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Murió Marcelo Diez cinco horas después del fallo de la Corte

Murió Marcelo Diez cinco horas después del fallo de la Corte

Murió Marcelo Diez cinco horas después del fallo de la Corte

7 de Julio de 2015 | 20:58

Marcelo Diez, el joven neuquino que permanecía desde hace 20 años en estado vegetativo sostenido por elementos artificiales, murió por causas naturales a las 18.30, cinco horas después de conocerse el fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que autorizaba a desconectarlo de los aparatos que lo mantenían con vida.

"Su último gran regalo fue que primero la Corte emitiera su fallo, ya que de otro modo, de haber fallecido primero, la causa entablada por los familiares se hubiera declarado abstracta", dijo Lucas Pica, abogado de la familia.

Marcelo Diez murió en el Centro Médico Cemic de la capital neuquina luego que la Corte emitiera por primera vez un fallo reconociendo la muerte digna, aplicando la ley nacional sancionada hace tres años. 

LA CARTA DE SU HERMANA ESCRITA EN 2013

¿Cuándo fue que empezó todo esto? ¿En 1994, cuando se accidentó? ¿Esa mañana aplastante, un año mas tarde, en que los médicos nos dijeron que Marcelo era "un vegetal"? Ahora que lo pienso mejor, tal vez todo empezó en los 90. En esa época y en ese país, muy pocos ponían en duda el dogma de que los médicos y los hospitales estaban allí para hacer vivir a los pacientes. A toda costa. O mejor dicho: aún a costa de sí mismos. ¿No puede hablar, no puede sentir, ni comer, ni controlar ningún músculo de su cuerpo? ¡No importa! ¿No puede pensar, ni siquiera darse cuenta que está vivo? ¡Qué te importa, si respira por sí mismo! La tecnología médica había ganado una batalla contra la muerte. Debía estar feliz. Entonces yo también creía que podía conformarme con que mi hermano estuviera vivo. Me llevó más de diez años admitir que ese cuerpo que respiraba por sí mismo ya no era Marcelo.

El mismo tiempo que me llevó alejar de mi vida los crueles y devastadores discursos que insistían en que hay que esperar a ver si reacciona. Devastadores porque apelaban a la infinita capacidad de negación que tenemos todos, crueles porque quienes los decían sabían perfectamente que esa lesión cerebral jamás lo permitiría. Desde que me tocó vivirlo, pocas situaciones me han parecido más cruentas que dejar a una persona en estado vegetativo. Ahora creo, más bien, que todo empezó cuando dijimos (inútilmente) basta. No queremos que le coloquen más una sonda por la nariz para aspirar su estómago -deteriorado luego de tantos años de alimentación artificial- porque sabemos que nunca más va a poder comer, le decía a la médica. Y después: no queremos que cuando tenga una infección le coloquen un respirador porque eso no lo va a hacer regresar. Y por último: no queremos que sigan metiendo en ese cuerpo agujas, instrumentos, frustraciones y proyecciones o convicciones personales y que pueden aplicar para sus propias vidas, pero no en lo que queda de la suya. Todo esto empezó (¿o terminó?) hace exactamente un año. El 9 de mayo de 2012 se decidió, finalmente, que ni el Estado ni las instituciones -ni los jueces, ni los médicos ni las jerarquías de las religiones-debían decidir qué hacer ante las enfermedades y la muerte. Que debían, en cambio, acompañar lo que cada persona (o sus familiares, cuando no están en condiciones de decidir) quería hacer con ello. Paradójicamente, con la ley de muerte digna, se nos devolvió a las personas, en realidad, la decisión de cómo queremos vivir, mucho más de cómo podemos morir. Estoy llegando al final, y en verdad yo sí sé cuándo fue que comenzó todo esto, y no puedo dejar de decirlo. Fue una tarde de 2009 cuando con mi hermana, pudimos -por primera vez en quince años- decirnos:

"Marcelo no hubiera querido estar vivo de esta manera. Nosotras dos lo sabemos. Nada de lo que hagamos podrá cambiar el hecho de que hace mucho tiempo que ya se ha ido".

Luego, vino todo lo demás: comunicarle a la institución que no queríamos que le dieran mas antibióticos en caso de infección, y su brutal respuesta: una denuncia penal, que la jueza casi inmediatamente desestimó. Y el redoble de nuestra apuesta: queremos, además, retiro de soporte vital (hidratación y alimentación): cinco comités de bioética de sociedad científicas y dos peritos médicos oficiales han dicho que su estado es irreversible, y que el soporte vital lo único que hace es prolongar su agonía. Marcelo no hubiera querido esto. Y lo dejaremos ir.

Andrea Diez
DNI: 20.120.884

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