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Espectáculos |tendencias

Vientos de cambio para el gigante del streaming

Netflix canceló su primera serie en lo que podría ser un cambio de estrategia. ¿Vienen más malas noticias para los programas originales del servicio?

25 de Septiembre de 2016 | 02:42

Durante esta semana, Netflix realizó algo sin precedentes: canceló una serie. “Bloodline”, terminará su recorrido en su tercera temporada, y no en la cuarta, como había sido anunciado a principios de año.

Así, la serie pasó de ser una de las grandes apuestas de la programación del gigante de streaming, un drama de calidad prediseñado para competir con las grandes historias dramáticas de esta década dorada televisiva (de hecho, se estrenó en el Festival de Cine de Berlín) a convertirse en la primera gran serie que Netflix recorta en su historia.

¿Por qué el servicio, que incluso ha rescatado series canceladas por otros, tomó la drástica determinación?

INICIOS COMPULSIVOS

Netflix se inició en la producción de contenido original apenas en 2013: desde entonces, la producción del gigante explotó. Netflix ya tenía horas de programación de lujo en su servicio y con la etapa de expansión global recién iniciada, bolsillos profundos gracias a los entusiasmados accionistas interesados en invertir en la empresa que era el futuro. Así, aumentó su presupuesto para adquisición de programación (original o ajena) de poco más de 1.000 millones a más de 6.000 millones de dólares este año. HBO, para tener alguna referencia, gastó en 2016 un poco más de 2.000 millones.

Eran tiempos de crecimiento y promesas de expansión eterna: Netflix compraba todo lo que se le cruzaba, y así lo reconoció la industria, feliz por las oportunidades creativas que brindaba la frondosa billetera del servicio de streaming. Los canales, de hecho, se quejaban de que la compañía estaba llevando a la televisión a costos poco redituables: Netflix respondió siempre agregando contenido original.

FRENO AL DESARROLLO

Pero este año ocurrió lo impensado: la compañía anunció a sus accionistas que agregaría en el semestre medio millón de usuarios en EE UU y 2 millones en el exterior, una meta de la cual quedó lejos, con poco más de 150.000 en su tierra natal y 500.000 usuarios menos que los estimados en el mundo.

La Bolsa tomó nota, a pesar de que puertas para afuera Reed Hastings, el CEO de la compañía, reaseguró a todos que “la gran imagen sigue intacta”.

Y de hecho, si estaba mintiendo, no dejó que se notara: Netflix acaba de reafirmar su compromiso de lograr una programación 100% original, y con sus frondosos fondos para la producción de contenidos demasiado costosos para otros canales, y la lenta extinción de la televisión lineal, muchos jugadores en la industria temen que Netflix se vuelva un monopolio invencible.

Dentro del cuartel general, sin embargo, la preocupación caló profundo. Si bien Netflix lleva años de mala relación con Sony, y aunque “Bloodline” cuesta 7 millones de dólares por episodio y nunca generó entusiasmo ni cosechó galardones, la serie no hubiera sido cancelada en los años donde la compañía sólo quería hacer crecer su biblioteca.

La cancelación, en ese sentido, anuncia el comienzo de una era de mayor prudencia: quizás la inversión en contenido siga creciendo, pero el riesgo será mucho más calculado.

DEL DERROCHE A LA MESURA

“Ya no hay nada especial sobre Netflix”, afirma la productora de “House of Cards”, Dana Brunetti, en relación a las libertades que la empresa ofrece a sus creativos: antes, era la panacea para los autores, que podían desarrollar descabellados proyectos sin hogar en la TV, casi sin intervención de los dueños del dinero. Pero soplan vientos de cambio en la empresa.

De hecho, removieron para esta cuarta temporada a Beau Willimon del equipo de “House of Cards”: el creador dejó el programa y, como siempre, no hubo más que un comunicado oficial de la empresa para explicar la movida. Es apenas una muestra de que productores y ejecutivos comienzan a ejercer mayor influencia sobre los contenidos, como se estila en la TV de cable, donde el dinero siempre, al final del día, manda.

En esta estrategia más controlada tiene que ver un factor clave para el gigante del streaming: con 6.000 millones de dólares cosechó 17 premios Emmy este año, mientras que HBO, por un tercio de ese preosupuesto, lo duplicó. Los premios importan: en un servicio a base de suscripciones, un puñado de Emmys puede empujar a miles a contratar el servicio para acercarse a esa programación premiada y exclusiva.

En ese sentido, el prontuario de Netflix es sinuoso: tiene algunos shows laureados, pero muchos no funcionan. La compañía tiene ahora el trabajo de volverse más eficiente, de generar mayor cantidad de suscripciones por cada show que crea, por cada dólar que invierte. El recorte de “Bloodline”, en ese sentido, será la primera de varias noticias negativas para un servicio que no dudó en invertir millones en una serie como “Marco Polo”, que cuesta lo mismo que “Game of Thrones” y genera burlas en las redes.

¿EL TECHO?

Pero más que los premios importan, desde ya, las suscripciones, donde HBO, generando menos ganacias (4.000 millones a los casi 7.000 de Netflix) e invirtiendo menos en contenido original, también aventaja al servicio on demand a pesar de depender de una pantalla lineal (el servicio HBO Now es nuevo): el canal Premium tiene más de 140 millones en todo el mundo, contra los 81.5 de Netflix.

Claro, el crecimiento de Netflix, a prepotencia de dólares, es mucho más marcado: pero por eso resultó tan significativo el freno del primer semestre. ¿Está cerca de su techo Netflix? Aunque la empresa tiene múltiples terrenos por explorar y continúa asegurando que en el horizonte cercano tendrá una grilla 100% propia, la pregunta pende ominosa en la cabeza de los ejecutivos. El crecimiento ilimitado que se imaginaba cuando la empresa explotó comienza a chocar contra algunas limitaciones.

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