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Joven |ADRIAN DARGELOS

“Aprendimos a jinetear el caos”

Babasónicos comienza el 2015 como terminó el 2014: de gira. Y sin acatar límites: “La música no es solo estilo, es también un poco de magia, que es trascender, vencer la frontera del prejuicio y conquistar”, afirma su inclasificable frontman

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22 de Mayo de 2015 | 01:50

Pedro Garay

Son casi 25 años de caravana, y, tras un 2014 de premios y giras internacionales gracias a “Romantisísmico”, su último disco, comienza una nueva temporada de viajes y shows por las autopistas de la música para Babasónicos.

“Es extenuante, pero no rutinario”, avisa Adrián Dárgelos, frontman de la banda que se ha encargado de desestabilizar sistemáticamente la escena del rock nacional, como agitadores en un medio conservador. “Es gratificante tocar, contrastar esa idea de representación que tiene la música con el público, con las caras que el público puede poner cuando las canciones llegan a tocar esas fibras sensibles. Te da mucho cansancio, pero también es extático”, milita Dárgelos su verdad, su particular concepción de la música.

Representar la música, tocarla en vivo, es una instancia de trance donde se detiene el pensamiento y uno se conecta con la materia de la música y el cuerpo es un instrumento más que vibra en la música”, sigue el patito feo que devino cisne del rock. “Uno no piensa, se deja llevar y vibra en la música y fluye dentro de la energía de la música. Es un privilegio tener la oportunidad de tocar: entonces no lo vivimos como una carga. Podríamos no hacerlo, tocar mucho menos, pero somos unos apasionados de ese trance”.

El trance de Dárgelos transformado en provocador juglar cambia su energía cuando baja del escenario y escribe: “la composición requiere foco y juego, es un tiempo lúdico donde te arriesgás a probar cosas que al principio no son nada y te pueden dar vergüenza, pequeñas ideas que no considerarías, y en el foco de esas pequeñas ideas vas tirando de un sedal donde te empiezan a bajar pequeños elefantes atados”, explica su particular proceso inmerso en lo que llama “el tiempo mágico de la creación”.

AUSENCIA, DULCE CARENCIA

Una voz en el teléfono interrumpe el diálogo: es el estudio, y están buscando una versión de “Gratis”, la balada de “Infame”, que suena a toda velocidad. No la encuentran porque “la grabamos con otro nombre… y no me acuerdo cual”, ríe Dárgelos.

Lo cual quizás sea un olvido subproducto de las noches al límite, pero más probablemente tenga que ver con el catálogo frondoso de la banda, que ha publicado once discos desde 1992 y planea lanzar todos sus correspondientes “lados B”: este año será el turno de “Inflame”, la familia de temas que fueron abandonados por otros, los que llegaron a “Infame”.

“Estamos siempre así, siempre en una: nos apasiona eso, la música, también investigar en nuestro recorrido, las cosas que hicimos… Son discos que nos dan determinado aspecto porque también está Gabo en ellos. Todavía tenemos ‘Inflame’ y dos más con Gabo”, recuerda la voz de Babsónicos a su bajista original, Gabriel Manelli, muerto en 2008.

“Aunque siempre estemos sacando discos nuevos, nunca me voy a olvidar que tuve una banda con Gabo y me da mucho gusto cuando escucho canciones que habíamos hecho juntos hace mucho tiempo”, explica Dárgelos sobre el “bonus” emocional de desenterrar las versiones que fueron descartadas de los discos.

NO LE IMPORTA TU OPINION

“Quizás entre ‘Miami’, ‘Jessico’ e ‘Infame’ se dio el cambio…”, acepta a regañadientes Dárgelos, que no comparte la teoría de que “Jessico” fue el álbum clave de la banda. “Fue más un eje en nuestra carrera para el público que para nosotros”, analiza el fenómeno.

“Me parece que ‘Jessico’ es el momento en que la gente decide escucharnos, pero yo no sé si es el disco que cambia las cosas”, repite sobre el disco que salió con el país explotando en 2001 y terminaría ganando premios en todo el mundo y llevando a Babasónicos a las radios del país.

Pero a pesar del reconocimiento global que la banda cosechó desde “Jessico”, desde entonces una idea muy recurrente en el rock nacional ha pendulado sobre la banda: que Babasónicos claudicó a las tentaciones del mercado. “Eso es gilada de opinión barata”, dice Dárgelos, su voz relajada y relativista menos risueña. Y sigue: “Uno va cambiando, si no es re aburrido. No tengo esa paranoia: me gusta más la música que hacemos últimamente, mis discos favoritos están entre los tres últimos. Y escribo lo que me gusta, no para la crítica o el público”.

Y sigue, en trance: “Es que esa ‘otra música’ no nos servía más, ya la habíamos hecho: la música tiene que ver con lo que tenés ganas de tocar en el escenario, los personajes que las letras encaran… el mundo cambia, cambia la idiosincrasia y la cosmovisión, y vos no podés decirle lo mismo al mundo, volver a cantar sobre el mismo tema”.

“En la primera parte de los ‘90 no hacíamos canciones, hacíamos como temas de a partes. Una cosa que ni siquiera tocamos ahora porque no me gusta tanto”, opina Dárgelos sobre los días de “Pasto”, “Trance Zomba” y “Dopádromo”. Y amplía: “Me parece que tampoco fuimos una banda experimental: siempre coqueteamos con el caos y básicamente cuando aprendimos a jinetear el caos, encontramos la veta para divertirnos más”.

Dárgelos, que llega esta noche a las 20 con Babasónicos al Teatro opera de nuestra ciudad. no ve un giro desde “Jessico” sino una “evolución orgánica”: “Ahora componemos mejores canciones, más pulidas, nada más”, explica uno de los hermanos Rodríguez que componen la banda. Y expone su tesis: “La música son canciones: aunque recuerdo discos como ‘Pet Sounds’, discos hermosos, cuando me abstraigo recuerdo una o dos canciones. Entonces, yo trato de hacer música con canciones buenísimas”.

Cierra el frontman díscolo: “Lo que quiero es hacer una canción que trascienda. Al final de todo, la música no es solo estilo, es también un poco de magia, inmersa en estilo y actitud, pero magia: trascender, vencer la frontera del prejuicio y conquistar algo que no tiene que ver con la voluntad. Tiene que ver con que la melodía te viola el oído, te atraviesa y no podes creer que se te mueve en ese sistema que reproduce el lenguaje, y estás maravillado con eso, la cantás para vos mismo… Ese pequeño teorema de magia que provoca la música en tu cerebro es lo que nosotros tratamos de construir y gozar”.

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