Justiciero desnudo

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

Juan Antonio Vázquez regresó en cueros a sus viejos reclamos. Los años no pasan en vano. Y las armas de Vázquez, que nunca fueron ni espectaculares ni productivas, cada vez lucen más arrugadas. Esta vez la exhibición fue en la vereda de los Juzgados federales de 8 y 50. La gente del paseo se sorprendió al advertir que un nudista, fuera de escala y de temporada, se sacaba la ropa para exigir en pelo la designación de un titular en un juzgado correccional. Don Juan decidió volver a la lucha cuando se enteró de la vacante. Como siente que su desnudez siempre está de turno, eligió su mejor calzoncillo y salió a la calle en busca del nombramiento. Fue el jueves al mediodía y en una esquina con mucha marcha y mucha pancarta. Los peatones estaban desconcertados: ¿era un candidato que hacía campaña con el cuerpo a cuerpo o sería una publicidad indirecta de la parada de taxis? Ya desnudo, la desilusión fue absoluta. Las damas del paseo, que a esta altura no se asombran por nada, se sintieron defraudadas por un espectáculo tan mezquino y descuidado. Vázquez otra vez puso al aire su militancia. Pero flaco favor le hacen a las protestas las salidas esporádicas de este vecino de calzoncillo fácil que cada tanto ameniza alguna escalinata con sus zafadas presentaciones. La gente de la peatonal merece algo más que estos decadentes imprevistos. Sus fuegos militantes se han ido apagando y el tiempo, que es implacable con la anatomía, le aconseja achicar sus demandas o agrandar su armamento. Evidentemente, hay algo en las dependencias públicas que lo excitan. Esta vez se la agarró con la justicia, pero hace cinco años mostró su cuero en una dependencia de Educación, de la calle 44, y hace tres montó su show en la entrada de la Facultad de Derecho. Ahora, en la peatonal, don Juan repitió su rutina. Los que esperaban una mejor coreografía o más despliegue, se quedaron con las ganas. Vázquez ya se quejó contra la corrupción oficial, el aborto, los paros docentes, los sobornos, el sistema de salud y la inseguridad. Pero temas no le faltarán a este exhibicionista serial de escaso tamaño y gran sentido del ridículo que, solito y ante el espejo, allá en su morada de Arturo Seguí, sentirá que lo que tiene entre manos puede mejorar el mundo. Sus calzoncillos conocen de rebeldías y ausencias. Pero Vázquez deberá optimizar puesta en escena y silueta si espera que sus protestas logren algo más que sonrisas burlonas. El operativo que montó fue pobre. Le falta producción. Los sex shop y alguna marca de bóxer podrían arrimarle la fantasía que le falta. ¿Llegará el juez solicitado antes de su próximo strip tease? Optimismo no le falta a este luchador del mediodía que en pelotas y cada tres años sale a la calle a ventilar demandas y algo más.