Empezar el colegio: una alegría y un desafío para la organización familiar

En la casa 27 del barrio Coven de Ensenada, mañana a las 6 en punto sonará el despertador. Verónica Bacre (37) se levantará y prenderá la luz del dormitorio de sus hijos. Esa es ‘la señal’ que a los trillizos Martina, Sofía y Nicolás Prado los hará saltar de la cama. Es que no hay tiempo para perder: el retraso de uno significa problemas para todos y ellos lo saben desde hace mucho. Mamá preparará el desayuno, y luego de tomarlo se cambiarán solos como lo hacen (también) desde hace tiempo. “Se cambian después de desayunar, nunca antes, porque ya viví la experiencia de tener que limpiar una remera a las apuradas antes de salir”, comenta y ríe Verónica.

En la Ciudad hay 162.561 alumnos, 95.039 en escuelas estatales y 67.522 en privadas.

Los cuatro caminarán cuatro cuadras, y a las 7,15 tomarán el 275 o el 202 para llegar a la Escuela María Auxiliadora, ubicada a un par de kilómetros del barrio, cerca de la plaza céntrica ensenadense. Y comenzarán juntos sus estudios primarios en la única sección de 1° grado que tiene el colegio. “El tiempo pasa muy rápido, todavía tengo la imagen de cuando nacieron y pesaban un kilo y medio cada uno”, recuerda y se emociona la paciente y dedicada madre.

Desde mañana, todas las familias deberán reacomodar sus rutinas en base a los horarios escolares, pero el desafío para Verónica será retomar la organización que mantiene desde que sus trillizos cumplieron dos años, empezaron el jardín maternal y ella quedó sola para criarlos. “Acá todo se maneja con horarios y turnos. Es que si no, no daba abasto. Pero por suerte ellos entienden, ayudan mucho y son muy independientes”, afirma la orgullosa mamá.

Cuenta que de 9 a 12,30 trabaja en una óptica, de modo que no le dan los tiempos para recogerlos. Se vuelven en transporte y los recibe Claudia y su hija Valentina, de 7 años, uno más que los trillizos. “Es una vecina y amiga, que los cuida y les da de comer hasta que yo vuelvo, cerca de las dos”, relata Verónica, para indicar que lo que sigue es “siesta obligatoria”. “Excepto los lunes y miércoles, cuando de una y media a cuatro y media van a la escuela de estética, allí aprenden música, literatura, expresión corporal y plástica. Por ahora es lo que puedo darles. Tienen distintos gustos. Por ejemplo, a Nico le gusta el fútbol, a Sofía el patín y a Martina guitarra, pero sola y sin vehículo no puedo andar llevándolos de un sitio a otro”, comenta.

La hora de ir a dormir llega cerca de las 22, pero antes, el baño. “No se pelean por no bañarse, sino por bañarse. Entonces, como todo lo que genera alguna discusión, se decide por sorteo con tapitas de colores”, apunta Verónica y concede que “algunas cosas se negocian, como una peli más o un rato más de dibujitos si se portan bien”, dice.

Un nuevo ingrediente en la cocina familiar ahora será el de los deberes. “No sé como nos vamos a organizar”, admite Verónica, quien siempre habla con una sonrisa a flor de labios. Segura y decidida, no duda de que “con el correr de las clases vamos a encontrar el momento y la forma”, subraya.

Mientras, los simpáticos y educados trillizos se ‘reparten tareas’. Como cada uno destaca en algo -Sofía en lectura, Martina en escritura y Nico en matemática-, suelen decir “para qué voy a aprender eso si lo sabe él, o ella; lo que tendrán que aprender es que las cosas no son así”, enfatiza la mamá.

En esa acogedora casa 27, súper organizada pero alegre y vital como sus cuatro habitantes, con las mochilas que les regaló papá Lucas y los útiles impecables, los trillizos esperan ansiosos el inicio de las clases en el María Auxiliadora, escuela que Verónica Bacre eligió por tradición familiar -fue su mamá, sus hermanas, ella y van sus sobrinas-, porque es “muy buena” y “porque no hacen paro. Yo necesito asegurarme de que siempre haya clases. No puedo ir a trabajar tranquila si no tengo el día diagramado”, resalta.

Mañana, a las 6, sonará el despertador y arrancará una nueva etapa en la vida de los trillizos.

al jardin desde los tres

En la Ciudad hay 162.561 alumnos, 95.039 en escuelas estatales y 67.522 en privadas.

En el nivel inicial, la brecha es muy chica: 16.023 van a jardines de infantes privados y 19.918 concurren a establecimientos públicos (ver gráfico).

Desde mañana, entre esos casi 20 mil pequeños que poblarán los jardines del Estado estará Santino Uriel Rosso, quien iniciará la sala de 3 en el “909” de Los Hornos. El pequeño hincha de Gimnasia estrenará pintor y edificio.

“Su hermana Micaela, que ahora está en 5° de la Primaria 21, está celosa porque dice que ella hizo el jardín en el edificio feo, en el viejo”, cuenta Carla Rodríguez (26), la mamá de Mica, Santino y un bebe de apenas seis meses.

Cuenta que el niño está “ansioso, entusiasmado por empezar el jardín el lunes”, y remarca que “con él tuvimos suerte, ya que entró desde los 3 años, en cambio Micaela había quedado en lista de espera y empezó en sala de 4, y no es lo mismo”, afirma.

“¿Cómo me voy a organizar? Será relativamente sencillo, porque yo me dedico a los chicos, y tanto Micaela como Santino tendrán clases en el turno tarde, y como la escuela y el jardín quedan pegados podré traerlos y venir a buscarlos juntos”, dice Carla, para realzar que lo que más les interesa a ella y a su marido Juan Marcelo -albañil y pintor- es que “aprenda a compartir, y para eso es muy importante que esté con chicos de su edad”.

en cada rincon

Los trillizos Prado en el barrio Coven de Ensenada, Santino Rosso en la localidad platense de Los Hornos, y Fátima Denari en Berisso centro. En cada rincón de la Región los chicos ya tienen sus mochilas listas y esperan ansiosos para dar ese primer paso, para empezar el jardín, la primaria o -el lunes 9- la secundaria.

Fátima dejará la salita de jardín del colegio Fray Justo Santa María de Oro, más conocido como “el parroquial”, para iniciar la primaria.

Resuelta, Fátima cuenta por sí sola cómo es eso de empezar 1° grado. “Un día nos llevaron a la primaria. Nos enseñaron canciones, hicimos un dibujito de un conejo, nos contaron un cuento, fuimos al recreo y volvimos al jardín”. Punto. Vuelve a tomar los lápices y sigue dibujando, su gran pasión, cuentan papá Ezequiel (43) y mamá Silvana (42), quienes trabajan en Astilleros y en la docencia, respectivamente.

Un grave accidente en la pierna hará que Ezequiel pueda estar en casa con Fátima, Antonio (ya en 3° grado) y Amadeo (de apenas dos meses), pero Silvana deberá llevarlos y traerlos del colegio. “Por suerte, ahora irán los dos a la tarde, cuando tienen distintos turnos se complica mucho”, comentan.

Fátima sabe que ya no podrá usar juguetes en el aula, por lo que extrañará “mucho” a su perro de peluche, pero en realidad, lo que más le preocupaba era que la retaran si hacía algo mal. Silvana ríe y comenta que “ella escucha que al hermano a veces le llamamos la atención porque no es muy amigo de los deberes”.

La niña también cuenta que usará “pollera, chomba, medias marrones o blancas y unos zapatos”, herencia de su tía Amparo. Muchos cambios, pero con alegría: vuelven las clases.