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Información General |violencia de genero

¿Crímenes anunciados? Los femicidas que dan señales pero nadie puede frenar

El femicidio en el country de Pilar y ciertas conductas del asesino antes del ataque reabren el debate entre quienes estudian la creciente problemática

30 de Agosto de 2015 | 02:21

En los últimos siete años, 1808 mujeres y niñas fueron asesinadas en contexto de violencia de género, según el Observatorio de Femicidios de La Casa del Encuentro. Es una mujer que muere a manos de un hombre cada 31 horas. Repasar los informes y los números siempre en alza de esta ONG estremece, pero hay algo que a quienes estudian esta problemática les quita directamente el sueño: ¿se puede prevenir o detectar a tiempo a un femicida?

“No existe un perfil predeterminado de un femicida”, apunta la psicóloga Elizabeth León Mayer, para quien cada femicidio acarrea detrás suyo una historia particular. El común denominador son situaciones de violencia crónica, estructural. Puede haber algún indicio, una señal, pero por lo general es la mujer quien se niega a creer que su pareja es capaz de matarla.

“Cuando una mujer llega a pedir ayuda -dice la experta-, por lo general ha estado sometida a una relación violenta por un plazo de cuatro o cinco años”.

“Cuando una mujer llega a pedir ayuda, por lo general ha estado sometida a una relación violenta por un plazo de cuatro o cinco años”

 

Hay algo en lo que los especialistas suelen coincidir: si bien no existe un perfil único del femicida, hay patrones de conducta que se repiten y pueden identificarse a grandes rasgos: “te mato porque sos mujer, porque sos mi propiedad y porque sos una cosa”.

A la mirada de León Mayer se le suma también la de la psicóloga Miriam Olivera, quien concuerda con que el femicida no tiene un perfil único y su violencia “es consecuencia de un contexto histórico, cultural y familiar donde se reproducen patrones y dinámicas en las relaciones de pareja que implica violencia hacia la mujer y donde, por sobre todas las cosas, el factor influyente es siempre el mismo: el machismo”.

Según la “Casa del Encuentro”, durante 2014 se produjeron 277 muertes de mujeres por violencia de género. Las estadísticas del año pasado aportaron también que hubo 29 femicidios vinculados de hombres y niños, tipología que identifica el asesinato de varones que murieron al quedar en la “línea de fuego” del femicida o fueron asesinados para “castigar” a las mujeres.

Como cada año, se repite el dato de que las parejas o ex parejas son los principales responsables de los crímenes y que la mayoría de los hechos, un 52 por ciento, ocurrieron en las viviendas, convirtiendo “un lugar que debería ser de protección para ellas, en el espacio donde son asesinadas”, señalan desde la ONG. Estos crímenes contra mujeres dejaron a 330 personas sin madre, de las cuales 200 son menores de 18 años.

De las 277 asesinadas, además, 39 tenían denuncias previas y cuatro poseían órdenes de exclusión del violento, siendo las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Salta las que encabezan la estadística trágica. “Salta es una provincia donde se declaró la emergencia por violencia de género -apunta Fabiana Tuñez, titutlar de la ONG-, pero si esa decisión política no se acompaña con presupuesto, programas de contención y refugios, de nada sirve. Por algo son 21 los femicidios allí, misma cantidad que en Córdoba, que tiene una densidad demográfica mayor”.

Estos crímenes se vinculan con resabios de una sociedad machista que quiere ver a las mujeres como una propiedad de los varones

 

En esta línea se inscribe la opinión de Darío Witt, presidente de la ONG Casa Abierta María Pueblo que da refugio y contención a mujeres víctimas de violencia y para quien, vale resaltarlo, existen ciertas conductas previas en el agresor que puede ser tenidas en cuenta como “un estado pre femicida” (ver aparte).

“La mujer necesita una respuesta integral y urgente durante este peligroso período -sostiene Witt-. Y creemos incluso que el hombre también, es por eso que así como proponemos que deje de ser excarcelable el delito de desobediencia, cometido cuando se violan restricciones perimetrales en contexto de violencia de género, también decimos que estos hombres deben tener un tratamiento psicoterapéutico y una evaluación exaustiva durante este período. La inmensa mayoría de los agresores intrafamiliares no son delincuentes comunes, son trabajadores (de todos los estratos sociales y profesiones) comunes. Hay que tener en claro una cosa: no se trata de combatir demonios, sino a la violencia machista que todos y todas hemos sabido construir”.

Como dice Witt, los femicidios no reconocen diferencias de clases sociales y se presentan en todos los estratos y en todos los rincones de la Argentina. De los datos que maneja el observatorio se desprenden también características que comparten muchos de los femicidas. La más notoria, que en el 60% de los casos los une un vínculo cercano con la víctima: generalmente son parejas o ex parejas.

“Precisamente por eso la violencia en la pareja no debe minimizarse -apunta Olivera-, dado que lo más importante en este contexto de muertes crecientes es prevenir. Todos tenemos que estar atentos, y al más mínimo indicio de violencia son las mujeres las que deben estar alertas y prestar la debida atención, ya que por regla general la violencia en una relación de pareja no disminuye nunca y tiende a aumentarse. Por eso la prevención arranca desde las primeras etapas de la relación. Después ya puede ser muy tarde”.

A la hora de intentar rastrear los orígenes del drama para así detectar conductas potencialmente peligrosas -y llegar entonces a prevenir un femicidio-, los especialistas en el tema explican una y otra vez que estos crímenes se vinculan con cuestiones culturales: resabios de una sociedad machista que quiere ver a las mujeres, y sobre todo a las mujeres más jóvenes, como una propiedad de los varones. Pero también con mensajes que desde la comunicación masiva y la publicidad cosifican, denigran y humillan sistemáticamente a las mujeres.

Para Tuñez, en tanto, si bien los datos son dolorosos y preocupantes, “hay que reconocer los avances en el tratamiento de la violencia, porque mucho hemos logrado desde que Carlos Monzón mató a Alicia Muñiz en la década del ‘80. Tenemos leyes, dispositivos, la temática visibilizada en medios de prensa y agendas públicas, pero aún nos falta. Mucho nos falta”.

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