Sonrisas indescifrables

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El cuartel del Pro vive como un combate extra cada excursión de su comandante al Vaticano. “En tres audiencias más y vamos a poder llegar a la sonrisa”. Esta vez reforzaron el plantel de hijas obedientes y contaron con la ayuda del padre Brochero como ángel protector. Pero el gesto esperado no llegó. Francisco estrenó sí un rictus de casi simpatía que costó sostenerlo frente a los fotógrafos. Los papas saben que lo de ellos es esencia y apariencia. Y que su altiva misión exige palabras tantos como gestos. Por eso administra cuidadosamente sus ademanes.

Francisco debutó con su media sonrisa en tierras de la Gioconda, un modelo inspirador a la hora de enviar mensajes con la boca cerrada. Los estudiosos no saben, quinientos años después, si Mona Lisa quiso expresar impaciencia o placer con su rostro. Y se demoran leyendo sus misteriosos labios. En la comisura final, han dicho, está el mensaje. La mano sublime de Leonardo dio en el clavo al retratar el gesto mínimo de una mujer que se atrevió, en tiempos de rabioso patriarcado, a dejar un mensaje misterioso con su ambigua expresión. El estudio hecho por la Universidad de Sheffield Hallam y la Universidad de Sunderland, hablan del arte de saber mezclar “colores de manera tal que permitían confundir al espectador”. Cuando el visitante mira otras áreas del rostro de la mujer, “su boca pareciera moverse muy sutilmente, generando una ilusión óptica”. ¿Hablan del cuadro o de la audiencia? “La técnica añaden- es conocida bajo el nombre de sfumato. Como la sonrisa desaparece tan pronto como el observador pretende capturarla, hemos llamado a esta ilusión óptica la sonrisa intocable”, subrayando que la ambigüedad le añade atractivo extra a una técnica que es “un ingenioso truco para atraer al público”.

El Papa, en plan Mona Lisa, estudió a fondo los pincelazos de Leonardo para poder enfrentar esta reunión. Si bien esta vez logró darle menos adustez a su rostro, se las ingenió para hacerle saber al visitante que, en el fondo, nunca habrá sonrisa, sino ilusión. Como Macri tomó nota que el Sumo Pontífice se ablanda con las hijas, Duran Barba quiere que al próximo encuentro vaya sólo Antonia. Son estrategias visitadoras que quieren aprovechar el sfumato de un partido que, como marcó la Gioconda, apela a “un ingenioso truco para atraer al público”. Hoy los estudiosos del Pro gastan hipótesis tratando de explicar por qué un Papa, que ha regalado tantas sonrisas a multitudes anónimas, se las guarda todas cuando llegan los nuevos habitantes de la Casa Rosada.

Pero no fueron las únicas sonrisas llamativas de la semana. “Argentina sonríe” fue un programa odontológico del kirchnerismo que al parecer deparó más de una carcajada de júbilo a su instrumentadora, Rocío García, odontóloga y mujer de Máximo Kirchner. Pero ahora Rocío se quedó con la boca abierta al enterarse de que la justicia trata de de averiguar por qué ella, en compras directas de artículos de lujo, gastó 4 millones destinados a la campaña dientes sanos. Apelaba a un rendidor sistema de facturas truchas que es más viejo que la Mona Lisa. Iba a la cuenta bancaria y hacía extracciones sin anestesia para comprar, carteras, servicios y chiches varios. No sólo la “Argentina” del slogan sonreía bajo su gestión. Los odontólogos amigos saben que con cuatro millones es fácil alcanzar la mejor sonrisa y que no hace falta ningún explorador para ver qué hay en el fondo de estas contrataciones directas. A Rocío ningún conducto se le complicaba. Su operatoria sintonizaba con una gestión que siempre aprovechó las mordidas.

El comportamiento del Papa puso entre paréntesis una visita que no tuvo carcajadas pero tampoco reproches. A la sombra de Mona Lisa, Francisco jugó al ambiguo sfumato ante la mirada de un Macri que espera más sonrisas ahora que la CGT empieza a mostrar los dientes.

(*) Periodista y crítico de cine