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Información General |LOS LINCHAMIENTOS EN LA ERA DE INTERNET

Redes sociales, un jurado impiadoso que puede dejarnos sin empleo y mucho más

Cada vez más casos muestran lo riesgoso de compartir en ellas ciertas cuestiones privadas por la dimensión pública que pueden adquirir

Redes sociales, un jurado impiadoso que puede dejarnos sin empleo y mucho más

Redes sociales, un jurado impiadoso que puede dejarnos sin empleo y mucho más

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5 de Julio de 2015 | 02:30

NICOLAS MALDONADO

Si hay algo seguro en el escándalo que generó el video de Victoria Xipolitakis en la cabina de un vuelo de Austral es que los pilotos jamás imaginaron el tsunami que éste iba a generar en su futuro inmediato. Obnubilados por la presencia de la vedette, apenas si uno de ellos sugiere con tono juguetón la posibilidad de que aquello los pueda “hundir”. Después de todo -como se supo luego- no se trataba de la primera vez que una famosa era invitada por un comandante a participar del despegue … ¿por qué esta vez iba a ser peor? La respuesta está en la cantidad de gente que iba a enterarse de su “desliz” unas pocas horas después.

Así como se necesita poco para conquistar nuestro minuto de fama convirtiéndonos en una tendencia viral, en las redes sociales una conducta inadecuada, un chiste inoportuno o una frase fuera de lugar también son suficientes para volvernos tristemente célebres. A los pilotos de Austral, esa lección les está costando por lo pronto la condena pública, un sumario administrativo y una grave acusación penal.

Una conducta impropia un chiste inoportuno o una frase fuera de lugar son suficientes en ellas para volvernos tristemente célebres

 

Mientras una enorme cantidad de usuarios de Twitter, Facebook y otras redes sociales siguen sin tomar consciencia de lo expuestos al juicio público que quedan sus actos privados en ellas, cada vez son más los casos que dejan en evidencia el costo que esta nueva forma de ingenuidad puede llegar a tener hoy.

Ya se trate de un video que nos muestra en una situación cuestionable, una broma de mal gusto o un comentario poco feliz, los casos suelen tener un recorrido en común. Basta que su contenido capte la atención de los usuarios para que el chisme se convierta en objeto de un juicio público sin atenuantes. Y si el tema alcanza una popularidad tal que llega a los medios, entonces el acusado termina pagando el equívoco... generalmente con su empleo, pero el costo puede ser mucho mayor.

FALTAS, ERRORES Y DESCUIDOS

Una semana antes del escándalo del vuelo de Austral, una joven policía de la Patrulla Rural de Carmen de Areco se tomó una foto sosteniendo el brazo derecho que un motociclista había perdido en un choque y la subió a su cuenta de Facebook. La imagen y los comentarios de repudio se viralizaron a tal punto que el episodio no tardó en llegar a oídos de las autoridades del ministerio de Seguridad. La agente fue sumariada y ahora enfrenta una investigación de la Auditoría General de Asuntos Internos que evaluará si se la despide o no.

Aunque en este caso se trataba de una funcionaria pública mostrándose en un acto inapropiado para su función, el fenómeno tampoco perdona a personas comunes que no han cometido precisamente una irregularidad. Es el caso Kaitlyn Walls, una maestra texana que en abril de este año comentó en su Facebook que odiaba tener que trabajar rodeada de niños, el mismo día que arrancaba su nuevo empleo en una guardería. Si bien se trataba de “una broma”, la reacción que ésta produjo entre la comunidad de padres le costó el puesto antes de empezar.

Pero lo cierto es que el riesgo de sufrir una dura condena pública por algo que se compartió en una red social no se limita a personas inexpertas. De hecho, uno de los casos más conocidos tuvo por protagonista a una exitosa ejecutiva de comunicación que vio destruida su carrera por un tuit. En diciembre de 2013 al abordar un vuelo a Sudáfrica, Justine Sacco tuiteó: “espero no agarrarme sida. Es broma. ¡Soy blanca!”. Miles de usuarios respondieran a su chiste acusándola de racista y al llegar a destino ya no era más la directora de comunicación de InterActCorp.

