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Información General |LA INDUSTRIA PETROLERA EN EL SUR

Vaca muerta: viaje a una esperanza argentina

EL DIA recorrió el yacimiento de Loma Campana, en Neuquén, donde ya hay explotación de gas y petróleo

Por DIEGO CIRULLI​

24 de Mayo de 2015 | 02:18

A pesar de su edad prehistórica, a Vaca Muerta la fama se le vino encima de golpe. Fueron necesarios 150 millones de años para que el fondo del mar “se cocinara” en un rico reservorio de gas y petróleo entrampado bajo esta roca sedimentaria, y menos de un lustro para que su nombre se transformara en sinónimo de un invaluable tesoro. Por ahora es una promesa. Pero se calcula que en los próximos veinte años esta formación rocosa podría generar un equivalente a 50 años de consumo de gas natural, o ingresos similares a 83 años de exportación de soja.

Sepultada a entre 1.000 y 3.000 metros de profundidad en la Cuenca Neuquina y tan extensa como toda Bélgica, su nombre empezó a sonar fuerte en 2013 cuando la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA) la colocó en el podio de los mayores recursos de combustibles no convencionales del mundo. En un país acostumbrado a timonear en tempestades energéticas, la noticia ilusionó como un puerto seguro.

Empecemos de cero. Vaca Muerta es una roca, la lutita bituminosa (también se la llama esquisto o shale, por su nombre en inglés) que se extiende a lo largo de 30.000 metros cuadrados atravesando las provincias de Neuquén, Río Negro y Mendoza. Esa formación produjo, con el paso del tiempo y complejos procesos de sedimentación y transformación, el recurso que ahora se busca explotar.

Muchos empezaron a frotarse las manos y otros abrigaron grandes esperanzas para el porvenir nacional: en el fondo de este material geológico está depositada la posibilidad de llegar al tan anhelado autoabastecimiento energético, que le ahorraría al país 12.000 millones de dólares al año.

VACA MUERTA DA LA BIENVENIDA

La camioneta avanza por los serpenteantes caminos de ripio de Loma Campana, el más productivo de los yacimientos de Vaca Muerta, explotado por YPF en conjunto con Chevron, a unos 90 km de la capital neuquina. Se mire donde se mire, el paisaje devuelve la misma polvorienta postal futurista: un páramo minado de enormes estructuras metálicas y tráileres remotos, como si se tratara de un planeta recién colonizado.

Luego de una hora y media de viaje desde la capital neuquina llegamos a la Locación 11, donde perforan un pozo. Un cartel colocado en la entrada nos recuerda que esta es una de las actividades más riesgosas del mundo: “90 días sin accidentes”, dice el aviso. Todos aquí van enfundados con trajes que parecen de astronautas en plena misión: mameluco ignífugo gris y azul, casco, zapatos, guantes de protección y lentes plásticos. Mientras nos calzamos también nosotros ese aparatoso ropaje, Martín Costa, jefe de perforación, nos da una tranquilizadora bienvenida: “En caso de alarma vayan al punto azul para la evacuación. Pase lo que pase háganlo caminando, no corran”.

Desde que el desafío Vaca Muerta se instaló con fuerza en el imaginario colectivo, alimentado por mitos y realidades, el territorio quedó en medio de varias pugnas. El gobierno nacional y las provincias buscan, cada cual por su lado, participar de los beneficios; los pueblos originarios y los pequeños ganaderos reafirman sus derechos sobre esas tierras ahora revaluadas; los ambientalistas ponen el grito en el cielo por las técnicas extractivas de los hidrocarburos. En tanto, los vecinos y los operarios oscilan entre la ilusión y la incertidumbre por el naciente boom que está cambiando la fisonomía de esa región patagónica (Ver “Un pueblo con los sueldos del petróleo”).

