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¿Qué hacer cuando los chicos se muestran inapetentes o muy selectivos?

La alimentación de los chicos a veces se convierte en una preocupación para los padres

¿Qué hacer cuando los chicos se muestran inapetentes o muy selectivos?

Ser demasiado selectivos con las comidas es una de las dificultades alimentarias más frecuentes en los chicos

25 de Octubre de 2016 | 02:49

“Que el niño se niegue a comer causa mucha angustia en los padres”, comenta la pediatra Angela Suárez, miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría y médica del Hospital de Niños de La Plata, y señala que son frecuentes las consultas que recibe en este sentido. El ser selectivos (mañosos) con la comida y la falta de apetito se encuentran entre las dificultades alimentarias más frecuentes. Especialistas hablan de las posibles causas y ofrecen algunos tips para abordarlas.

Como primera medida, coinciden los expertos, es necesario que los chicos sean revisados por su pediatra para descartar cualquier posible patología que esté causando la inapetencia. Si todo está bien, se deben considerar otros factores que pueden estar influyendo en ese sentido.

“Múltiples factores pueden contribuir a que un niño se niegue a comer. La forma de comer está influenciada por la crianza, factores emocionales y, menos frecuentemente, por enfermedades”

“Aproximadamente, un 25% de niños sin ningún problema de salud se alimentan mal por diferentes causas”, afirma la pediatra Silvina Morales, vicepresidenta de la Sociedad de Pediatría de La Plata y médica del Hospital de Niños Sor María Ludovica.

“Múltiples factores pueden contribuir a que un niño se niegue a comer. La forma de comer está influenciada por la crianza, factores emocionales y, menos frecuentemente, por enfermedades”, explica Suárez.

¿Por que algunos chicos pueden negarse a comer?

Uno de los casos más frecuentes es el de los chicos extremadamente selectivos con los alimentos. “Por lo general se niegan a incorporar sabores nuevos y con frecuencia alegan no tener hambre. Generalmente ‘negocian’ lo que van a comer, como una forma de llamar la atención”, describe Suárez.

Morales recomienda evitar que los chicos “manejen a toda la familia” con sus caprichos: “La alimentación no tiene que ser un negocio. Tienen que entender que hay que comer porque hay que alimentarse y no por eso van a recibir una recompensa”, dice. Señala que tampoco es bueno que en la casa se les prepare comida ‘aparte’: “Si se niegan a comer, se les puede decir que se guardará en la heladera para que lo coman en la próxima comida. Para que aprendan que con eso no se juega”.

Las especialistas coinciden en que ese tipo de mañas suele ser frecuente en hijos de padres que trabajan muchas horas. Es la forma que encuentran estos chicos para “castigarlos” por las ausencias. Remarcan la importancia de no ceder cuando los reclamos se manifiestan mediante hábitos alimentarios, para que no se convierta en un espacio de negociación.

Sin embargo, el rechazo hacia determinados alimentos no siempre se da por mero capricho. La nutricionista Ximena Barcia, miembro del Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires y profesora de la UNLP, señala que también existe lo que se llama neofobia.

Es el nombre que recibe el rechazo inicial de los niños por los alimentos nuevos o desconocidos para preservarse en el caso de una supuesta toxicidad de la nueva sustancia; y tiene dos períodos críticos: el primero, a lo largo del primer año de vida, cuando se introducen alimentos semisólidos; y el segundo alrededor del tercer año, que coincide con la etapa de rebeldía y desarrollo del yo y que probablemente sea un mecanismo de defensa para proteger al niño que ahora deambula libremente, de la ingestión de sustancias nocivas.

La especialista explica que la exposición reiterada a un alimento puede revertir esta situación. “Para vencer la neofobia pueden ser necesarios de 8 a 10 contactos con el alimento. De esta forma los niños terminan aceptando muchos alimentos nuevos que habían rechazado inicialmente”, afirma, y agrega: “Los padres deben evitar realizar gestos de aceptación o rechazo de los alimentos, ya que influyen en la conducta alimentaria de los chicos, que tienden a copiar a los adultos”.

Además de la importancia de que los niños incorporen buenos hábitos alimenticios para su correcto desarrollo, la negación a comer puede alterar la dinámica familiar o causar trastornos durante las horas del almuerzo o la cena. En este sentido también es importante regularizar la situación.

“La alimentación no tiene que ser un negocio. Tienen que entender que hay que comer porque hay que alimentarse y no por eso van a recibir una recompensa”

También sucede -explica Suárez- que los niños no comen porque son inquietos y prefieren jugar o se distraen con el televisor, la computadora o la play. “Como cuesta sentarlos a la mesa, los papás los siguen por todos lados para que coman, conducta que no es muy útil e indicada”.

Morales plantea que si los chicos no tienen problemas de crecimiento y se muestran enérgicos, el poco interés hacia las comidas no debería preocupar a los padres, ya que probablemente la causa de la inapetencia sea que se olvidan o que priorizan otras actividades. De todos modos, sostiene que los padres no deben permitir que se salteen desayunos, almuerzos, meriendas ni cenas. Y que el foco debe estar en inculcarles buenos hábitos alimenticios.

Barcia coincide en este sentido: “Los niños de uno a cinco años centran su interés en sociabilizar más que en alimentarse. A veces están tan concentrados jugando que se olvidan de comer. Esta etapa es normal: es fundamental minimizar las distracciones si el niño pierde interés por los alimentos rápidamente y no olvidarse que los almuerzos y cenas también son momentos de aprendizaje. Hay que hablar con ellos y mantener el contacto visual”.

Otro caso es el de los chicos inapetentes que además se muestran retraídos o apáticos. “Estos chicos pueden estar atravesando alguna situación familiar de depresión. En esos casos hay que buscar ayuda psicológica y no olvidarnos de que existe la anorexia infantil”, afirma Morales.

Las especialistas señalan que muchas veces los padres se preocupan indebidamente o fuerzan a los chicos a comer más de lo necesario porque tienen la creencia de que “mientras más gordito, más sanito”. Esa idea, que lleva a sobrecargar de alimento a los niños, predominó en generaciones pasadas y algunos padres jóvenes todavía la conservan.

“Hay que evitar forzar al niño a comer sin respetar su ritmo de saciedad, que es el que le permite un adecuado crecimiento”, afirma Suárez.

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