El escándalo del clásico potencia el debate

A una semana del último clásico platense, que terminó con una batalla campal entre jugadores de Estudiantes y Gimnasia, los ecos que dejó el episodio están lejos de apagarse. A las sanciones y las múltiples voces que salieron a condenarlo, se suman otras que buscan indagar en las causas de una agresividad que para muchos resultó tan inesperada como desmesurada, pero que se enmarca en un verano tenso en el que apenas unos días antes habían sido noticia -y motivo de debate- las escenas de un Boca River también caliente, en el que además fue puesta en tela de juicio por dirigentes y observadores la actitud de varios futbolistas.

En momentos en que se debate un esperado regreso de los visitantes a los estadios, la violencia dentro de la cancha convertida en protagonista central del fútbol de verano se transformó en un elemento sorpresivo y considerado un evidente retroceso para analistas y observadores.

Algunos números ilustran el lugar central que ocupó la agresividad en el campo de juego durante el verano: en los 12 encuentros que se disputaron en los distintos torneos veraniegos hubo 13 expulsados y 72 amonestados. Abundaron los gestos provocativos, las infracciones innecesarias o fuera de escala y los tumultos. La gresca final del clásico platense fue el colofón para una situación que ya había encendido luces amarillas mucho antes y que había reconocido un punto de inflexión en el Boca River que dejó como postal los gestos provocadores del capitán Osvaldo Cata Diaz a la hinchada millonaria., gestos que merecieron la condena de la propia dirigencia del club xeneixe.

Puestos a analizar las razones de esta violencia los especiaistas aportan varios argumentos. Se habla, por caso, de una responsabilidad compartida que alcanza a todos los protagonistas del mundo del fútbol: los jugadores que no miden su reacción, sí, pero también los dirigentes; los responsables de los operativos de seguridad e incluso una justicia propensa a dejar, a la larga, sin sanción a aquellos episodios capaces de incitar a la violencia.

Pero también -sin pretender con eso justificar el nivel de violencia- se destaca que son mucha los cambios que se produjeron en los últimos años en la vida de los futbolistas y que contribuyen a incrementar las tensiones en el campo de juego. Entre ellos, la omnipresencia de las cámaras que potencia el grado de exposición de los jugadores y el entramado de intereses que determinan que algunos partidos se vivan con el imperativo de “ganar o ganar”.

Mariano Bergés es abogado, presidente de la ONG Salvemos al Futbol -que inició una causa penal a los futbolistas involucrados en el tumulto del clásico platense- y dice que son múltiples los factores que inciden cuando irrumpe la violencia.

“Nosotros hemos vivido una etapa en la que la violencia era entre hinchadas rivales, luego vino el período de la violencia entre facciones de una misma hinchada. Pero esto es diferente, porque es una violencia inesperada, protagonizada por los jugadores y que puede tener consecuencias más graves si deriva en otra violencia en las tribunas. Creemos que en este caso no sucedió porque nadie se esperaba semejante batalla y el público reaccionó con estupor.

Para Bergés, “en una primera lectura uno podría decir que esta agresividad se produce porque es la pretemporda, cuando el jugador está todavía falto de ritmo. Es la lectura simplista que atribuye la explosión a cuestiones del juego en el marco de un partido caliente. Pero uno podría ir más allá y pensar en las presiones que pesan sobre el jugador, entre ellas los de los sectores violentos de la barra. Una idea a analizar que nosotros postulamos es que las presiones de los violentos de la barra pueden condicionar comportamientos desmedidos de algunos jugadores. Una suerte de ofrenda a los violentos de la tribuna. ¿Sino cómo se explica que un jugador experimentado como el Cata Díaz salga de la cancha haciendo un gesto provocador hacia la hinchada de River? ¿Para quién es ese gesto desmesurado, fuera de toda escala, casi circense y hecho por un jugador experimentado en un partido que no define nada?”

Bergés destaca, además, el hecho de que en la tribuna de Gimnasia hubiera banderas de Estudiantes, un indicador de que “falló el operativo policial”.

“Y eso no es raro, porque nosotros observamos los operativos policiales en los partidos de verano y todos fueron igualmente ineficientes. Se disponen más de 1.000 policías y agentes de seguridad, pero la hinchada de River acuerda con un jefe policial entrar telones que están prohibidos, o la barra de Boca tira fuegos artificiales a su llegada al estadio delante de los policías que están para controlarlos, cuando esto está prohibido por la ley11.929. Si el público no violento ve que la policía actúa así no denuncia al violento y nada cambia. Para que las cosas cambien se necesita un compromiso real del Estado, no sólo en el control efectivo de los operativos, sino en bajar un mensaje educativo que hoy se necesita más que nunca. El fútbol es un juego, un deporte más. Y no se trata de ganar a lo que de lugar”.