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Más allá del artista del hambre

Más allá del artista del hambre

Más allá del artista del hambre

17 de Febrero de 2017 | 03:04

Se inspira en Pavarotti y Jimi Hendrix y se le compara con muchos más: el británico Benjamin Clementine, que hasta hace poco tocaba en las calles de París, esta hoy en la boca de todos luego de protagonizar el nuevo y politizado tema de Gorillaz, “Hallelujah Money” (el regreso de la banda al ruedo tras siete años), y afirma que es el testamento de “que se puede conseguir lo que uno se proponga”.

“Empecé en la música siendo niño porque no tenía nada más que hacer”, relata Clementine (Londres, 1988) dejando entrever que lo suyo es algo natural como su estilo, cuando sube al escenario descalzo, vestido con un abrigo largo y oscuro pero sin camisa, “cómodo”, como si estuviera en su casa.

“Es difícil describir mi música”, afirma el protagonista, que ha sido comparado por su voz con Nina Simone o Antony Hegarty, aunque reconoce que se inspira “en la música clásica y la ópera”, con Pavarotti y Hendrix como pilares “básicos”.

Su álbum debut, “At least for now” (2015), es el único testamento de su calidad como artista, y generó tanto revuelo que pasó las últimas dos temporadas girando por Europa y mostrando su talento.

en la calle

Todo comenzó en Edmonton, en la periferia de Londres, donde siendo el quinto hijo de una pareja de ghaneses tuvo una infancia “complicada” y empezó a evadirse jugando con un piano y leyendo poesía, entre obras de William Blake y T. S. Eliot.

Después se fue a París, donde vivía y tocaba en la calle, en las plazas, en los bares y en estaciones de subte, hasta que la “suerte” le visitó en forma de un descubridor que le ayudó a llegar a mayores audiencias.

“Para mí, el pasado fue ayer, pero aún está aquí”, confiesa Clementine, aunque también se revela algo cansado de repasar aquella cuestión biográfica que poco tiene que ver con su música.

“La gente vive sin hogar cada día. Es todo lo que dicen, ‘él ingresó al tren, un tipo lo descubrió y firmó un contrato de grabación’. No tiene sentido. Eso nunca sucedió, para nada. Estuve en el tren, sí toqué, pero también lo hice en bares, en la calle y en fiestas de cumpleaños”, dice el artista.

NARRATIVAS

“La historia de Clementine, entonces, está en el desenvolvimiento de este artista de 27 años que llegó alto sin haber ido a la escuela de arte, sin mecenas ni tradición, que proyecta componer su propio diccionario en 26 volúmenes, y que toca el piano descalzo, pero asegura que toda esa catarata de carencias no hace su vida ‘más lamentable’ que otras”, explica el periodista Luciano Lahiteau.

Lahiteau opina que la narrativa de la superación ha tomado el escenario principal en el caso de Clementine porque “su condición de negro, errante, de origen humilde pero a la vez exitoso, redime las culpas de una sociedad europea que quiere tapar el sol con las manos, al tiempo que alimenta cierto esnobismo proge (...) Reduciendo el peso de su vida personal en su obra, Clementine busca contrarrestar su supuesto logro de superación individual y esquivar la ajada noción del genio”.

EL EXITO

Lo cierto es que ha sido en parte ese relato el que ha conseguido que el artista radicado en Londres ahora pise los escenarios ante multitudes que pagan por verle: Clementine ha sido reconocido en Reino Unido como uno de los “héroes” del pasado año por The Guardian y ganador del premio Mercury en noviembre por su primer álbum, un momento “alegre y triste” porque fue galardonado tras los atentado de París, a cuyas víctimas dedicó el premio.

Pero tras todo ese éxito, asegura, “nada ha cambiado realmente”, excepto la cantidad de gente que va a escucharle, por lo que intenta “comprender la mente del ser humano”. Así, cree que muchos espectadores “probablemente no se habrían parado si estuviera cantando en la calle”, algo que le llama mucho la atención.

El autor de temas como “Cornerstone” o “I won’t complain” dice que no aspira a ser “solamente un músico”, y por eso quiere demostrar a la gente que “pueden hacer lo que se propongan y alcanzar su lugar en la vida” a través de su música.

Clementine lo hizo con su propia fórmula: “Siendo yo mismo, siendo amable. De eso trata todo”, y “eso” se refleja en sus letras, que contienen una filosofía resumida alrededor de un concepto. “El hogar no es tener una casa, siempre queremos reclamar sitios pero no poseemos nada realmente. El hogar es donde hallas la paz, que puede estar en tu corazón, en tu mente o en el asiento de un tren”, remata quien afirma estar “componiendo cosas nuevas” que le hacen mirar con optimismo el futuro, trabajando para “encontrar la suerte en algún lugar”.

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