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Espectáculos |“LA BOHEME” EN EL TEATRO ARGENTINO

Un himno a la libertad

Mario Pontiggia acentúa con “frescura” el espíritu cómico de este clásico de Puccini, con el que el fin de semana se abre la temporada lírica

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4 de Mayo de 2016 | 01:48

MARIA VIRGINIA BRUNO

Nueve meses pasaron desde que el telón de la Sala Ginastera se abriera por última vez para una producción operística, con la última función de “Otello” de Verdi en agosto pasado. Una prolongada pausa que terminará este fin de semana cuando, en el marco del inicio de la temporada lírica 2016, el Teatro Argentino estrene una “fresca” versión de Mario Pontiggia sobre “La Bohème” de Giacomo Puccini.

Pontiggia vive este estreno como una especie de “revancha”. A pesar de que en sus inicios dirigió un espectáculo de cabaret cuando el teatro funcionaba en el viejo Cine Rocha, en 2011 había sido convocado para hacer la régie de “Don Carlo”, una ópera de la que, por diferentes circunstancias, se tuvo que bajar. Aquel episodio, que aún recuerda con lamento, quedará atrás con esta puesta que llega con varios condimentos.

“La Bohème”, en este sentido, es la ópera con la que debutó en Italia, en 1993, y de la que ya ha firmado -con esta- siete producciones. Además, este “debut” en el Argentino se enmarca en un año especial en el que celebra sus tres décadas como regista egresado del Colón. Su primera producción fue “Mozart and Salieri”, de Nikolai Rimsky-Korsakov, en el Teatro Payró. “Era 1986 y cantaba Marcelo Lombardero. Eramos tan jóvenes los dos...”, rememora con nostalgia.

Con libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica (basado en la novela Escenas de la vida bohemia de Henri Murger), el estreno de “La Bohème” será el viernes, a las 20.30, y habrá nuevas funciones el sábado a las 20.30, el domingo a las 17, el viernes 13 y sábado 14 a las 20.30 y el domingo 15 de mayo a las 17.

En diálogo con EL DIA, Pontiggia, que enmarca su propuesta en 1930 -debió “ajustarse” al material existente de la producción cancelada el año pasado- se refirió a su versión de este clásico del repertorio lírico que se presenta como un siempre vigente himno a la libertad.

-¿Cuál es el sello personal que le ha puesto a esta versión de “La Bohème”?

-Creo que el principal aporte que hemos hecho, junto a mis colaboradores, fue el hecho de rescatar el espíritu de comedia que está presente en las obras de Puccini. Puccini escribe música netamente teatral, donde todos los tiempos están medidos, todas las acciones calculadas. Y nosotros le hemos dado toda esa frescura, todo el delirio de esos bohemios cuyo principal problema no es la falta de dinero ni la miseria, como muchas veces se plantea, sino más bien ese período de libertad que es propio de cuando éramos estudiantes en los cuales, posiblemente, el dinero que se destinaba para pagar la luz o el gas, se gastaba luego en salir de juerga. Todo ese espíritu de desenfado, típico de esos momentos de nuestras vidas en los que podemos ser libres y soñamos lo que vamos a ser de “grandes”, hace que el gran golpe de escena venga en el final. No hay nada que preanuncie un desenlace dramático.

-En la actualidad, ¿queda algo de aquella vida bohemia?

-Yo creo que sí porque después de todo si uno se fija, sea aquí o en Europa, lo que son las reuniones de los jóvenes los fines de semana, o el hecho de estar despreocupado por algunas cuestiones que uno tiene que asumir cuando es adulto, y cuando tiene cargas que llevar, te das cuenta que es lo mismo. Ese espíritu está. La ópera podría ser perfectamente hecha en la actualidad (salvo un anacronismo como podría ser el hecho de que en las monedas que tiran está Luis Felipe, el Rey de Francia) porque la esencia es exactamente la misma: enamorarse, desencontrarse, pensar en qué profesión hacer y no poder alcanzarla… son todas situaciones atemporales.

-Tiene una puesta muy elogiada que realizó en España, en 2013, ambientada en los 60. ¿Con qué elementos y recursos debe contar un regisseur para enfrentar una actualización y no caer en el intento?

-Yo lo vengo pensando desde que empecé mi carrera. Para mí lo fundamental es conocer la obra en profundidad, algo que lleva muchísimo tiempo. Cuando uno llega a ese punto, que no se da muchas veces, hace que uno tenga la libertad de poder jugar con eso, y ese es el único modo de poder actualizarla. Hay una gran confusión hoy en día -y la prensa lo manifiesta- y es que todo quede reducido a un hecho exterior; que quede como un mero marco estético pero que no esté trabajada en profundidad. Si yo propongo una Bohème en los treinta, como en este caso, he trabajado actitudes y comportamientos típicos de esos años, sin traicionar en una coma el texto. Y eso, obviamente, es un trabajo profundo.

“He dejado de lado todo lo que fuera dramatismo o melodrama, para hacerla fresca. Esa renovación desde el interior hace que la obra viva”

-Y el que tiene tanta experiencia, como usted, ¿cómo hace para no repetirse?

-Lo que hace uno es tratar de dar en la nueva versión (porque tiene cantantes, orquesta y director distinto) un aspecto que convenga a todo ese grupo de gente. En este caso, por ejemplo, he dejado de lado todo lo que fuera dramatismo o melodrama, en el sentido real del término (usted no se olvide que la ópera pucciniana es el antecedente directo del teleteatro y del cine mudo), para hacerla fresca. Esa renovación desde el interior hace que la obra viva. A mí no me costaría nada cambiar el vestuario y decir: ‘la obra se hace en jeans’. Pero si no la trabajo desde adentro no queda nada.

-La provocación en la ópera, ¿sí o no?

-La provocación, como palabra en sí, es un poco estúpida. Partiendo de la base que somos intérpretes, la provocación yo puedo hacerla si me interesa rescatar algún punto que el público posiblemente no se haya dado cuenta en versiones anteriores. Pero me parece que más que provocación, lo interesante es la comunicación: desde la última puesta de Bohème en el Argentino, podemos considerar que hay una generación que no la ha visto en directo, entonces mi fin es comunicar lo que estamos haciendo a ese público que tengo hoy en día sentado en la sala. Yo siempre tengo mucho respeto por el público en el hecho de ilusionarlo, integrarlo, despertarlo y no aburrirlo.

-¿Qué público lo motiva a la hora de pensar una puesta?

-Los niños y los jóvenes. No por despecho a un público tradicional, que lo adoro y siempre he tratado de contentarlo, pero si tuviera la sala llena de un público atento y enfervorizado, de chicos, adolescentes y universitarios, yo con eso me doy por pagado.

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