Con las plataformas online, ahora reinan nada más que las películas “pochocleras”

No es una novedad la posibilidad de mirar películas en el hogar, puntualmente elegidas, sin antes haber pasado por el videoclub. Internet, las plataformas online y los smart TV lo volvieron factible. Un amplio catálogo se ofrece a los espectadores. Es tan variado que alguien podría llegar a pensar que tiene a todo el cine existente -o al menos al que merece ser visto- desfilando por su pantalla. Entonces elige una, se divierte por un par de horas, y sigue con otra cosa.

Otros, acaso más exigentes, se cansarán de ver pasar las ofertas sin encontrar nada que les despierte curiosidad: una chica le pide a otra que no le quite al novio, Diarios de una pasión (buena, pero mil veces vista), unos amigos consiguen un fin de semana “libre” (sin sus mujeres), “¿Cómo sobrevivir a mi ex?”, se pregunta un actor que hace puchero en el afiche, y así siguen las propuestas. También pueden aparecer otras bajo la categoría de “independientes”, pero que suelen resultar bastante densas.

La oferta es parecida a la de los manteros y también a la de los negocios que ofrecen películas truchas sobre el mostrador: muchos tanques hipercomerciales, y muy poco, o casi nada, de eso quizás no tan popular, pero que sin duda merece la pena ser visto.

Desde la Cámara Argentina de Videoclubes plantean que los nuevos hábitos de consumo de la industria cinematográfica tienden a homogeneizar la oferta: “Se propicia la concentración de ‘las mismas películas’ en pocas manos. Si logran sacar definitivamente a los videoclubes de la actividad, también se hará un gran daño a la multiculturalidad y al Cine Independiente. Es decir que se le hace un gran daño al cine”.

El platense Norberto Melo, presidente de la Cámara Argentina de Videoclubes, explica que menos del 5% de las películas que se estrenan a nivel mundial llegan a las salas. Y que las cinco o seis que figuran en cartelera no necesariamente son las mejores, sino las que cuentan con más recursos económicos. En este sentido plantea que es importante el rol de los videoclubes como difusores de lo que no se encuentra en los medios, y por eso sostiene que su desaparición “atenta contra la diversidad cultural”.

“Nuestros negocios son el complemento natural de las salas. El espectador va a buscar lo que no pudo ver en el cine o las películas que, por la alta concentración de ‘tanques’, no pasaron por las salas. O también van a informarse, ya que somos profesionales en difundir personalizadamente el cine”, señalan desde la entidad.

El jefe del departamento de artes audiovisuales de la UNLP, Esteban Ferrari, coincide en que para el común de las personas es más fácil acceder a los tanques hollywoodenses que toparse con otro tipo de cine. Explica que las plataformas como Netflix persiguen fines netamente comerciales y por eso promocionan los productos ‘con más salida’.

Sin embargo, Ferrari marca una ventaja en relación a épocas pasadas: “Con las plataformas online se generó una mayor circulación y cambiaron los hábitos de consumo: se puede acceder a material que antes era muy difícil de encontrar. El tema es que hay que saber buscar”.

Espectadores mas activos

Ferrari sostiene que en la actualidad acceder ‘al buen cine’ muchas veces implica un mayor esfuerzo por parte del espectador: “Las plataformas online buscan que veas lo que mira la mayoría, y de ahí las puntuaciones. Por eso es bueno tener una brújula, como puede ser el festival internacional de cine en Berlín, y buscar información de los realizadores”, dice, y agrega: “No hay que quedarse solamente con lo que ellos nos ofrecen. Si nos acomodamos mucho, los espacios megacomerciales ganan”.

“El cine es como el vino. Casi nadie empieza tomando del bueno, pero una vez que se empieza a conocer y a diferenciar, el paladar se acostumbra y cuesta mucho bajar”, compara Luis González, dueño del videoclub Imagina.

González dice que algunos espectadores relegan las “películas pochocleras” sólo para algunos momentos. “Ojo, no me parece mal que las personas vean ese cine. Es cuestión de gustos. Yo tengo de todo en el local y jamás voy a decirle a alguien que eso no tiene que mirar. Pero creo que es bueno que también sepan que existe algo más”, dice.

Al igual que otros cinéfilos que atienden videoclubes, González considera que su trabajo trasciende el mero alquiler de un producto: “De las películas surgen largas charlas. Cuando vienen a elegir, generalmente me consultan, y yo los oriento según sus gustos y lo que tienen ganas de ver. Al devolver les pregunto qué les pareció. Hay un intercambio, y yo también aprendo”, cuenta.

Rocío Montes (32) es profesora de inglés y acaba de entrar al local para asociarse: “Necesito películas en idioma original con subtítulos en inglés, y no tengo ganas ni paciencia para ponerme a buscar en internet. Además también me gusta que me recomienden”.

González cuenta que la mayoría de sus socios buscan películas europeas o independientes: “En general quieren algo distinto. Muchos quieren ver buen cine y me piden que los oriente”.

Se estima que en el país funcionan menos de 700 videoclubes. En La Plata cada año nuevos locales cierran sus puertas. Melo es dueño de Videomanía, que supo tener ocho sucursales distribuidas entre La Plata y Villa Elisa. El año pasado cerró el local que durante 33 años funcionó en el centro de la Ciudad. De los ocho que tenía solo sobrevivió uno, en City Bell: “Y estamos bastante preocupados porque los números tampoco cierran. Necesitamos ayuda institucional”, dice.

“El cine no se debe concentrar luego de las salas solo en medios donde no será su actividad principal. Ellos tienen además los deportes, las noticias, los recitales y las series, entre otros productos”, plantean desde la Cámara Argentina de Videoclubes para alertar sobre una posible baja en la calidad de las producciones. Y advierten: “Tanto las plataformas online como los canales de tv pagos están generando su propia producción, que pronto competirá con la producción cinematográfica tradicional”.