Vaca Muerta no duerme. La producción late las 24 horas y el régimen laboral de algunos operarios alcanza los 28 días corridos y luego descansan por igual lapso. ¿Qué hacen en su tiempo libre en Loma Campana?: “Acá no hay tiempo libre”, responde, como sorprendido por la pregunta, Aldo Hernández, jefe de uno de los equipos que participan de la perforación.

En el yacimiento apenas se ven mujeres y la edad promedio de los operarios varía entre los 30 y los 40 años. Uno de ellos es el ingeniero André Archimio (34). Brasileño de padres argentinos, se formó en la UBA y hace más de una década trabaja en la Cuenca Neuquina. Nos explica las etapas de apertura de un pozo, que suele llevar entre 50 y 100 días. Alguien señala la imponente torre metálica de 55 metros de alto que está frente a nosotros. “Eso que oímos chirriar es el trépano que perfora el suelo y está a 3.100 metros bajo tierra; le tomó 32 días llegar hasta ahí abajo”, dice.

Le pregunto en qué consiste el fracking. No le gusta esa palabra y dice que es más correcto hablar de “estimulación o fractura hidráulica”, lo que para algunos suena a eufemismo y encubriría una nociva intervención en el medio ambiente. “Es una inyección de alrededor de un millón de litros de agua, 2.300 toneladas de arena y un compuesto de solamente diez químicos y no de seiscientos como dicen los ambientalistas, para que el gas y el petróleo que están atrapados en la roca fluyan a la superficie”, aclara.

La que se inyecta no es cualquier arena. Es una arena de un grano especial que por ahora se compra en China, Estados Unidos y Brasil y cuesta un millón de dólares la tonelada. “La idea es empezar a producirla en Neuquén”, agrega Archimio.

PORQUE AHORA

Descubierta hace unos 90 años por el geólogo Charles Edwin Weaver mientras realizaba estudios para la Standard Oil de California (actual Chevron), en las laderas de la Sierra de la Vaca Muerta, esta roca pasó sin pena ni gloria por el sediento siglo XX. Es un principio económico básico: los recursos recién se convierten en reservas cuando su explotación es rentable. Por la forma en que el gas y el petróleo están almacenados bajo esta formación arcillosa, la explotación no fue posible hasta tiempos recientes. La sequía de los recursos petrolíferos convencionales impulsó la búsqueda de técnicas de extracción innovadoras. A fines de 2011, se introdujo masivamente en el país el sistema que había revolucionado la producción de hidrocarburos en Estados Unidos: el polémico fracking que, a pesar de las resistencias que despierta en distintas partes del mundo, gana terreno como método de producción.

Lo que se obtiene es el mismo gas y el mismo petróleo. Lo que cambia -y por eso se lo llama no convencional- es el tipo de reservorio en que se encuentran, y, por lo tanto, los métodos y las inversiones necesarias para extraerlos (en las formaciones shale son más elevadas).

Fue esta técnica experimental la que convirtió a Vaca Muerta en la vedette que promete cambiar el panorama energético argentino. No es para menos: su óptima explotación -aseguran en YPF- significaría multiplicar por diez las actuales reservas de la Argentina, un país donde se consumen 600 mil barriles de petróleo equivalente diarios y cuya matriz energética está netamente orientada a los hidrocarburos.

EN LOS OJOS DEL POZO

Apiñados en un estrecho tráiler, dos ingenieros y un geólogo se ocupan de guiar la lanza de perforación mediante complicados cálculos de trigonometría. Ellos son los ojos que orientan a tientas a la incansable punta del trépano. El más mínimo error de cálculo se paga caro: puede dejar el pozo obsoleto y traducirse en la pérdida de millones de dólares. Edgar Soria (41) es ingeniero electrónico. Es del sur de Veracruz, México, y sentado frente a una computadora comanda la herramienta que direcciona el taladro. Hace 19 años que viaja por el mundo trabajando para Schlumberger, la mayor empresa de servicios para yacimientos petroleros del planeta. “Trabajo cinco semanas y descanso tres”, dice, y explica que durante esos 21 días libres se vuelve a Colombia, donde vive.

