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Pelusa resiste…y Scioli y Macri fueron a la playa

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

4 de Diciembre de 2016 | 00:39

Mail: afcastab@gmail.com

CAMBIOS Y TRASLADOS.- La elefanta Pelusa entró en pánico cuando supo que el achique llegaba al Zoo. Se hizo platense hace 50 años y ha visto pasar por la Muni domadores de todo calibre. Pero ahora sus nanas suenan a despedida. Las bestias tienen sensores y saben que ante cada nueva gestión la planta permanente debe reestrenar mimos y rugidos. Sus patas cansadas avizoran un futuro difícil para una tropa de comilones que espera un semestre con pastos más tiernos. Los cuidadores se la pasan recalculando en medio de una selva cada vez más impaciente. Pelusa sufre dolencias de sus patas traseras. La inmovilidad redujo sus fuerzas. Debe caminar veinte kilómetros por día y aquí no puede dar ni una vuelta a la manzana. Se pasó medio siglo desandando un camino conocido y respondiendo con mucha disciplina a los requerimientos domingueros de un público que admiraba su enormidad y su calma. Pelusa es símbolo de una época que se extingue; pertenece a una colección de especies exóticas que ya no tendrá lugar en La Plata, donde avanza la decisión de “transformar el Zoológico en un bioparque con características similares a las de una reserva de animales autóctonos, estación de cría y centro de investigación”. Una exigencia demasiado altisonante para estos bicharracos que fueron capacitados sólo para la foto y la galletita. Garro les fue quitando ínfulas a unas jaulas peronistas que llegaron con Alak y se afianzaron Bruera. Su decisión es una forma de halagar por igual a los proteccionistas y a una tesorería municipal que se va quedando sin raciones. Capaces de vivir unos setenta años en estado natural, estos paquidermos pueden superar los cinco mil kilos de peso. Pelusa come cerca de 130 kilos diarios de frutas, verduras, fardos y pasto verde; cuando se la quiere recompensar por algún logro, se le ofrecen manzanas, bananas, pan, maní y pochoclos. Hoy, entre antibióticos y analgésicos, su cautiverio es la cara visible de una tropa que dejará de ser estrella para ingresar al escalafón de cesanteados. ¿Somatiza? Los veterinarios creen que hay algo de simulación en sus dolencias: cuando le llegó el aviso del traslado, empezó a renguear. Y cada vez que atraca un camión, se entrompa más.

Córdoba le había dado a Scioli unas bofetadas electorales, pero ahora lo recompensó con una Gisela refrescante que trajo nuevos proyectos. Su gastado discurso –amor, sueños y esperanza- hoy necesita menos slogans y más sacudidas.

Las patas cansadas de la elefanta Pelusa avizoran un futuro difícil para una tropa de comilones que espera un semestre con pastos más tiernos.

 

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UN OCHO Y UN AÑO.- Macri se autocalificó con un 8. ¿Mucho, no? Siguiendo los dictados de los boletines amables de la anterior gestión, el Presidente eligió el camino del autoelogio para evaluar un ciclo lectivo con algunos aplazos y varias amonestaciones. Es cierto, los muchachos de la década ganada no dejaron ni para galletitas. Macri se fue de retiro espiritual a buscar entre el oleaje de Chapadmalal las señales de una marea promisoria que se demora en llegar. Allí podrá aprender que la buena pesca exige buenos pescadores. Y que en el océano hay más tiburones que playas mansas. Le espera una travesía difícil. Por eso reunió a los contramaestres de su barcaza y les pidió que por favor lean los vientos favorables y no se la pasen recogiendo velas ante cada tormenta. En esa soledad, entre la autocrítica y los ruegos, sueña con un 2017 con muchos arribos y pocos naufragios. Y espera poder recompensar con manzana, bananas y maní a un gabinete que a veces tiene las patas más pesadas que la elefanta.

 

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SCIOLI DE NOVIO.- Daniel ha vuelto al amor. Es la mejor cura después de un divorcio electoral que lo había dejado sin despacho oficial y sin compañera a la vista. Las señoras siempre dan trabajo. Van, vuelven, desdeñan, reclaman. Desde La Ñata Daniel había olfateado más de una vez a Gisela, esta señorita cordobesa que había debutado en ShowMatch, la gran vidriera nacional, y que desde esa noche se le quedó bailando como un sueño a futuro. Esta semana la pareja tuvo su viaje de bautismo a Punta Cana. Fue la mejor manera de blanquear una historia que regaló un alegrón legítimo entre tantas facturas truchas. Allí, haciendo caso omiso a su diagnóstico (“las crisis quitan las ganas de tener sexo”), estrenó viejos tratamientos y decidió sin consultor a la vista que si hay problemas lo mejor es acabar con ellos pero en la cama. Córdoba le había dado unas bofetadas electorales, pero ahora lo recompensó con esta ciudadana convocante y presentable que le devuelve el cupo ideal a una Ñata varonera que necesitaba doña nueva. El gastado discurso de Scioli –amor, sueños y esperanza- hoy exige menos slogans y más sacudidas. Por las dudas, como las cordobesas son muy pedigüeñas, Daniel reforzó su cuota de maní y bananas.

 

(*) Periodista y crítico de cine

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