roce que se vio en la pantalla.

-¿Te desilusionó perder?

-Realmente, tenía muchas esperanzas de que iba a ganar, estaba muy confiado. De todos modos, creo que Alejo ganó bien. Si bien queda el sabor amargo de perder en el último paso, uno se lleva un premio enorme. Se anotaron 5600 personas y quedar entre los dos primeros, viéndolo desde ese lado, es ganar. Además, más allá de lo económico, ganar el cariño de la gente es el mejor premio.

Con una importante oferta laboral en carpeta, Martín debutará esta noche en la Ciudad con el primero de una serie de eventos gastronómicos de cinco pasos para el que, desde hace semanas, se agotaron todas las reservas. Las primeras puertas de su paso por la tele están dando sus frutos sobre todo en su interior: “Ahora sé que la cocina es lo mío, antes no lo creía”. Su futuro inmediato, lo ubicará entre ollas y sartenes, y aunque reconoce que salir en tevé y revistas ayuda en la carrera de cualquiera, eso no le interesa. “Prefiero hacerlo por el lado privado, sin exposición”, concluyó.

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