Ni siquiera hace falta ser políticamente incorrecto o tener mala intención. En marzo de este año el Tribunal Electoral de Bolivia despidió al encargado de su cuenta de Twitter por haber cometido un error ortográfico que puso al organismo en ridículo: el hombre simplemente escribió “¿Sabes dónde botarás?”. Y dos meses más tarde el párroco a cargo de la dirección pastoral de la Universidad de Seton, Nueva Jersey, fue destituido por apoyar en Twitter una campaña de repudio a la violencia contra la comunidad gay.

“TORMENTAS DE EXCREMENTOS”

Esa suerte de linchamientos que surgen cada vez con mayor frecuencia en las redes sociales son un fenómeno que comienza a ser estudiado por especialistas y que ya tiene nombre propio en ingles: “shitstorm”. El término, que podría traducirse como tormenta de excrementos, hace referencia precisamente al aluvión de críticas que suelen desencadenarse a raíz de ciertas publicaciones que llaman la atención.

Entre quienes se han dedicado a estudiarlo se encuentra el investigador estadounidense Jon Ronson, autor de un libro que recopila los testimonios de personas defenestradas en internet, y quien asegura que el fenómeno comenzó bien, Pero si bien al principio permitía canalizar el repudio social por ciertos atropellos que escapan a la justicia, no tardó en desmadrarse. “La justicia en las redes sociales ha dado lugar a linchamientos públicos de una enorme crueldad”, sostiene el autor.

Ocurre que aun cuando en ocasiones existe una causa percibida como legítima, noble o justa detrás, los juicios individuales suelen retro alimentarse en las redes sociales generando una suerte de escalada justiciera que no repara en insultos o comentarios condenatorios contra quienes cometen alguna falta o equivocación.

“Muchos usuarios consideran que la libertad de expresión les da la facultad de atropellar, despedazar y acabar con otro ser humano igual a ellos, lleno de errores y de defectos. Hoy en día a la luz de las redes sociales, las personas no pueden equivocarse porque estos errores salen a relucir y enlodan su hoja de vida”, dice la abogada Heydi Balanta, especialista en Derecho Informático y nuevas tecnologías, quien señala que en las redes sociales las condenas no sólo son más crueles sino que tienen una duración mayor.

TERRENO PELIGROSO

Lo mismo señala el especialista en Derecho Informático Raúl Martínez Fazzalari al advertir que es importante cuidar la reputación en internet porque nada desaparece en ella ni existe tampoco el derecho al olvido”, por lo cual “ciertas condenas tienen un efecto desproporcionado en relación a la falta cometida y pueden afectarnos durante mucho tiempo tanto en lo laboral como en lo social”.

A su entender el problema radica en gran medida en el hecho de que las redes sociales son una herramientas relativamente nueva, por lo cual “mucha gente no ha tomado conciencia todavía de lo potentes que pueden ser tanto para magnificar un valor como para condenar un disvalor”.

A su vez, muchos de sus usuarios “tampoco han tomado conciencia de que si bien `las acciones privadas entre mayores que no perjudiquen a terceros` no pueden ser juzgadas por la Justicia, sí pueden serlo, y de hecho lo son, por la comunidad cuando se vuelven públicas en una red social”. Y a esto se le suma además que tampoco suele tenerse en cuenta que “aquello que resulta gracioso en un contexto privado o íntimo puede no serlo al quedar expuesto a la mirada de terceros; algo que pasa con frecuencia en las redes sociales, donde los contenidos pierden a veces el contexto y se interpretan mal”, dice Fazzalari.

En suma todo parece quedar supeditado a un uso responsable de las redes tanto por parte de quienes comparten contenidos privados en ellas como por quienes lanzan en respuesta algún juicio u opinión. Y es que las mismas herramientas que permiten instalar el debate sobre cuestiones que no tienen cabida en la agenda pública también pueden destrozar la vida de alguien que tal vez simplemente cometió un error. Encontrar el punto justo para cada caso, sostienen los expertos, es hoy una nueva responsabilidad que debe asumir cada quien.

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