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Información General |Un estilo que puede resultar controvertido

Aritos, tatuajes y cortes raros, todavía son motivo de conflicto entre padres e hijos

Aunque los tiempos cambiaron, muchos aún se niegan a aceptar ese look en los chicos

Por AGUSTINA MUSSIO

21 de Abril de 2015 | 02:20

Cada vez es más común ver a jóvenes con aritos, tatuajes y cortes de pelo que escapan de lo tradicional. Con el paso del tiempo estos estilos fueron ganando mayor aceptación social. Sin embargo, en algunas casas sigue generando conflictos: a muchos padres se les arruga el estómago con sólo imaginar ese look en sus hijos.

La insistencia de Gonzalo Perera (20) no surtió efecto, y tuvo que esperar a alcanzar la mayoría de edad para tatuarse. Su padre se negó a firmarle la autorización mientras fue menor. Cuando cumplió 18 se resignó, pero le pidió que al menos elija una zona del cuerpo fácil de ocultar. Gonzalo le hizo caso y fue por la espalda: se tatuó un logo de los redondos y un escudo de Gimnasia. Después aparecería con una argollita en la nariz y un arito en la oreja. “A mi viejo no le gusta. Pero se acostumbró y ahora lo acepta”, dice el joven.

Tampoco a los padres de Patricio Zafiro (20) les gustan sus aritos, pero a fuerza de realidad terminaron por aceptar: “Cada vez que pueden hacen comentarios para dejar en claro que a ellos no les va la onda”, se ríe Patricio.

Aunque cada vez es más frecuente ver a chicos luciendo ese estilo, como también que famosos publiquen fotos de sus nuevos tatuajes, aritos o cortes extravagantes, muchos padres no se acostumbran al look. Y se niegan rotundamente a que lo porte su hijo.

“El conflicto surge cuando los adultos lo entienden como una autoagresión, lo asocian con características negativas o sienten que su hijo no toma conciencia de que el tatuaje es para toda la vida”, dice la psicóloga Susana Machado García, aunque afirma que en la mayoría de los casos ya no provoca reacciones de espanto.

Para la psicóloga especialista en infancia y adolescencia Silvia Medina, el rechazo de los adultos muchas veces surge porque sienten temor. “Los padres entienden a estas marcas como un indicio de que un cambio interno está ocurriendo en sus hijos. Lo mejor siempre es el diálogo”, plantea la especialista.

ESTRATEGIAS DE LOS JOVENES

Muchos menores que pretenden un piercing o un tatuaje se niegan a aceptar la negativa de sus padres. Cuando no consiguen la autorización, recurren a artimañas para lograr su cometido.

“Algunos chicos le pagan a pochocleros o a algún vendedor que encuentran en la calle para que se hagan pasar por familiar y los acompañen al local para firmar la autorización”, dice el tatuador Paolo Gamarra, y agrega: “Pero nosotros nos damos cuenta. Porque agarran gente de acá afuera, que vemos todos los días”, se ríe.

A Gamarra hace unos 10 años le clausuraron el local por poner un piercing a un menor. El pretende justificarse alegando que “el chico parecía más grande” y que “en esa época no había tanto control”.

“Los padres entienden estas marcas como un indicio de que un cambio interno está ocurriendo en sus hijos”

 

En la actualidad, se exige que los menores se presenten acompañados por uno de los padres o un tutor legal para firmar la autorización. Según la legislación vigente, el adulto y el menor deben mostrar documentos que acrediten la relación filial.

Algunos chicos que no cuentan con la aprobación de sus padres, prueban llevando amigos que parezcan más grandes, hermanos o a algún cómplice. En teoría, los tatuadores no deberían acceder, aunque los acompañantes fueran mayores.

Hasta que su mamá se acostumbró, para Brian Franco (24) cada nuevo tatuaje significó un problema: “Me dejaba de hablar por una semana y me amenazaba con que si me hacía uno más no me dejaría entrar a la casa”, recuerda entre risas Brian, que terminó por convertirse en tatuador.

Comenzó a tatuarse a los 13 años. “En mi casa andaba con mangas largas para ocultarlos”, cuenta. Ahora tiene tantos que dice que es imposible contarlos: parte de sus brazos, de los dedos, del pecho, de las piernas y hasta de la cabeza están dibujados. “No me arrepiento de ninguno porque cuando veo uno antiguo me acuerdo de esa época”, desliza. A su mamá sigue sin gustarle, pero no le quedó otra que acostumbrarse.

¿UN SIMBOLO DE REBELDIA?

Para la psicóloga Susana Machado García los tatuajes, aritos y cortes raros se naturalizaron tanto que ya no pueden ser entendidos como símbolos de rebeldía, sino que “hay que pensarlos en relación a la búsqueda de identidad y de grupos de pertenencia”.

En tanto, para Silvia Medina estas marcas en el cuerpo funcionan “como signos externos que remiten a cambios en la subjetividad”. Por eso, sostiene que lo mejor es hablar con los chicos para entender lo que les está pasando y hacia dónde van.

Las especialistas coinciden en que las reacciones de rechazo también se fueron atenuando porque cada vez hay más madres y padres tatuados y con aros.

ESOS RAROS PEINADOS NUEVOS

El peluquero Franco Rodríguez dice que cuando entran padres de arriba de 45 que vienen a acompañar a sus hijos, se prepara para el conflicto.

“No entienden cómo pueden querer ese corte. Se nota la diferencia de generación. Los más grandes por ahí tienen la idea de que los hombres deben usar cortes tradicionales. Aunque los chicos pidan cortes que están de moda, muchos padres los asocian al estereotipo de ‘pibe chorro’”, cuenta el peluquero, y señala que después de largas disputas generalmente los chicos se salen con la suya.

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