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El Argentino repuso el fin de semana la obra de Prokofiev/Nebrada, una propuesta para volver a sentirse niños
En una Sala Alberto Ginastera colmada, entre habitúes y familias completas con padres más entusiasmados que sus niños, “La Cenicienta” volvió a salir a escena el domingo en el Teatro Argentino con una historia encantadora, esas que lo hacen a uno olvidarse de los años y viajar por la memoria hasta el recuerdo inolvidable de los padres comenzando su relato con el mágico “Había una vez…”
Es que el ballet repuesto por Sabrina Streiff, directora del cuerpo de baile del primer coliseo bonaerense, tiene todo y más para volver a creer en los cuentos de hadas, con bailarines delicados (Alejandra Baldoni), firmes (Bautista Parada) y virtuosos (Esteban Schenone), una escenografía de ensueño (Gastón Joubert) apoyada en proyecciones visuales (Federico Bongiorno) y luces que aclimatan a la perfección (Leandro Calonge), y maravillosos trajes (Nicolás Biolatto) con los que el clásico cuento de Charles Perrault parece volverse realidad.
Ni hablar de la música de Sergei Prokofiev, sólidamente ejecutada por la Orquesta Estable del Argentino, esta vez, dirigida por Carlos Calleja. Una partitura encantada que, según relatara el mismo compositor, fue elaborada con la intención de expresar “el amor poético entre Cenicienta y el Príncipe, el nacimiento y florecimiento de ese sentimiento, los obstáculos que afrontan y, finalmente, el sueño hecho realidad”.
En tres actos cortos (35, 30 y 25 minutos), ideales para captar mejor la atención de los más chicos –una tarea a veces dificultosa, sobre todo para los padres que, nerviosos por los “chist” del público, intentaban acallar como sea a los niños más inquietos-, el ballet presenta todas las escenas claves de la historia de esta doncella maltratada, que, con la ayuda de su hada madrina, logra conocer y encantar al príncipe de la aldea, casarse y ser feliz.
Párrafo aparte merece el trío que encarnó a la madrastra (Angel Gómez) y las torpes hermanastras (Adolfo Burgos y Daniel Longo). La decisión de que sean hombres los encargados de darle vida a estas pícaras mujeres fue un guiño celebrado. La profundización del grotesco, el desahogo cómico que toda historia necesita, sobre todo cuando hay tantos niños en la platea, resultó efectista y fue ovacionada. Vale destacar que la función del domingo fue la última para Daniel Longo, quien se jubiló como miembro del cuerpo de baile y recibió, tanto de sus compañeros como del público, calurosos aplausos.
Para destacar también la participación del hada madrina (Elizabeth Antúnez) y las hadas de las estaciones, quienes, acompañadas por sus caballeros, danzaron en la oscuridad de un bosque mágico que variaba según la época del año. Toda una maravilla danzada que remontaba al espectador a esos paisajes oníricos en los que jugaba en su infancia a ser el protagonista de una romántica historia de amor.
“Le di gran importancia al aspecto de ‘cuento de hadas’ que proponía para mí como compositor problemas fascinantes: La atmósfera mágica en torno al hada madrina; los doce enanos que saltan del reloj y bailan para recordarle a Cenicienta que es hora de volver; el viaje exhaustivo del príncipe en busca de la misteriosa dama: la poesía de la naturaleza en las cuatro hadas que representan las estaciones…”, argumentaba Prokofiev sobre su partitura, elementos todos que no faltan en la puesta estrenada el fin de semana en el Argentino.
Las escenas más celebradas por los niños fueron el final del primer acto con el hada madrina convirtiendo la calabaza en una dorada carroza, tirada por cuatro simpáticos ratones; la llegada del Tiempo (Javier Abeledo) y sus trágicas campanadas con las que le avisa a Cenicienta que es la hora de volver a las “cenizas” en el final del segundo; Y en el tercero, la madrastra y hermanastras intentando calzarse el zapatito (¡Qué pie tiene Angel Gómez!).
“La Cenicienta”, una historia para volver a creer en los cuentos de hadas, y que cobija además el noble sentimiento del perdón, tendrá nuevas funciones el jueves 2, viernes 3 y sábado 4 de julio, a las 20.30, y el domingo 5, a las 17. Entradas desde $40.
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