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El sacerdote y músico desarrolló ambas vocaciones en La Plata. Ahora buscan recuperar sus partituras
Organista y compositor destacado, versátil y prolífico, el platense Angel Colabella fue además, un sacerdote que se brindó sin retaceos a su fe y a su comunidad. A treinta años de su fallecimiento, un grupo de músicos y docentes planea honrar su memoria rescatando y desempolvando viejas partituras para que su obra vuelva a ser estudiada y escuchada en la Región.
Se dice que la inspiración de Colabella como autor era simétrica con su generosidad. Y que regalaba sus partituras originales como muestra de cariño a sus amigos y conocidos, por lo que se desconoce el paradero de muchos de aquellos pentagramas. “Una costumbre que tenía era dedicar las obras a la gente. Es probable que, del centenar de obras que escribió, muchos manuscritos estén en manos de otras personas” explica la profesora superior de órgano y piano platense María Claudia Gomila.
Ex directora del conservatorio Gilardo Gilardi, Gomila supo ser parte de la Agrupación Organum y la Escuela “Marcel Dupré”, y discípula de Colabella. En abril de 2013, su casa fue devastada por la trágica inundación que se llevó casi un centenar de vidas. Sus instrumentos, y numerosas reliquias musicales de puño y letra del compositor quedaron estropeadas.
El dolor por esa pérdida irreparable pronto se transformó en impulso positivo. “Un estudiante se comunicó para pedirme información acerca de Colabella” recuerda la docente, “con miras a realizar un trabajo final sobre el tema... y me pregunté cuántas de sus partituras originales perdurarían. El fue brillante como instrumentista y compositor, y el aniversario es una ocasión ideal para revalorizar una obra que atravesó estilos y géneros, de la ópera al folklore, pasando por el ballet, la música religiosa y académica”.
Nacido en Pergamino en octubre de 1911, Angel Victorino Colabella llegó a nuestra ciudad para encauzar su vocación sacerdotal en el Seminario Mayor “San José”, situado frente a plaza Castelli. Allí, su talento musical se potenció en clases con monseñor Rafael Trotta (piano y órgano), Enrique Rau (polifonía, canto coral y dirección coral) y Ramón Elgart (canto gregoriano); además, se formó con los maestros Gilardo Gilardi y Alberto Ginastera -uno de los compositores más importantes del siglo XX-.
Precisamente, fue junto a Ginastera que en 1949, por pedido del gobierno bonaerense, creó la cátedra de órgano en el Conservatorio de Música y Arte Escénico -actualmente Gilardo Gilardi-, fundado un año antes. Años después, fue director del conservatorio, y también profesor de órgano y canto gregoriano en la UNLP. Incansable, fundó la cátedra de órgano en la catedral de Chascomús; la “Agrupación Organum”; y la escuela de órgano “Marcel Dupré” de la Catedral platense.
Su labor educativa no se agotó en lo formal; buscó innovar y difundir mas allá de las aulas y los templos. “Los conciertos que organizaba en la Catedral se realizaban una vez al mes, y eran didácticos para que el público entendiera lo que se estaba ejecutando”, explica Gomila: “además, invitó allí a pastores, músicos y fieles de diferentes credos, adventistas, bautistas, luteranos y judíos... lo que el Papa Francisco propone hoy, Colabella ya lo hacía en la década del ‘70”.
“Para él, la música debía ser compartida y difundida por los estudiantes, algo que antaño no era común” recuerda la organista: “tenía la costumbre de decirles a todos sus alumnos ʻacá tenés las obras que vas a tocar dentro de dos meses, en público”,
El “Proyecto Colabella” formuló un llamado a quienes posean partituras de sus obras a acercarlas, para una serie de conciertos y exposiciones que se desarrollarán a lo largo del año, convocatoria que se hizo extensiva a músicos y artistas en general; los interesados pueden escribir al correo electrónico elnorclud@gmail.com.
En el terreno pastoral, el sacerdote-músico manifestó el mismo ímpetu, frescura y compromiso con que encaró cada actividad. Cuando se enteró que la histórica capilla San Pedro, de Villa Garibaldi, estaba a punto de desplomarse o ser demolida, pidió permiso al obispado local para hacerse cargo; después de un arduo trabajo compartido con los vecinos, logró recuperarla y restaurarla al punto que comenzó a ser elegida para casarse por muchas parejas de todos los barrios.
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