Ahora está a dos semanas de sus vacaciones. En ese tiempo termina de perforar el pozo, que dará de 700 a 1.000 barriles de crudo diarios y estará activo durante unos 30 años. Al iniciar su vida útil, el flamante pozo quedará solo, y, milimétricamente monitoreado por una computadora, bombeará hidrocarburos que llegarán por ductos subterráneos a las refinerías de Luján de Cuyo y Plaza Huincul.

A la luz de un enrarecido escenario internacional por el desplome del precio del crudo, las petroleras que podrían desembarcar en la Cuenca Neuquina se mantienen por ahora expectantes. GyP, Pluspetrol, Wintershall, Total, Y-sur, Petrobras, Exxon y PAE tienen concesiones en la zona, pero no se deciden a ordeñar la Vaca Muerta.

Mientras tanto YPF, reestatizada, es la que asume riesgos y actúa como “punta de lanza” del mayor proyecto de exploración y explotación en Loma Campana. En alianza con la norteamericana Chevron, la firma nacional promete invertir 15 mil millones de dólares en un 1% del área de Vaca Muerta, de los cuales, sostienen, ya fueron invertidos 3 mil millones. El reciente anuncio de la llegada del tren, que trasladará insumos entre el Puerto de Buenos Aires y Plaza Huincul, en Neuquén, envalentonó las perspectivas a largo plazo.

Exprimir las entrañas de Vaca Muerta requiere dólares que se cuentan de a miles de millones, y por eso YPF anda sedienta de nuevos socios dispuestos a romper el chanchito. “Sola no puede explotar toda el área. Se necesita a los ‘players’ del petróleo más grandes del mundo jugando acá”, reconoce un alto ejecutivo la petrolera estatal, que defiende a pie juntillas el controvertido convenio firmado en 2013 con Chevron.

En rigor, esta UTE no es la única que opera en la gran roca. En otras áreas de Vaca Muerta (El Orejano; La Amarga Chica; Bandurria y Bajada de Añelo) distintas empresas hacen sus exploraciones, aunque en la mayoría la experiencia no pasa de ser una prueba piloto.

EL REGRESO

Volvemos por “La ruta del petróleo”, la carretera provincial 7 que sale de Loma Campana y que se abre hasta la capital neuquina como una cicatriz solitaria en el árido paisaje. Bajo este cielo la lluvia es casi una rareza. A las 7 de la tarde una pesada bruma cubre los márgenes del camino e impide despedirse de los pozos que están cambiando la historia del lugar. El torrentoso río Neuquén corre paralelo a esta abarrotada y angosta ruta por la que a diario transitan unos cien mil vehículos. Acá, donde los choques son moneda corriente, quedamos atrapados en un hormiguero metálico. A esta hora, muchos de los cinco mil empleados de Loma Campana y otros miles de yacimientos cercanos, vuelven a sus hogares y las camionetas 4x4 avanzan a paso de hombre. También enfila para la capital más joven del país un enjambre de camiones cisterna. Es que por cada nuevo pozo, son necesarios 250 vehículos que transportan agua, arena y químicos hasta los campos petroleros. A medida que se acercan a la mancha urbana, autos, camionetas y camiones avanzan como por una cadena de montaje: lo único que pasa rápido es el tiempo. Queda claro que para ser el boom que promete, la región todavía es pobre en infraestructura vial y logística. Como comparó un colega neuquino, “Vaca Muerta es un motor de Ferrari corriendo en la carrocería de un desvencijado Fiat 128”.

 

DATOS
19
equipos de perforación trabajan actualmente

320
"pozos shale" en producción hay en Loma Campana

600 mil
barriles diarios de petróleo se consumen en el país

5 mil
operarios trabajan en Loma Campana

180
pozos no convencionales perforan por año
 

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