Literatura infantil: un boom que no para de crecer en el mercado editorial

Historias en las que se cuentan situaciones de discriminación o la separación de los padres, personajes medio frikis y alejados del estereotipo clásico del héroe o la heroína de Disney, aventuras donde la tecnología ocupa un rol fundamental y finales no siempre felices son algunas de las piezas que conforman el cada vez más variado, intenso y prestigioso rompecabezas de la literatura infantil, uno de los géneros que más se expandieron en la industria editorial del país según el último informe de la Cámara Argentina del Libro (CAL).

“La edición de libros infantiles es uno de los rubros que más creció en los últimos cuatro años”, sostiene Graciela Rosenberg, titular de la CAL y para quien la calidad de su producción “ha sido destacada en mecas del género, como la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bologna”.

Es cierto: este año, la 50 Feria de Bologna (algo así como la Frankfurt de libros para la infancia) galardonó con el Premio New Horizons al libro Abecedario del sello argentino Pequeño Editor, un premio que es el más prestigioso del mundo a la hora de evaluar el diseño gráfico y editorial no europeo.

Pero no es el único ejemplo: Libros del zorro rojo, sello gráfico fundado en 2004 con un pie en Buenos Aires y otro en Barcelona por el argentino Sebastián García Schnetzer y el español Fernando Diego García, fue distinguido recientemente como una de las mejores editoriales del género.

Según el informe de la CAL difundido en los últimos días, la literatura dirigida a niños y jóvenes ocupa un ajustado tercer puesto en el mercado librero, detrás de los libros de ciencias sociales y los de literatura general, que desde siempre se encuentran al tope de la pirámide productiva editorial.

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Hija del universo de María Elena Walsh, quien en la década del sesenta rompió con cierta mirada simplista y acaso ingenua de la infancia, la literatura para los más pequeños viene siendo impulsada por  narradores y dibujantes que piensan sus historias en un mundo que crece y se desarrolla al ritmo de las nuevas tecnologías.

“La literatura juvenil se sostiene por los grandes clásicos -apunta la profesora platense de Lengua Teresita De Antueno-, pero el boom y el interés por las nuevas narraciones está protagonizado por los más chicos, por los nenes del nivel primario. Para ellos, es sorprendente la variedad de relatos y propuestas que existen”.

Al decir de quienes analizan el fenómeno, la narrativa para chicos retoma una tradición bien arraigada en nuestra cultura pero se plantea, de la mano de nuevos personajes e historias actuales, horizontes hasta ahora inexplorados por el género. Así como en su momento fue Salinger con El guardián en el centeno, o Tolkien o Bradbury o Italo Calvino con El barón rampante, o tal vez los viejos tomos de la colección Robin Hood o Juvenilia de Miguel Cané, ahora aflora una nueva jungla no sólo de personajes y escenarios, sino de temáticas y de temores novedosos en la patria de las letras para chicos.

Para Rosenberg, además, “la cantidad de especialistas y dibujantes que fueron apareciendo generaron un boom de producción dentro y afuera del país de libros que fundamentalmente se venden en Latinoamérica, aunque algunos llegan a Estados Unidos como segunda lengua”.

Se trata, al decir de la titular de la CAL, de “libros de excelente calidad, con contenidos muy cuidados y originales”, responsabilidad de sellos como Del Eclipse, Limonero, Arte a Babor y Kalandraka, que a veces, incluso, superan lo literario y alcanzan áreas de filosofía y ciencia, como es el caso del sello Lamiqué o las colecciones juveniles de Eudeba y Siglo XXI. “Este crecimiento -apunta Rosenberg- responde, entre otras cuestiones, a compras realizadas por el Estado en los últimos cinco años, destinadas a escuelas y bibliotecas principalmente. Una política que trascendió fronteras y alcanzó a los países de habla hispana latinoamericanos. México, Chile y Colombia, por ejemplo, compran libros de literatura infantil y juvenil argentinos, algo que generó el aumento de la producción y la profesionalización tanto de autores como de ilustradores”.

Uno de los últimos informes de la CAL sobre las estadísticas de 2015 ya anunciaba el crecimiento de la literatura infantil y juvenil, pero un paseo por la Feria del Libro que se realizó este año en el predio de La Rural confirmó esa tendencia que cala incluso en editoriales tradicionalmente dedicadas a literatura de adultos, como el sello Corregidor, que lanzó dos títulos infantiles sobre realidades sociales (El león ya no quiere rugir y Amanecer esmeralda). Historias románticas, de aventuras, con drama o adentrándose directamente en el género del cómic (cuyo crecimiento acaso marque un boom dentro de otro boom), los chicos tuvieron a su disposición en la última edición de la Feria una variedad de ofertas como no ocurrió otras veces.