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Información General |¿Qué entendemos por inteligencia?

Un concepto que se vuelve a poner en debate

Los clásicos test que miden el CI no servirían como única herramienta para medir la capacidad cognitiva

13 de Octubre de 2015 | 02:41

“La educación es lo que queda después de que uno ha olvidado lo que aprendió en la escuela”, es una de las célebres frases que se le adjudican a Albert Einstein. Claro que probablemente pensaba en el rígido colegio secundario donde estudió, y que lo enfrentó a profesores que lo definieron como lento, incapaz de entender las reglas y falto de memoria. En esos tiempos nadie imaginaba que ese joven metódico, que empezó a hablar recién a los tres años y que no aprobó el examen de ingreso a la Escuela Politécnica de Zurich por sus malos resultados en letras, se convertiría en uno de los científicos más conocidos y populares del siglo XX.

Pero su caso no es aislado. Existen numerosos ejemplos de “genios” que fueron malos estudiantes o tuvieron dificultades serias con alguna materia. De Charles Darwin sus maestros habrían dicho que se encontraba por debajo de los estándares comunes de inteligencia y su padre lo acusaba de “vago y soñador”. Quien es considerado padre de la álgebra moderna, Évariste Galois, también tuvo lo suyo: fue rechazado dos veces de la École Polytechnique de París por no aprobar los exámenes de admisión.

Cuando el talento de los jóvenes apuntaba a disciplinas artísticas, el reconocimiento en el ámbito escolar se les complicaba aún más.

“El cerebro tiene mucha más complejidad y diversidad de funciones que el pensamiento abstracto, las matemáticas ó la lógica”

Si bien en los sistemas educativos vigentes se suele valorar y fomentar aspectos como la creatividad, todavía sigue muy arraigada a la cultura occidental la idea de que la inteligencia de las personas se asocia, casi exclusivamente, a la puntuación que arrojan los test que miden el Coeficiente Intelectual (CI) y que evalúan la capacidad de razonamiento abstracto-lógico-matemático. Sin embargo, actualmente desde la ciencia reconocen que estos test solo miden algunos aspectos de la inteligencia.

Fue en 1904 cuando el psicólogo francés Alfred Binet desarrolló el primer test de CI con el propósito de identificar a los alumnos con aprendizaje más lento y que, por ello, necesitaban más ayuda. Sin embargo, temía que su método fuera utilizado como una medición de la inteligencia heredada, que fue lo que finalmente ocurrió.

Sin embargo, el concepto de inteligencia fue evolucionando a lo largo del tiempo. “Lejos del clásico, que solo la relacionaba con habilidades lógico-matemáticas, hoy se reconocen otros aspectos”, explica Diego Sarasola, fundador y director del Instituto de Neurociencias Alexander Luria y miembro del grupo de trabajo en neurología cognitiva y de la conducta de la Sociedad Neurológica Argentina.

El especialista explica que todavía no existe un acuerdo generalizado sobre las implicancias del término y, por lo tanto, no hay una única definición. “La clásica, la académica, la define como aquella capacidad de pensar, razonar y resolver situaciones nuevas. Otros hablan de la capacidad de adaptación. Algunos dividen la inteligencia en ‘analítica’ ( la que más frecuentemente entendemos como inteligencia), la creativa y la práctica”, dice Sarasola, y agrega: “Actualmente han florecido diversas teorías, con mayor o menor evidencia o solidez conceptual, que hablan de inteligencias múltiples e incluyen las distintas habilidades”.

INTELIGENCIAS MULTIPLES

Fue el psicólogo Howard Gardner quien elaboró la teoría de las inteligencias múltiples, que le valió el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. Según este investigador, la inteligencia es la capacidad de ordenar los pensamientos y coordinarlo con las acciones, y no existiría una sola, sino ocho. Cada individuo desarrollaría una más que otras.

Para el psicólogo, las potencialidades de las personas no siempre logran desplegarse a causa de una educación estandarizada que no distingue estos matices que diferenciarían a cada individuo.

Las ocho inteligencias que distingue Gardner son: la lingüística (habilidad para la comunicación oral, escrita o gestual), la lógico - matemática (capacidad para el razonamiento lógico y la resolución de problemas matemáticos), la espacial (la capacidad para observar al mundo y a los objetos desde diferentes perspectivas), la musical (capacidad para tocar instrumentos, leer y componer piezas musicales), la corporal y cinestésica (habilidad para manejar herramientas o expresar emociones con el cuerpo), la intrapersonal (capacidad de acceder a los propios sentimientos y emociones y reflexionar sobre ellos), la interpersonal (capacidad de interpretar palabras, gestos, objetivos o metas en cada discurso) y la naturista (permite detectar, diferenciar y categorizar aspectos vinculados a la naturaleza).

En este sentido, la neuróloga Diana Cristalli explica: “El cerebro del ser humano tiene mucha más complejidad y diversidad de funciones que el pensamiento abstracto, las matemáticas ó lógica; en estas habilidades está la empatía, el autodominio de la persona y el intento de armonización con el resto”.

La especialista plantea que sólo considerando la complejidad del cerebro puede entenderse que algunas personas cuenten con habilidades de orientación geográficas fantásticas y malas o pobres habilidades lingüísticas. U otras, con una memoria brillante, desarrollen un razonamiento pueril.

INTELIGENCIA EMOCIONAL

Después de que Gardner elaborara su teoría sobre inteligencias múltiples comenzaron a barajarse distintas hipótesis sobre una inteligencia social u otras más vinculadas a las emociones.

En 1995 el psicólogo estadounidense Daniel Goleman publicó el libro “Inteligencia emocional” y acuñó por primera vez este término, que con el paso de los años fue ganando mayor popularidad.

Según Goleman, existen dos mentes distintas: una que piensa y otra que siente. Estas ponen en movimiento circuitos cerebrales diferentes, aunque interrelacionados.

La inteligencia emocional implicaría la capacidad de tomar las riendas de los impulsos emocionales, comprender los sentimientos de nuestros semejantes y manejar amablemente la relaciones interpersonales, entre otras habilidades.

INCIDENCIA DEL CI EN EL AMBITO LABORAL

En el ámbito laboral, la inteligencia emocional tendría mayor incidencia que el CI en la selección de los candidatos a ocupar el puesto vacante.

La inteligencia emocional implicaría la capacidad de tomar las riendas de los impulsos emocionales, comprender los sentimientos de nuestros semejantes y manejar amablemente la relaciones interpersonales

Soledad López, directora de la región Buenos Aires Sur de la consultora Adecco, plantea que si bien se siguen realizando tests para medir el CI con la finalidad de determinar en qué porción de la población se halla el candidato, “en los últimos años se le ha dado mayor importancia a otras competencias”.

López explica que otras habilidades suelen resultar más determinantes que el CI para el buen desempeño de las funciones. “La inteligencia emocional hace referencia al modo de gestionar las emociones; dicha condición está directamente relacionada con la performance laboral y, por lo tanto, es evaluada al igual que otras cuestiones como puede ser la capacidad de adaptación y la creatividad”, dice, y señala que entre las características más valoradas, además de la formación académica y la experiencia laboral, figuran la autonomía, responsabilidad, compromiso, relaciones interpersonales, capacidad para sobreponerse a las adversidades y manejo de las emociones.

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