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Información General |un flagelo que no se detiene

Tránsito fatal: dolor y tragedia sin fin, con un muerto cada tres días en la Región

El impacto en las familias afectadas por la pérdida de un ser querido. El afán de transformar el desconsuelo en acción

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26 de Junio de 2016 | 02:04

Omar Gimenez

Aquella tarde, la última tarde, a la que la memoria de Tania Céliz vuelve una y otra vez, habían compartido una chocolatada. Emilio, su hijo de 21 años, le contó entonces que iría a visitar a su novia en Berisso y le anunció que no lo espere a cenar, porque llegaría tarde. Como cada vez que Emilio no estaba en casa, Tania se quedó despierta esperando su regreso. Le preocupaba que anduviera en moto y hacía rato que trataba de convencerlo de que venda las tres que tenía para comprarse un auto. Pero Emilio amaba las motos. Las compraba usadas, las arreglaba, las lustraba hasta que lucían flamantes. En algún momento de aquella noche se durmió y soñó que escuchaba los pasos del chico volviendo a casa. Pero cuando más tarde llamó la novia para pedirle que lo despertara supo por sus otros hijos que Emilio nunca había vuelto. El llamado desde la comisaría llegó después. Que su hijo había tenido un accidente, decían. Que se acerque a la seccional. “¿Pero porqué a la seccional?”. “¿En qué hospital está?”. “Lo quiero ver”. Fueron muchas las cosas que pasaron por su cabeza hasta que llegó a la comisaría y recibió la trágica noticia que marcó un antes y un después inexorable.

“Sólo los que perdimos un hijo sabemos lo que se siente”, dice Tania, que es portera de edificio y trabaja como empleada doméstica. En medio de su dolor se conectó con Nancy Benítez, titular de Estrellas al Cielo, una de las entidades que en la Región nuclean a familiares de víctimas de accidentes. Nancy perdió a su hijo en 2013, cuando él volvía de bailar con un amigo y viajaba de acompañante en una moto que fue embestida por un colectivo. Hoy, junto a otros padres en la misma situación buscan transformar el dolor en acción, trabajando en la prevención de nuevos accidentes que pongan un freno a una epidemia de siniestros viales que no se detiene y que en lo que va del año ya se cobró 60 vida en La Plata. La última, la de una mujer que ayer fue arrollada por un auto en Gorina (ver página. 39).

Son múltiples las causas que se mencionan para explicar el porqué de un flagelo que se cobra 21 vidas por día en el país (según las cifras manejadas por la asociación civil Luchemos por la Vida) y al que nadie logra poner freno.

Daniel Zuccarelli es magister en Seguridad Vial y enumera algunas de esas razones. Habla de controles insuficientes en cantidad y de cuestionable calidad, a partir de una “mala capacitación” de los encargados de hacerlos. De operativos de alcoholemia escasos y fáciles de predecir y eludir. De exámenes poco exigentes para entregar licencias de conducir, de deficiencias en las señalizaciones.

“El 99% de los accidentes son por errores humanos, pero no necesariamente de quien conduce. También son derivados de los errores de quienes no hicieron un correcto mantenimiento de una ruta, no señalizaron adecuadamente una calle, no dispusieron controles efectivos o destinaron un presupuesto insuficiente a la prevención de accidentes”, sostiene el especialista,

Los familiares de las víctimas también aportan su visión sobre el problema y suman factores. Desde la entidad Estrellas Amarillas, otra de las que los nuclea en la Región, se le apunta sobre todo al alcohol y se pide una ley de alcohol cero similar a la que en 2015 permitió reducir un 18% los accidentes en la ciudad de Córdoba (ver aparte).

Desde Amor y Respeto al Prójimo, otra de esas entidades, su titular, Osvaldo Nessi, habla de controles insuficientes, de campañas educativas y de prevención discontinuas, de señalizaciones que no son efectivas. Y sobre todo brega por una actitud responsable al volante en la que deben comprometerse todos los sectores de la sociedad (ver aparte).

“darle sentido al dolor”

Carlos Larroca, un vecino de Berisso que a principios de este año perdió a su hijo Pablo de 27 años en un accidente de tránsito ocurrido en la ruta 15, cree que los controles de tránsito deberían ser más estrictos y las sanciones a quienes incumplen las normas, más severas.

Larroca (57), junto a su mujer Marta Legone (54), decidieron comprometerse en la prevención de accidentes de tránsito como una forma de darle sentido al dolor interminable que les produjo la muerte de su hijo. Pablo caminaba llevando su bicicleta, que se habia roto, rodando a su lado cuando fue atropellado por un auto cuya conductora huyó y luego fue detenida.

De las 60 víctimas fatales que se registraron en el año el 43,3% viajaba en auto, el 38,3% eran motociclistas, el 21,7% fueron peatones y el 6,7% ciclistas

“Duele cuando te toca; cuando lo miras de afuera es distinto. Nunca creí que iba a estar de este lado del mostrador”, dice Larroca, quien considera que, en materia de tránsito, “las cosas que se hacen son puro maquillaje: por ejemplo, controles de alcoholemia en lugares previsibles, pero no en los más críticos. Cursos discontinuos de concientización, cuando la educación vial debería ser una materia desde la escuela primaria. Mientras tanto suceden cosas como que las empresas de colectivos exigen a los choferes completar un recorrido en tiempos límite. Todo eso tiene que ver con los accidentes que ocurren después”, opina.

Larroca dice que evitar nuevas muertes en siniestros viales se convirtió en un imperativo para él después de la muerte de Pablo. Pero su preocupación por el tránsito había empezado antes, cuando 20 días antes de la muerte de su hijo llevó a las autoridades su inquietud por el descontrol de tránsito que se vivía en la ruta 15.

“Con Pablo atendíamos un negocio que está junto al camino y hablábamos de cómo había cambiado esta zona de Los Talas y La Balandra , que antes era una casi exclusivamente de quintas, pero se transformó en residencial y el tránsito aumentó. El me decía siempre, ´qué ligero que andan, papá´y estaba contento porque hacía poco había podido comprarse una casita lejos de la ruta donde soñaba con ver jugar a sus dos hijos, de 2 y 6 años sin que corran peligro”..

Hoy en el lugar donde ocurrió el accidente hay una cruz en memoria de Pablo. Allí los vecinos, que recuerdan su amor por el campo y las jineteadas, por el folclore y su vocación por ayudar en el barrio, renuevan periódicamente su ofrenda de flores, rosarios, botellas de agua, imágenes del Gauchito Gil.

Todo eso convive con un panorama que le quita el sueño a la gente del lugar: vehículos a alta velocidad, falta de veredas, baches y pocos controles, dice Larroca.

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