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Una arrolladora máquina del tiempo

La banda inglesa que musicalizó los ‘90 hizo explotar el estadio de Tecnópolis en su paso por Argentina

13 de Octubre de 2015 | 01:13

Eran apenas las 21.05 cuando Blur, puntualísimo de acuerdo al protocolo inglés, salió al escenario de Tecnopolis haciendo aullar al estadio y comenzando una mágica noche de espíritu joven y nostálgico a la vez, que intercaló los himnos que constituyeron la banda sonora de una generación de adolescentes criados en los ‘90, con los temas del álbum que marcó el regreso de los ingleses a las bateas, “The Magic Whip”.

El disco es la excusa que devolvió al cuarteto inglés, compuesto por Damon Albarn, Graham Coxon, Alex James y Dave Rowntree, al país tras un par de años, y que lo tiene girando por todo el subcontinente, con tanta exigencia que el líder, Albarn, acusó una herida en su rodilla producto de un salto mal dado en Córdoba, la parada previa a Buenos Aires: como un héroe, la dolencia no impidió al histriónico cantante desarrollar su frenético show, arengar a la audiencia, cantarle el feliz cumpleaños a una joven fan, correr por el escenario e incluso lanzarse a la multitud. Como si todavía fuera un ídolo del under.

Albarn incluso cayó rodando dos veces sobre las tablas debido a su lesión, pero lejos de quejarse siguió cantando y, como si fuera un líder barrabrava desde arriba de un paraavalanchas, agitó con los puños cerrados a que la gente que haga lo mismo.

Y esta frescura de Albarn condujo al éxito a la banda en su paso por Argentina, donde demostró una vez más que, lejos de haberse reunido para colectar lo sembrado en sus años juveniles, la alquimia sigue intacta y el deseo profundo que impulsa sus shows es el placer.

Decorados por una estética minimalista que utilizó con ingenio las luces para generar climas, la banda recordó a una audiencia acostumbrada a los sonidos más sutiles de este nuevo siglo de post-posmodernidad, la energía y la electricidad que el ruido y la furia de un sonido arrollador pueden amalgamar. De hecho, el grupo fue acompañado por un tecladista, tres coristas, un percusionista y cuatro vientos (dos trompetas, un trombón y un saxofonista que tocaba, además, el clarinete), evitando, así, el vicio actual de tirar pistas pre grabadas desde la consola.

EL SETLIST

El herido Albarn fue el heroico líder que contagió espíritu adolescente a la legión de treintañeros que también acusaban dolores en las articulaciones de tanto realizar los olvidados “pogos”: con los primeros acordes de “Go on”, el primer corte de “The Magic Whip”, la audiencia comenzó a olvidarse de la rutina y los dolores, y el rejuvenecimiento súbito continuó profundizándose con los clásicos “There is no other way” y “Badhead” y los nuevos “Lonesome street” y “Ghost Ship”.

Hasta allí, la banda parecía negociar con su público: un tema del nuevo trabajo, y luego un clásico. Pero ese protocolo llegó a su fin con “Coffee & TV” y una “Beetlebum” ralentizada y pesada, profunda, para aullar el estribillo: marcaron la primera gran conmoción de la noche y devolvieron al público definitivamente a las noches de los ‘90.

Blur siguió apostando por los clásicos hasta que toda semblanza del presente quedó aniquilada en mil pedazos con la saga central del concierto: se sucedieron “Tender”, “Parklife” (con la presencia del público en el escenario, instalando el caos y cantando el estribillo), “Ong Ong” y “Song 2”, para cerrar, en medio de un juvenil desmadre, con la épica “This is a low”

Faltaban, por supuesto, los bises. El cuarteto volvió a tirar todo en el escenario para “Stereotypes”, “Girls & Boys” y “For tomorrow”, para cerrar, de manera inmejorable, con “The Universal”: los acordes de ese estribillo memorable resonaron varias horas tras el final del recital en los oídos del público, hasta que el hechizo se acabó... y hubo que volver a los 30. Aunque, claro, con menos pesadumbre y más electricidad en el corazón.

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